lunes, 29 de abril

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Las películas de mi vida

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Tener y no tener ()

Director: Howard Hawks

Intérpretes: Humphrey Bogart, Walter Brennan, Lauren Bacall, Dolores Moran, Hoagy Carmichael, Sheldon Leonard, Walter Szurovy, Marcel Dalio, Walter Sande, Dan Seymour, Aldo Nadi

Sinopsis: Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Harry Morgan y Eddie son dos marineros que están en la isla de Martinica, esperando inútilmente que algún barco los contrate. Al final, se verán obligados a trabajar para la Resistencia.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

De Casablanca a la Martinica. De Bogart y Bergman a Bogart y Bacall. Este paralelismo de localizaciones geográficas y de parejas no lo he citado al azar, pues son muchos los elementos que establecen cierto cordón umbilical entre la obra maestra de Michael Curtiz y esta otra de Howard Hawks.

Curiosamente, surgida de una apuesta traviesa, la entablada entre el propio director y el mítico escritor Ernest Hemingway, en la que el primero retó al segundo a ser capaz de adaptar una de sus “peores” obras. Y a fe que lo consiguió con resultado excepcional.

Es pura poesía en movimiento. Una de la cimas del cine de aventuras en mixtura con otros varios géneros entremezclados con un ejemplar equilibrio. Desde el romántico sin ñoñas concesiones hasta el dramático, pasando por el “thriller” o el más luminoso cine negro.

Pero contiene más, mucho más. Alberga en toda su esencia las constantes del genial cineasta norteamericano: canto a la amistad,  al amor, a la libertad en su sentido más literal y también más abstracto.

En esta ocasión sus desencantados, casi apátridas (“¿Nacionalidad?” le preguntan a Harry, a lo que éste espeta “Esquimal”) y vacilones personajes confluyen en ese departamento de ultramar francés situado en el Caribe, para los efectos adquiriendo  el mismo valor emocional y estratégico que el que tuviera el focalizado con anterioridad en el Norte de África.

Bogart vuelve a clavarlo como uno de esos tipos sin aparentes escrúpulos, de vuelta de todo, descreído pero redimido finalmente por su corazón y su idealismo, es decir, por el amor y por una causa justa. También aquí la acción discurre tras la capitulación francesa de la Segunda Guerra Mundial.

La chica en cuestión es una resplandeciente Lauren Bacall de tan solo 19 años, en su primera aparición cinematográfica como la inolvidable Slim. Su voz ronca, esa mirada tan especial, esas réplicas de veterana tras varios reveses crearían escuela con toda razón. El momento en que le espeta a un ya irremisiblemente –en la escena, en la realidad- enamorado Bogart aquello de lo que debe hacer para silbar, es ya para los restos pura antología del Séptimo Arte. Como es puro cine todo lo destilado en pantalla.

Me conmueve y me divierte ese trío amistoso conformado entre ambos y el mejor secundario de la historia, Walter Brennan. La insistente y machacona pregunta de éste, “¿Le ha picado alguna vez una abeja muerta?” posee un efecto catalizador.

Pero, sobre todo, está esa fascinante sencillez narrativa de Hawks, que tan bien definiera el colega Ángel Fernández Santos, que se muestra aquí en todo su esplendor. Su estilo parece invisible, pero ahí está. Resultaba  tremenda, demoledora en su falta de pretensiones su capacidad para contar las cosas, cualquier circunstancia o sentimiento. Rigiéndose siempre desde la profesionalidad, algo de lo que hacían siempre gala tanto él como sus criaturas de ficción. Y esta no es una excepción, sino otra de sus quintaesencias.

Y luego están esos interludios musicales del maravilloso Hoagy Carmichael que contrapuntean perfectamente el relato, y cuya conclusión es ese ladeo de caderas, ese bailecito cómplice y guasón de esa muchacha espigada, estilosa, con clase que hubiera cumplido este 16 de septiembre de 2014 noventa años, pero a la que le faltó poco más de un mes para ser ello posible.

No importa, nos queda entre otros impagables legados, este testimonio de ficción y casi documental de ese chispeante, magnético y abrasador primer encuentro con el que fue probablemente la pareja de su vida, un maduro y comprometido actor que en ese momento estaba adquiriendo ya la categoría de mito. Como mítica es esta producción Warner que transmite vitalidad, buenos sentimientos, romántica ironía  y entrañables seres humanos necesitados al fin y al cabo unos de otros, mostrados en su escepticismo, pero también en su ruptura de  corazas y de defensas bajadas. Al fin y al cabo, qué sería de la vida si no lo hiciéramos… pese a derrotas provisionales o permanentes. 

José Luis Vázquez