jueves, 1 de mayo

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Haciendo las américas

El día después

por Lola Romero (Houston)

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El miércoles fue un día raro. Aunque suene un poco exagerado, me levanté con un nudo en el estómago, que fue creciendo un poco mientras escuchaba a un par de emisoras españolas dar la noticia de que Trump había ganado. Ya lo sabía desde la noche anterior, pero escuchar a los periodistas españoles en un tono entre alarmista e irónico, no mejoró ese malestar con el que ya me había acostado.

No sabría explicar si era decepción, asombro, un poco de ira, una pizca de miedo, mucha incertidumbre… porque probablemente era la mezcla de todo eso. Sinceramente, en el fondo esperaba que ganara Clinton. No porque su ideario sea el mío, que no lo es, o porque no vea sus sombras, que tiene muchas, sino porque al menos, me sonaba “sensata”. No la he visto insultar ni desdeñar a la gente por ser fea, o gorda, o pobre, o latina, ni la he oído lanzar bravuconadas, y ha tenido la decencia de no copiar ningún discurso.

Y además (o sobre todo), es mujer, la primera en llegar tan alto en este país que al final es un poco el “centro” de operaciones del mundo. Así que sí, me hacía cierta ilusión pensar en una “presidenta”.

Pero no ha sido así. Aún contado con un puñado más de votos que Trump, el sistema electoral ha beneficiado al magnate, que por lo que parece, ha sabido encender los ánimos de los descontentos con el sistema. Y ni la población latina, ni la comunidad negra, ni las mujeres como colectivo, han podido con ello. Trump será presidente.

La cuestión es que no será “mi presidente”, porque no soy ciudadana americana, ni he votado ni puedo votar, y el problema de la inmigración no me afecta porque yo soy “legal”, y hay una gran multinacional que avala que mi familia y yo estemos aquí. Pero aun así, el miércoles mi nudo en el estómago seguía creciendo. Estaba un poco a la expectativa de llegar al trabajo, ver las caras, comprender cómo se toman este tipo de resultados en este país y cómo se comporta la gente según haya ganado o perdido el candidato de su elección.

Tengo varias compañeras de origen mexicano, con familia aquí y familia allí, y el estado de shock era palpable. Confesaban que incluso habían llorado cuando se supo con certeza que ganaba Trump. Veían, o creían, que sus vidas iban a cambiar, y sobre todo, les podía esa sensación de impotencia que da la incertidumbre.

Ahora bien, pasadas las primeras horas de comentarios obligados, la cosa se fue relajando. Comentamos el (sorprendente) discurso conciliador de Trump, hablando de unidad y de trabajo conjunto, nos contaron que la disposición del estado americano permite que el Congreso y el Senado controlen de manera efectiva y real al presidente, y que aunque en las cámaras haya mayoría de republicanos, ellos mismos no quieren a Trump, por lo que tampoco le van a bailar demasiado el agua ni dejarán que haga lo que le venga en gana. Y hasta nos reímos bastante con los “memes” que salieron ese día. Y vaya por delante, que la mayoría se los enseñé yo porque no paraba de recibir esas gracietas por Whatsapp.

Y sobre todo, no vi triunfalismos. No vi a nadie presumiendo de quien había ganado, ni medias sonrisas o comentarios despectivos. Y digo esto porque la última vez que viví unas elecciones en España, en 2011, uno de los peores recuerdos que tengo es el cambio en las caras y las actitudes de muchas personas, conocidas y no conocidas, que corrieron a dar palmas o que llegaron a reírse y alegrarse incluso por los compañeros que perderían su trabajo.

Pues aquí no. Así que mi nudo en el estómago se fue deshaciendo, y para medio día, justo cuando grababa una pequeña colaboración para la que sigue siendo mi casa profesional, estaba lista para volver a ser la periodista que cuenta las cosas como las vive, pero sin dejar que los sentimientos se apoderen del discurso. Porque ante todo, no se debe alarmar si, como parece, no hay motivo para ello.

Y es que ahora son muchas las voces que dicen que en realidad Trump no va a cambiar mucho, porque el sistema no le dejará. Y que cuatro años pasan rápido y desgastan mucho.

Habrá que verlo…

 

Foto: Lola Romero (tomada justo el día después de las elecciones, en un semáforo)