domingo, 28 de abril

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Las películas de mi vida

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Director: Giuseppe Tornatore

Intérpretes: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Kiruna Stamell

Sinopsis: Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un hombre solitario; un excéntrico experto en arte y agente de subastas, muy apreciado y conocido en todo el mundo. Su vida transcurre al margen de cualquier sentimiento afectivo hasta que conoce a una hermosa y misteriosa joven (Sylvia Hoeks) que le encarga tasar y vender las obras de arte heredadas de sus padres. La aparición de esta joven, que sufre de una extraña enfermedad psicológica que la mantiene aislada del mundo, transformará para siempre la vida de Virgil.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

¡Albricias! Ha vuelto el Tornatore, de nombre Giuseppe, de las grandes ocasiones. El de aquélla impagable opera prima en 35 mm, toda una  proclama de la cinefilia, del amor al Séptimo Arte titulada CINEMA PARADISO; el de ese drama polanskiano, y dostoievskiano todo él, PURA FORMALIDAD, ese viaje de un anciano por una Italia desapacible y por el desolador corazón de sus hijos de ESTÁN TODOS BIEN.  

Pues el cineasta de Bagheria, de 57 años, amante de la fotografía, ha regresado en mejor forma que nunca. Al menos al que esto firma, le ha regalado la mejor película en lo que lleva de año… y ya es decir, pues  puedo asegurarles que cinematográficamente me está pareciendo de lo más satisfactorio.  

Me ha regalado una obra profunda en el menos desvirtuado sentido del término, turbadora, inquietante, misteriosa, intensa, triste, bellísima. En una palabra, que diría aquél joven y popular ex torero… IMPRESIONANTE, APASIONANTE.  

Tanto como esa vetusta y abandonada mansión en medio de la ciudad, como ese artefacto robótico que con mimo y esmero reconstruye un joven manitas (Jim Sturgess) de la orfebrería, como ese tratante de obras malhumorado aparentemente con el mundo y que tiñe ridículamente su canoso cabello.  

Lo de definir las películas es muy complicado, es como lo de definir nuestra propia existencia. Pero si me viera obligado a hacerlo, no pondría lo más evidente, aquello que ustedes comprobarán tras su proyección, sino que me decantaría por el de una devastadora historia de amor… una historia de amor que acuchilla el alma. Y no puedo ser más explícito por obvios motivos de no chafarles su meollo argumental.  

Despliega miles de cualidades, pero también destacaré una en concreto. La de provocar enganchón desde el segundo uno mediante ese aire intrigante, de suspense, de incertidumbre emocional y que no abandona en ningún momento, hasta ese memorable final, con ese travelling inolvidable en un marco incomparable, en el que el tiempo cobra toda su verdadera dimensión.  

La banda sonora de un viejo colaborador del director, del incombustible Ennio Morricone, envuelve la historia de un adecuado tono enigmático. Oportuna música de cuerdas y tono melancólico para el tema principal y voces un tanto espectrales para uno de sus “score” más sugerentes, VOLTI E FANTASMI, donde aquéllas son utilizadas como un instrumento más.  

Luego está esa fotografía esmerada, exquisita que captura ambientes decadentes y artísticos. Que otorga a la película un “bouquet” de película singular y especial, que nace y acaba en sí misma, difícil de volver a reproducir, pues tiene una magia, una atmósfera verdaderamente únicas.  

Y está algo que supone un aparte. Una prodigiosa interpretación de Geoffrey Rush. Lástima que haya tenido que escucharlo doblado, ya que por lo apreciado en sus trailers en versión original, su trabajo debiera ser de inapelable Oscar.  Ofrece todo un recital de cadencia, entonación y dicción. Formidable ese Virgil Oldman solitario, excéntrico, maniático –esas manos siempre enguantadas-, experto en arte y subastador, alérgico a las mujeres, más bien temerosos de ellas, pero interiormente expuesto como el que más, ávido de darlo todo ante ese puede que último tren que la vida le ofrece. Patético y luminoso, encallecido y revivido, mostrándonos en cualquier caso, todo tipo de registros. Y tremendo mostrándonos su resquemor, su fugaz plenitud y su devastadora y muda desolación.  

Una obra maestra a la altura de cualquier Van Gogh. Un deleite para los sentidos.                     

José Luis Vázquez