Director: Henry King
Intérpretes: Jennifer Jones, William Holden, Isobel Elsom, Richard Loo, Torin Thatcher, Murray Matheson, Jorja Curtright, Virginia Gregg
Sinopsis: Un corresponsal de guerra norteamericano (Holden) es enviado al este de Asia para cubrir la guerra de Corea (1950-1953). En Hong Kong, conoce a una bella médico euroasiática (Jones). A pesar de las dificultades que supone la diferencia de raza y cultura, entre ambos surgirá una apasionada relación.
Una de mis favoritas de todos los tiempos dentro del género romántico. No ha perdido un ápice de encanto desde su estreno, allá por 1955. Más de 60 años la contemplan.
¿Por qué ya no se hacen películas así? No creo que sea por una cuestión de capacidad o falta de talento, sino más bien del tiempo que nos toca vivir ¿Quién se atrevería hoy en día a incluir frase del estilo de “Tú eres delicado y no hay nada en el mundo que ser delicado”, o “Todas las mujeres enamoradas deberían tener un jardín secreto”, o “Recuerda que el insecto azul nos garantizó una vida y larga feliz”?
Pues miren, francamente, como a mí las modas siempre me la han –disculpen la expresión, habitual de un personaje televisivo que me repele- refanfinflado desde mi más tierna infancia, nunca dejaré de disfrutar, de gozar, de esta preciosa, “caduca”, “antigua”, maravillosa película romántica, o de amores, según prefieran. Una de mis tantas favoritas de la historia del cine. De las que encabezan la relación, sin duda de ningún tipo.
He perdido la cuenta de las veces que la he visto, tuve una copia en VHS y ahora la tengo en dvd y blu-ray, pero cada vez que descubro que comienza en cualquier canal que la emita, me quedó abducido ante el televisor. Así me sucede desde el comienzo, desde los títulos de crédito en brillante color y cinemascope, desde que suenan los primeros acordes de ese tema inmortal titulado EL AMOR ES ALGO MARAVILLOSO, coincidente también con el título original (y eso que en este caso el de LA COLINA DEL ADIÓS no chirría en exceso, pero nada que ver uno con otro), la divina melodía compuesta por Sammy Fain y Paul Francis Webster, cuando se oye el sonido de una ambulancia que se dirige hacia el hospital en el que trabaja la protagonista femenina, la doctora Han Suyin (el tan importante en la fecha de su estreno carácter antirracista reivindicador continúa teniendo vigennte pero carece de la repercusión obtenida en aquél momento), una siempre arrebatadora y fascinante –hay algo de etéreo en su evanescente rostro- Jennifer Jones, la misma de la sublime JENNIE.
La manera tan elegante que tiene de conocerse la pareja, en uno de esos refinados cocktails con cacatúas parlantes y convencionales señores muy bien vestidos, en este caso en la colonial Hong Kong, ya predispone para ver una historia de amor al estilo de las de antes, con ceremoniales, buenos modos, tratamiento de usted hacia la otra parte, respeto y mucha pasión contenida. Una delicia, vamos ¿La vida real? Esa tal vez sea otra cosa, o no, puede que actualmente los jóvenes que vean esto se partirán de risa, pero a mí siempre me gustó este tipo de tratamientos.
Pero no es por una concepción estética o –en el sentido más amplio y menos constreñido del término- “moral” por lo que me suelen fascinar este tipo de producciones, sino por lo exquisita, por lo bien hechas que están. La mejor maquinaria hollywoodense puesta al servicio de todos los elementos encargados de realzar un producto de estas características.
A propósito, ese innato sentido para colocar la cámara en el sitio preciso; la variedad de escenarios, exóticos o de interiores; el mimo visual con que eran tratadas las estrellas; esas direcciones artísticas propias de cuentos de hadas; esa amalgama de vestidos de todo corte y confección; esos guiones repletos de diálogos o de frases poéticas sin que sonaran jamás cursis o petulantes; la constatación de que el cine continuaba inventándose (con aportaciones como las anteriormente reseñadas, el ancho de pantalla, los nuevos tratamientos cromáticos) sin perder nunca como referencia lo que más importa, el ser humano. Para ser más claro, todavía no engullidos por la parafernalia digital que tantas veces oculta lo que de verdad importa, los sentimientos que desprenden autenticidad, alejados de imposturas. Aunque en este terreno que estamos viviendo, haya también ejemplos completamente salvables y reivindicables, como el reciente “remake” de EL LIBRO DE LA SELVA.
Es un cine con una pátina especial, otorgada por el paso del tiempo y por la manera de entender la vida, las cosas, la propia existencia.
Y me refería antes a Jennifer Jones, pero no pierdan de vista a uno de los actores más completos, dúctiles y seductores que dio la Meca del Cine. A William Holden, el de TRAIDOR EN EL INFIERNO, SABRINA, PICNIC, GRUPO SALVAJE e ingentes obras maestras más. Aquí, de nuevo pulcro, sensible, encantador, masculino, todo un perfecto compañero para un recorrido sentimental… más o menos duradero, según lo que te pueda deparar cualquier recodo del camino.
El exótico escenario en el que viven su romance, el mismo en el que posteriormente viviría otro intenso con Nancy Kwan en esa otra joya que es EL MUNDO DE SUZIE WONG, ese árbol símbolo de un amor indestructible, son otros añadidos a una película que no da tregua al aburrimiento, siempre que uno esté dispuesto a dejar mecerse por sus tiernas, arrulladoras imágenes.
Como colofón esa canción que no deja de sonar (indiscutible Oscar, así como el de la banda sonora firmada por Alfred Newman, un tercero fue a parar al vestuario de Charles LeMaire) y que hace ya décadas que la tengo incrustada en el alma… sí, el amor es algo maravilloso, si no nos dejamos vencer por la abulia, por el escepticismo, por el descreimiento, y siempre sabiendo que el real está lleno de permanentes imprevistos y espinas. Pero esto es cine, una visión tal vez engañosa e idealizada de lo que debería ser, o por lo que deberíamos luchar con todas nuestras energías y la mejor –pero de verdad- de las disposiciones.
José Luis Vázquez