Director: Luis García Berlanga
Intérpretes: José Isbert, Richard Basehart, Paolo Stoppa, Alberto Romea, Juan Calvo, José Luis López Vázquez, Félix Fernández, Manuel Alexandre, Mariano Ozores, Félix Briones
Sinopsis: Fontecilla, un pueblo que vivió tiempos de esplendor gracias a la fama de su balneario, sobrevive a duras penas gracias al campo y a un limitadísimo turismo que apenas deja beneficios; ni siquiera el tren para ya en la estación. Don Ramón, el dueño del balneario, harto de su escasa y poco aristocrática clientela, en connivencia con el alcalde, el maestro, el barbero, el dueño del hotel y don José, un acaudalado propietario, urde un plan: organizar una "aparición mariana", como la de Lourdes, que atraiga al turismo y a los devotos. Cuando se dan cuenta del extraordinario parecido que hay entre Don José y una vieja talla de San Dimas, el buen ladrón, el problema queda resuelto.
Esas películas que nos han hecho felices o nos han encantado, solemos recordarlas al cabo del tiempo por una, dos o varias secuencias o escenas. De la magnífica sátira LOS JUEVES, MILAGRO, acuden dos a mi memoria: la primera aparición de un San Dimas fingido y la conversión del agua en vino. Son dos de las muchas que salpican su muy divertida trama.
Fue el quinto largometraje de Luis García Berlanga, el más grande cineasta que ha dado la piel de toro, junto al exiliado húngaro Ladislao Vajda. Rodado precisamente entre sus más grandes obras maestras, CALABUCH, PLÁCIDO y EL VERDUGO, aunque nunca haya sido considerada a la altura de éstas, pero no las desmerece en modo alguno.
Lleva su sello inequívoco en la época más fértil y floreciente de su carrera, sirva de ejemplo de ello esos inigualables planos secuencia marca de la casa. Pero con la censura y la Iglesia topó, al igual que le había y volvería a suceder en varias ocasiones más. Un dominico, el padre Garau, le fue asignado en el rodaje, tras sufrir su guion inicial (inspirado en unas supuestas apariciones de la Virgen en el pueblo valenciano Cuevas de Vinromá) diversos cortes, amputaciones, cambios de diálogos y retoques. Una lástima que pese a ello no impidería que el genio desbordante del valenciano se manifestara en todo su esplendor.
Lo que es evidente es que pese a las trabas impuestas, queda meridiana y patente esa crítica social a la España de la época y a la religiosidad que imponían a la ciudadanía las fuerzas vivas y el estado. En el fondo es otra vuelta de tuerca sobre la condición humana general y a nuestra idiosincrasia en particular, pesimista pero pese a ello entrañable y jovial.
La trama ya de por sí tiene su indudable gracia: Un balneario abandonado que tratan de que vuelva a recuperar esplendores pasados los mandamases del lugar, con vistas a promocionar el turismo a la localidad en el que se halla enclavado. Para ello, deciden inventarse una aparición mariana, en vista del gran parecido físico de uno de ellos con San Dimas. Y no descubro más.
Cuenta con dos partes diferenciadas, una de casi una hora, antológica, divertida, agilísima, de pura comedia, negra y blancuzca a la vez, pero con doble intención en todo momento. La segunda se produce con la aparición del actor norteamericano Richard Basehart, en la que se cambia considerablemente de registro, adquiere un halo fantástico y más serio, pero me acaba pareciendo igualmente válido
Al final, en el fondo, es como ¡BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL!, la historia de un fracaso pese a remiendos milagreros o americanos como en aquel otro caso. Y en este formidable fracaso, parte importante de su resultado es un formidable elenco de actores secundarios de la época, comenzando por el gran Pepe Isbert del que, sencillamente, me resulta indescriptible contarles como es ese momento reseñado al principio, de su aparición a los lugareños enfundado en las vestimentas del santo.
Se rodó a caballo entre los referenciales estudios Chamartín y el pueblo zaragozano de Alhama de Aragón.
Toda una delicia. Uno de los clásicos del cine hispano.
José Luis Vázquez