sábado, 3 de mayo

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Estreno en Royal City

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Ben-Hur ()

Director: Timur Bekmambetov

Intérpretes: Jack Huston, Toby Kebbell, Morgan Freeman, Rodrigo Santoro, Nazanin Boniadi, Pedro Pascal, Olivia Cooke, Ayelet Zurer, Sofia Black-D'Elia, Alisha Heng, Marwan Kenzari, Nico Toffoli

Sinopsis: Nueva adaptación de la novela homónima de Lewis Wallace (1880), que narra la amistad que con los años se convierte en terrible rivalidad entre el noble judío Ben-Hur y el romano Messala.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 2 estrellas

Tiemblo de espanto del malo, pues me espero lo peor y encima con ínfulas, cada vez que me acerco a una sala de cine a ver una película firmada por el kazajo Timur Bekmambetov, el firmante de esta fallida empresa y de horrores –y ya no me refiero solo precisamente por adscripción genérica- como GUARDIANES DE LA NOCHE –su pasaporte para la Meca-, GUARDIANES DEL DÍA, la nefanda ABRAHAM LINCOLN CONTRA LOS VAMPIROS  y algunas otros que –me da en la nariz- afortunadamente no conozco 

¿Qué pinta en la industria hollywoodense? ¿Qué hace apoyándole Tim Burton? Lo único decente que conozco de su filmografía es haber sido el productor de aquélla delicia animada de hace siete años titulada NÚMERO 9. Parece ser que algunos lo consideran un visionario, otros un renovador de atmósferas visuales. Para mí es un plasta… cinematográficamente hablando, se entiende. No tengo el gusto de conocerle… ni salvo que haya tenido un encontronazo personal me refiero jamás a los individuos en sí mismos.

Bueno, el desastre esta vez no es estrepitoso del todo pero lo roza con los nudillos. Pues ya casi a estas alturas de su recientísimo estreno se puede afirmar que va a ser uno de los grandes fiascos de la temporada… y tal vez de otras. Y es que esta vuelve a ser una demostración de ese estilo tosco, nada sutil, escasamente dramático, mareante  y trallero que le caracteriza… y que acaba agotándome hasta límites considerables.

Desde luego, esta comunión Paramount/Metro Goldwyn Mayer para desempolvar innecesariamente un nuevo “remake” de la popular novela del general –de la Unión- Lewis Wallace, que partía ya con la alargada sombra de su antecesora, la mítica producción de 1959, que ostenta el récord de Oscars -11- obtenidos,  junto a TITANIC y EL SEÑOR DE LOS ANTILLOS: EL RETORNO DEL REY, era firme candidata casi de partida a patinar de lo lindo, sobre todo cuando encima se decidió ponerla en manos del ya citado.

Sinceramente no sé por dónde comenzar para destriparles este ejercicio tontamente exhibicionista, aparatoso e injustificado. Quizás por algo que nunca comento y para mí resulta siempre un asunto siempre prescindible cuando abordo una crítica, el de la fidelidad literaria, que parece ser aquí mayor que en los precedentes. Pues como no me acuerdo con exactitud de la lectura llevada a cabo con apenas 15 años, no puedo serles en esto de mucha utilidad.

En lo que sí me mostraré aclaratorio, contundente y todo lo preciso que sea menester, es en manifestarles las reacciones generadas. Por ejemplo, durando 100 minutos menos que la protagonizada por un inolvidable Charlton Heston (que resulta aún más gigantesco comparándolo con la interpretación mortecina del nieto de John Huston, Jack), me parece infinitamente más interminable –de hecho con la otra, esto jamás me lo he planteado después de numerosas revisiones- y soporífera. Ya saben, lo breve no es necesariamente sinónimo de mejor, ni mucho menos. O cuanto menos, depende.

Sí, tal vez sea más política, pero su discurso acaba resultando obvio y sin ninguna especial chicha para el devenir de la trama.

Por supuesto, me resultaba más auténtico el cartón piedra de antaño que este hiperrealismo digitalizado de florero.

Y cómo además no me genera emoción alguna, cuando llego a la secuencia culminante -más tecnología inerte al canto-, la célebre e imprescindible de las cuadrigas, pese a reconocer la espectacularidad de algún puntual momentos, éstos me acaban dejando inerte, sin apenas reacción.

Luego está lo de un rastafari Morgan Freeman, que parece estar paseando el palmito por una Feria de Trajes de la Antigüedad. Ni él, pese a su grandeza, es capaz de insuflar aire o entusiasmo a este catálogo de bruscos saltos temporales que apelmazan más que aligeran la narrativa. O esa situación redención que parece más propia de un argumento de Corín Tellado.

El colmo es ya la cancioncilla del final (escuchada aparte puede valer, qué añoranza me entró del fabuloso compositor Miklos Rozsa), diríase que surgida de un concurso de La Voz en inglés o apropiada para una adaptación cualesquiera de material de Nicholas Sparks ¡La releche! Por no hablar de esa manera de contar precipitada, esos actores esfinge, esa incrustación teológica con el mismísimo Dios, en fin… Que esta vez, esta muestra “de espadas y sandalias”, como se conoce en el mundo anglosajón al subgénero, raya el fracaso de proporciones épicas o bíblicas. Pueden comprobar que este chascarrillo será uno de los comentarios más socorridos por parte de quienes nos dedicamos a esto, pero no por ello voy a privarme de utilizarlos.

¿Es intolerable entonces? Hombre, o mujer, pues no. Las he visto mucho peores este mismo año –todavía estoy recuperándome de CUERPO DE ÉLITE- y más teniendo en cuenta lo que les indicaba al principio, viniendo de quien viene. Advierto, y eso es relativamente valorable, ciertos atrevimientos o audacias formales (la batalla naval) y hasta temáticos, al mostrar a Judá como un colaboracionista del abusivo Imperio. También el hecho de que quien hace de Mesala, Toby Kebell no sale del todo malparado. Confiere ese aire turbio y despechado al romano adoptado y no aceptado de la manera por él deseada.

Poquito más da de sí. Insuficiente. El mero hecho de compararla con la obra de William Wyler resulta ofensivo.  

José Luis Vázquez