Director: José Luis Sáenz de Heredia
Intérpretes: Francisco Rabal, Margarita Andrey, Tony Leblanc, José Luis Ozores, José Isbert, Ángel de Andrés, Alberto Romea, Guadalupe Muñoz Sampedro, José María Lado, Alberto Romea, Juanjo Menéndez, Juan Calvo, Pedro Porcel, Adrián Ortega, José Orjas, Juan Vázquez, Gustavo Re, Nicolás D. Perchicot, Teresa del Río, Rafael Bardem, Xan das Bolas, Francisco Bernal, Alicia Altabella, Félix Briones, Isabel Pallarés, Carlos Acevedo, Antonio Fernández, Teófilo Palou, Manuel Guitián, Bobby Deglané, Luis Molowny, Rafael Gómez El Gallo, Gracia Montes, Carlos Osorio, José Luis Pecker
Sinopsis: Tres pequeñas historias basadas en concursos radiofónicos, todas ellas enlazadas a través del locutor Gabriel y su prometida. Dos inventores que quieren patentar un pistón y necesitan dinero, un ladrón que contesta a una llamada telefónica mientras está robando y un niño que necesita ir a Suecia para operarse son los protagonistas de estas historias en torno a la radio.
Este martes 9 de junio a las 22:00 h. en La 2.
Treinta y dos años antes que Woody Allen y su antológica DÍAS DE RADIO (RADIO DAYS), el excelente e importante cineasta español José Luis Sáenz de Heredia, creó un divertidísimo episodio para su particular y memorable homenaje al mundo de las ondas hertzianas de entonces. Y no digo con esto que el de Brooklyn la hubiera visto o la copiara, sencillamente constato un hecho. No quiero desvelar mucho sobre el mismo para no desvelar parte de su gracia, tan solo me referiré a que está protagonizado por un ladrón de guante blanco encarnado por ese estupendo característico que fue Ángel de Andrés.
De hecho, esta maravillosa película al que igual que sucedía con las de Berlanga de aquélla o cualquier otra época, constituye una verdadera fiesta de actores irrepetibles, en su mayoría secundarios, de nuestra industria.
Entre otros, cómo no citar a ese Pepe Isbert vestido de esquimal y peleando literalmente a brazo partido para conseguir el premio de un concurso. O a ese sorprendente y viejo profesor encarnado por el formidable Alberto Romea que al grito de “Yo, Pichirri” nos regala uno de los momentos estelares de la historia patria. O al entrañable Peliche, José Luis Ozores, como un cura al que le sonríe un santo. Y así podría estar citando una nómina de lo más extensa.
Encabezando el cartel un apuesto Francisco Rabal, en compañía de la salerosa Margarita Andrey, en el cénit de su popularidad.
La capacidad que muestra Sáenz de Heredia es enorme tanto para elaborar “gags”, mostrar ambientes castizos y crear un precioso tributo a quienes estaban detrás o participaban con su voz en ese medio de comunicación, que fue referente y principal diversión, junto al propio cine, de todo una generación a la que le tocó vivir la larga travesía de una dura posguerra.
Aprovecho la ocasión para volver a entonar mi mea culpa, ya saben, una cierta inconsciencia propia de la juventud, por lo injustos que algunos pudimos ser al despachar este cine de raigambre tan autóctona con cierta indiferencia, probablemente por el exclusivo motivo de haber sido concebido en pleno franquismo, cuando 1º) entretenía mucho y tenía clase y estilo (una parte, claro), y 2º) estaba hecho a veces con una competencia profesional digna de todo elogio y consideración (con razón los norteamericanos eligieron rodar aquí profusamente durante un par de décadas). Además, lo gracioso, tal como creo que acabo de constatar, es que era capaz de distraer y hacer pasar muy bien. Cuán ridículas e injustas son las poses o ciertas cegueras “intelectuales”.
En el caso de Sáenz de Heredia el ostracismo y desdén al que fue sometido por muchos de mis colegas fue aún peor por haber sido primo de José Antonio Primo de Rivera o el artífice del único guión de Franco (bajo el seudónimo de Jaime de Andrade), RAZA, toda una apología de sus postulados. Pero a este narrador de estirpe que respiraba celuloide por los cuatro costados y sabía perfectamente cómo fabricarlo de manera admirable, poseía el secreto de ser un narrador de historias, yo al menos le debo títulos tan elogiables o plausibles como una insólita propuesta de carácter social, LAS AGUAS BAJAN NEGRAS; la original y divertida FAUSTINA; LA VERBENA DE LA PALOMA; LA MIES ES MUCHA; un sucedáneo ubicada en el ambiente de su prima mayor, HISTORIAS DE LA TELEVISIÓN; el estupendo policíaco LOS OJOS DEJAN HUELLAS; la encantadora EL DESTINO SE DISCULPA o esa sorprendente versión del mito de DON JUAN.
Cualquier momento será una buena ocasión para que las nuevas generaciones puedan ir descubriendo a un director muy importante y a una película que genera mucha alegría y felicidad.
José Luis Vázquez