domingo, 28 de abril

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Las películas de mi vida

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Million dollar baby ()

Director: Clint Eastwood

Intérpretes: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman, Anthony Mackie, Jay Baruchel, Mike Colter, Lucia Rijker, Brian O'Byrne, Margo Martindale, Riki Lindhome

Sinopsis: Después de haber entrenado y representado a los mejores púgiles, Frankie Dunn (Eastwood) regenta un gimnasio con la ayuda de Scrap (Freeman), un ex-boxeador que es además su único amigo. Frankie es un hombre solitario y adusto que se refugia desde hace años en la religión buscando una redención que no llega. Un día, entra en su gimnasio Maggie Fitzgerald (Hilary Swank), una voluntariosa chica que quiere boxear y que está dispuesta a luchar denodadamente para conseguirlo. Pero lo que más desea y necesita es que alguien crea en ella. Frankie la rechaza alegando que él no entrena chicas y que, además, es demasiado mayor. Pero Maggie no se rinde y se machaca cada día en el gimnasio, con el único apoyo de Scrap. Finalmente, convencido de la inquebrantable determinación de Maggie, Frankie decide entrenarla.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Para Fernando Trueba Dios es Billy Wilder, para quien esto escribe también, pero en compañía de John Ford y Clint Eastwood, la Santísima Trinidad del cine. El esbelto y veterano actor, productor, compositor y director californiano, sobre todo en su condición de esto último, lleva una trayectoria modélica, ejemplar, insuperable. Según pasan los años, su obra ha adquirido una hondura, lucidez, poso, emotividad y maestría que le han acabado por convertir, con todo el derecho del mundo, en el más cualificado heredero de los clásicos y, sin duda, en el mejor director de cine en activo.

Sus “disertaciones”, sus poderosos retratos, sus puntos de vista sobre diferentes y peliagudos asuntos (las raíces de la violencia en su país, la pena de muerte, la transexualidad, el adulterio, el ocaso, el racismo, la eutanasia…) resultan complejos, tremendamente humanos, nunca gratuitos o complacientes. Quien esto escribe, asume por completo la actitud vital con la que este cineasta e individuo ha encarado la vida y ejerce la libertad. Por poner un ejemplo, Eastwood ha llegado a manifestar que “pese a que a veces continúe votando a los republicano, sus ideas y puntos de vista son más bien libertarios. Su lema, dejar a la gente en paz”.

Sin desvelar del todo el asunto de fondo (el primero, el más obvio, es el de erigirse en un friso intimista de gentes doloridas y arraigadas en el mundo pugilístico) de MILLION DOLLAR BABY, su última obra maestra y, sin discusión posible por mi parte, uno de sus grandes trabajos, que ya es decir, resulta un manifiesto rotundo carente de demagogia, capaz de noquear en su mismo terreno, al espléndido Amenábar de MAR ADENTRO, y conseguir extraer, al menos así lo percibo y siento, toneladas de emoción, legítimo llanto y perdurables sensaciones.

MILLION DOLLAR BABY es excepcional, conmovedora. Trata de seres que arrastran pústulas emocionales, carencias, demasiadas cicatrices y heridas invisibles a primera vista. Sobre “outsiders” dispuestos a toda costa a protegerse como buenamente pueden, de los zarpazos y cabronazos golpes a los que les somete el cuadrilátero de la vida, pues tal y como indica ese rótulo del gimnasio, “no es suficiente con ser valiente”. De mujeres maltratadas por su propia y desvergonzada familia, pero dispuesta a partirse cara y alma hasta el último segundo de su existencia. De tipos nobles e íntegros pero consumidos por naufragios afectivos, de viejos y leales amigos de generosidad infinita, de disminuidos mentales (¡qué hallazgo ese Peligro…!) que se levantan una y otra vez de la lona de este mundo y vuelven a ponerse en pie con ánimos renovados… dará lo mismo que no llegue a conseguir ganar nunca un combate, jamás hincará la rodilla del todo, estará siempre en ello.

Respira verdadero mimo y afecto por sus criaturas, por sus baqueteados personajes, por el Séptimo Arte, por la propia existencia. Hay que ser un genio, también sabio y, sobre todo, muy humano, para resultar a la vez, tan sencillo y penetrante, tan agudo y contundente, tan comprensivo en suma, contando cosas tan profundas sin ningún tipo de aspaviento o impostura. Hay que estar tocado por los mismos dioses para convertir trigo en oro, para depurar sin parecerlo un estilo con tan pasmosa perfección.

El Dios que fuere, esa Santísima Trinida o quien esté velando por nosotros, si alguien lo hiciere desde las alturas, bendigan todavía por muchos años a individuos de este calibre. Todo un icono y referente cinematográfico y personal, vuelvo a repetir, para quien esto escribe. A cuya invocación siempre acudo, como hacía aquella adolescente con el JINETE PÁLIDO, protegido por la felicidad de haber crecido al amparo de sus películas. Y que también guarden a actores de la rancia estirpe y tan formidables como Morgan Freeman o Hilary Swank.

Un golpe directo al corazón, a las vísceras, al hígado, al cerebro, a los sentidos, eso es MILLION DOLLAR BABY. Como alguien, cuyo nombre no recuerdo  en este momento y que certeramente ha señalado, “un intenso poema dedicado a la figura del perdedor que no tira la toalla”.

Quiero citar, como cierre y despedida, una hermosa frase que dice Freeman en el transcurso de la historia. Resume perfectamente el espíritu de lo expuesto en pantalla: “Hay magia cuando sigues luchando más allá de tu resistencia… la magia de darlo todo por un sueño que nadie más ve aparte de ti”.

José Luis Vázquez