jueves, 2 de mayo

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Las películas de mi vida

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Vive como quieras ()

Director: Frank Capra

Intérpretes: James Stewart, Jean Arthur, Lionel Barrymore, Edward Arnold, Mischa Auer, Ann Miller, Spring Byington

Sinopsis: Alice Sycamore, la única persona con un poco de cordura en una familia llena de lunáticos, se enamora de su jefe, Tony Kirby, que pertenece a una familia muy rica y muy cursi. La diferencia entre el estilo de vida y la mentalidad de ambas familias se agudizan cuando los padres de él van a cenar a casa de ella, y la cena termina con la llegada de la policía y la detención de todos los presentes, acusados de anarquistas.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Arrasadora comedia social del maestro de maestros Frank Capra, dirigida después de esa otra maravilla apartada aparentemente de su línea habitual -qué manía esa de etiquetarlo todo- titulada HORIZONTES PERDIDOS.

Pero aun aceptando ese juego de las comparaciones o las adscripciones, creo que sí, que tienen mucho que ver ambas, pues en el fondo tratan de la búsqueda de la utopía. Una en las cimas más inhóspitas del Himalaya, la otra dentro de una particular familia estadounidense deudora del “new deal rooseveltiano”, o traducido del latín anglosajón, un programa económico y social puesto en pie por este popular presidente norteamericano para contrarrestar los devastadores efectos de la Gran Depresión.

Estamos ante un nuevo capítulo “capriano” de la oposición de la bondad del ciudadano corriente ante la maldad o codicia del poderoso, aunque YOU CAN´T TAKE IT WITH YOU no se queda solamente en eso. Como certeramente apuntara el colega Carlos Losilla, “ofrece muchos más elementos de reflexión de lo que pudiera parecer a simple vista”. Y no se preocupen, que no me desvío de lo fundamental, de la enorme alegría y contagiosa vitalidad que transmite en cada uno de sus fotogramas.

Revisándola detenidamente, se darán cuenta que trata sobre las perversiones del capitalismo, algo de lo más vigente hoy en día, sobre el uso desmedidamente avaricioso del mismo. Trata sobre la verdadera identidad del sueño americano, sobre en qué se habían llegado a convertir aquellos grandes ideales impulsados de origen por los padres fundadores. Y no deja de ser un lamento por lo que se atisba como su pérdida provisional.

Por supuesto trata de la búsqueda de la felicidad por encima de cualquier otra consideración, de ser uno mismo. Y es un hermoso canto a la sencillez, a la ingenuidad de lo mejor de la sociedad estadounidense, la que forjaran emigrantes como su director, el siciliano de partida de nacimiento, llegados desde todos los puntos del planeta. En su reparto, figura hasta un actor de origen ruso, el extravagante y adorable Mischa Auer, un casi émulo del mismísimo Salvador Dalí en las que eran sus habituales conductas en la ficción.

Pese a esos sombreados más habituales de lo que se suele comentar en el cine de este genial cineasta, esto es pura épica de los buenos, de los mejores sentimientos que también son capaces de albergar los seres humanos.

Escrita primorosamente por el gran guionista y especialista en comedia Robert Riskin, según libreto de George S. Kaufman, fue la gran triunfadora y de los Oscar 1938. Alcanzó siete nominaciones y obtuvo las dos estatuillas más importantes, la de película y director, este sería el tercer y último cosechado por este genio, tras los de SUCEDIÓ UNA NOCHE y EL SECRETO DE VIVIR.

Constituyó el primer papel importante de un actor fundamental en la trayectoria del cine de las siguientes décadas y del propio autor, James Stewart, formando pareja con la adorable Jean Arthur. Son los jóvenes enamorados Tony y Alice, de familias económicamente opuestas. Stewart repetiría al año siguiente tanto con Arthur como con Capra en otro trabajo sublime, CABALLERO SIN ESPADA, la película del congresista inasequible al desaliento e incombustible que convence a fuerza de agotamiento verborreico a todo un Capitolio.

Máximo seguimiento a su desfile de secundarios encarnando a un heterogéneo grupo de estrafalarios y adorables marcianos. Todo un festín para vista y oídos, desde Edward Arnold como ese empresario sin aparentes escrúpulos hasta el menudito Donald Meek como fabricante de simpatiquísimos muñecos, pasando por el citado Auer, la bailarina Ann Miller o el matrimonio formado por Spring Byington y Samuel Hinds.

Y en el trono, destacando con luz propia por encima de todos, el imponente, el eximio Lionel Barrymore como ese arrasador patriarca, Martin Vanderhof, un abuelo que opta por tocar la armónica en vez de pagar a Hacienda o soltar diatribas, que este que comenta esto suscribe al pie de la letra, como la que espeta contra los ismos contemporáneos, desde el fascismo al comunismo.

Divertidísima y con unos diálogos de gran ingenio a los que el paso del tiempo no ha hecho mella, 77 años después resulta una aurora boreal del Séptimo Arte. Encantadora es decir poco, se queda escaso el término.

Un canto a la familia en su sentido más libertario, o si me apuran, anticipándose, muy sui generis claro, a las comunas que surgirían durante la década de los 60. Y también un decidido canto por la libertad más auténtica y genuina…. ¿Utópica? Puede que lo sea, pero de una utopía siempre anhelante y deseable.

José Luis Vázquez