Otra vez se acerca el verano, y otra vez tenemos que decir adiós. Cuatro amigas cambian de destino en junio, tres regresando a casa y una migrando de sur a norte, dejando las cálidas temperaturas de Houston por las frías y, la mayor parte del año, blancas tierras canadienses.
Ponen fin a una aventura y comienzan otra, y las tres dejan aquí tres años de vida, de familia, de desarrollo personal y de retos superados. Es la vida del expatriado, dicen por ahí…
Ya he contado alguna vez que aunque los texanos son muy amables y amigables, es difícil entrar en su círculo de amigos. Es raro que te inviten a una barbacoa, o al menos que te inviten tan “alegremente” como solemos hacer los españoles. Quizá es esto, sí, que tienen otra forma de agruparse, y como decía una amiga, a veces la comunicación resulta un poco difícil y a todos (nosotros los primeros) nos cuesta aceptar una velada o un almuerzo teniendo que esforzarnos por comprender al otro. Para eso ya estamos a diario en la oficina, en el supermercado, en la guardería…
Es por todo esto que yo creo que los españoles tendemos a hacer piña, y no quiero generalizar, porque quizá esto es algo provocado por la zona en la que vivimos, este bosque con poca vida de ciudad, donde tienes que ir en coche a todos sitios, y también porque todos aquí estamos en un rango de edad comprendido entre los treinta y (muy) pocos y los cuarenta y algo, y con niños de edades similares. Y aunque cada uno somos de nuestra madre y de nuestro padre, es curioso cómo las diferencias se aparcan en aras de pasar un buen rato y, al final, hacer buenas migas (figuradamente hablando, porque mira que hemos hecho paellas y barbacoas juntos, pero unas migas no han caído todavía…).
Y es que ya dije el año pasado, con aquella primera “ola” de despedidas, que sólo por ser españoles en el extranjero no tienes que llevarte bien con todos tus compatriotas, pero que gracias a esta experiencia puedes conocer gente "afín" que de otra manera, probablemente, no habrías conocido nunca.
Así que cuando llegan estos momentos de decir “adiós”, da igual si nos conocimos hace dos años o hace unos meses. O si hemos compartido vinos o paellas. El caso es que hemos compartido tiempo, historias, risas y problemas. Y nos hemos ayudado, que al final es de lo que se trata.
Por eso me gusta que nos estamos despidiendo sin grandes aspavientos, con tranquilidad y cariño, y, sobre todo, con la seguridad de que estamos diciendo “hasta pronto”.
Mar, Isabel, Natalia y María. Cuatro familias que cambian de vida, que pondrán punto final al capítulo Houston, o The Woodlands. Pero las historias que cuenta ese capítulo se quedarán ahí, para re-leer, para re-vivir… para recordar. Porque volveremos a vernos.
“Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida”, escribió Mario Benedetti. Pues eso.
¡Mucha suerte y hasta pronto!