Director: Mia Hansen-Love
Intérpretes: Isabelle Huppert, Edith Scob, Roman Kolinka, André Marcon, Sarah Le Picard, Solal Forte, Elise Lhomeau, Lionel Dray, Marion Ploquin
Sinopsis: Nathalie es profesora de filosofía en un instituto. Ronda los sesenta y, de un día para otro, se encontrará completamente sola, lo que hará que se replanteé toda su vida.
“Mientras que haya deseo se puede vivir sin ser feliz, porque se sigue aspirando a ello”
Me gusta bastante, mucho, el cine de la joven –tan solo 35 años- cineasta francesa Mia Hansen-Love. Cine sensible, realista, a pie de calle y de tierra, de sentimientos expuestos sin alzar la voz, sin resultar vocinglera. EL PORVENIR es el quinto largometraje de una carrera todavía breve pero ya rica en altos contenidos proteínicos (TODO ESTÁ PERDONADO, EL PADRE DE MIS HIJOS, PRIMER AMOR y EDÉN, el único camafeo que me falta por conocer/descubrir). Puede que vaya tan solo destinado o resulte accesible a eso tantas veces erróneamente denominado como cinéfilos, pero si muchos le concedieran una oportunidad a algo tan mal visto por esas masas ávidas de ruido y efectos, como es la de degustar historias humanas y sencillas tan solo en apariencia, tal vez pudieran degustarla con mucho agrado, ese que me ha provocado a mí su contemplación.
Vuelve a incidir en un estilo y en constantes temáticas que han aflorado en anteriores trabajos. Respecto al primero es ese trenzado a base de una planos en los que los personajes, la protagonista, se mueven constantemente pese a tratar cuestiones más bien reflexivas. Es ágil dentro de una engañosa quietud o falsa placidez. Mucho menos resulta esta si se diseccionan los temas a tratar. Nada más ni nada menos que el enfrentamiento de una profesora de filosofía con un mundo que se tambalea por momentos o sederrumba (a propósito de su madre, de su relación matrimonial, de sus inquietudes editoriales…).
La pérdida está encarada de manera casi estoica, inevitable. En eso consiste la vida, en quienes se van o lo que se va… y en continuar ruta lo mejor posible. Los pequeños detalles para mostrar las inevitables renuncias o para seguir camino, se acaban revelando como fundamentales… esa tumba del poeta Chautebriand mostrada al principio, esa casa de campo que ya no disfrutará.
Parece ser que se ha inspirado, como ha hecho en otras ocasiones con algún otro miembro de su familia –su hermano en EDÉN- en experiencias de su propia madre. La composición llevada a cabo por Isabelle Huppert de la misma, de esta Nathalie Chazeaux, es asombrosa, de un rigor y contención ejemplares, de un tiralíneas nada convencional. Parece fácil, como si no se notara el esfuerzo, el embute de piel y alma, pero es dificilísimo de conseguir, o eso me parece.
Como en la coetánea ELLE, y aunque no tenga nada que ver con ésta, la serenidad de que hace gala, esa resignación engañosa es de un virtuosismo inusual. Al fin y al cabo, sería de desear esa actitud ante ese porvernir señalado, esas incertidumbres que siempre supone vivir, el futuro.
Al final, para asistir en lo esencial, a un nuevo retrato de supervivencia por parte de una autora que se está haciendo especialista en describirla. Aquí haciendo frente a cosas tan identificables por todos como la muerte de un ser querido, el adulterio, los fiascos profesionales o el desencanto de ideas y el generado por el propio paso del tiempo, algo esto último también importante en el cine de su autora.
Lo que también está comenzando a ser marca de fábrica es su alejamiento de facilones sentimentalismos, es más, todo aquello que pudiera influir en no poder evitarlos, lo muestra fuera de campo o dando paso a rótulos elípticos que van marcando el salto temporal.
Gran película. Oso de Plata a la mejor dirección en el Festival de Berlín.
José Luis Vázquez