Director: Edoardo Maria Falcone
Intérpretes: Marco Giallini, Alessandro Gassman, Laura Morante, Ilaria Spada, Edoardo Pesce, Enrico Oetiker, Carlo De Ruggeri, Giuseppina Cervizzi, Alex Cendron, Fabrizio Giannini, Silvia Munguia
Sinopsis: Tommaso, un cardiólogo de fama, es un hombre de firmes creencias ateas y liberales. Está casado y tiene dos hijos. Uno de ellos, Andrea, prometedor estudiante de medicina, revoluciona a la familia cuando les anuncia que quiere hacerse cura.
Lo paso francamente bien con SE DIO VUOLE (SI DIOS QUIERE) y es una nueva demostración de cómo hacer de la sencillez virtud.
También vuelve a resultar una buena muestra de esa gran comedia italiana que, pese a que en los últimos años, reaparece a cuentagotas, todavía mantiene vestigios y señas de identidad de su esplendoroso pasado.
Su premisa argumental resulta ya de partida de lo más estimulante. Una familia atea recibe la noticia de que uno de sus vástagos quiere ser sacerdote. A partir de este momento se pone en liza un cuadro de personajes y cambios de identidades al servicio de una sátira parcialmente incorrecta, relativamente irreverente, que pone en solfa la hipocresía, la mentira, la falsedad de una clase entre media y burguesa, bastante habitual en el país transalpino y en Occidente en general.
De quienes afirman ser abiertos, democráticos, tolerantes o liberales y luego, cuando la vida los sitúa ante situaciones concretas, en su propio entorno sin ir más lejos, no ser tales. Dentro de esta línea, el exponente más redondo, concretado en un pasaje concreto, es aquél de LA GRAN BELLEZA en que Toni Servilio le da un revolcón literal a una de esas progres de comportamientos radicalmente burgueses.
Tal vez el hecho de dejar claro su mensaje, de que la amabilidad acabe superando a la negrura, lastre su definitivo alcance o la redondez del conjunto, pero aún así, ofrece los suficientes momentos de diversión y las dosis adecuadas de sátira y drama, para dejar patente sus buenas formas y hechuras, en este caso desde una agradecible modestia.
Presenta bastantes ocurrencias como para pasar un animado rato, las suficientes como para ensalzarlas aún más de la cuenta dado el yermo panorama que presenta el género en los últimos tiempos, aunque pierda un poco de gas en el último trayecto.
Factor decisivo para su eficacia es una feligresía de actores que tiran de oficio más que contrastado o de juventud profesionalmente exprimida. Desde los veterano Marco Giallini, excelente como ese cardiólogo malhumorado y arrogante, la muy atractiva Laura Morante o el digno sucesor de un progenitor mayúsculo en el oficio, Alessandro Gassman, hijo de Vittorio, hasta los menos avezados pero desenvueltos Ilaria Spada (la hija) y Edoardo Pesce (el yerno). Sumen una pequeña cohorte de esos espléndidos secundario que otorgan siempre loor y gloria.
Muy buen debut del guionista Edoardo Maria Falcone tras las cámaras, algo ratificado por el David di Donatello, el Oscar italiano, a la mejor opera prima. Además, los espectadores autóctonos han respondido, haciendo en taquilla una recaudación de unos cuantos millones de euros. Creo que con justicia, pues una de esas películas entendibles y disfrutables por un buen número de espectadores.
José Luis Vázquez