Director: Santiago Mitre
Intérpretes: Dolores Fonzi, Oscar Martínez, Esteban Lamothe, Cristian Salguero, Verónica Llinás, Laura López Moyano
Sinopsis: Paulina es una joven abogada que regresa a su ciudad para dedicarse a labores sociales. Trabaja en un programa de defensa de los derechos humanos en zonas humildes de la periferia de la ciudad. Tras la segunda semana de trabajo, es interceptada y atacada por una patota. Remake del clásico del cine argentino del mismo nombre, que en 1961 dirigió Daniel Tinayre, con Mirtha Legrand como protagonista.
Más que un “remake” viene a suponer una relectura del mini clásico argentino LA PATOTA de Daniel Tinayre, protagonizada en 1961 por Mirtha Legrand. Lo que en aquella era un alegato religioso, aquí lo es político. Su director, Santiago Mitre, más que sorpresa me provoca perplejidad, y no ya tanto por su punto de vista, supuestamente amplio, abierto y comprometido, generador de debate y confrontación, sino porque la manera de hacerlo no me parece precisamente convincente, ni tan siquiera verosímil. Lo fatigosamente meditabundo, lo “naif” inclusive y hasta las actitudes gratuitas se acaban imponiendo para mi deformado gusto y mi baqueteada sensibilidad.
Por momentos me acaba sintiendo ajeno a esta propuesta, igual debido a prejuicios morales o “ideológicos”, me acaba resultando demasiado discursiva y escasamente clarificadora. Ya, ya sé que la vida no es una cuestión muchas veces de buenos y malos, ni de buscarle explicación a conductas opuestas, eso seguramente buscan sus dos guionistas (Mitre uno de ellos), pero a lo que sí le concedo importancia es que ese prudente estilo con el que está recubierto me provoque enganchón, cosa en esta ocasión no lograda del todo, tan solo parcialmente, en momentos aislados. Desde luego, la incomprensión del padre de la protagonista es la mía también. Estas culpas “redentoras” de los males de quienes nos gobiernan, de la violencia institucionalizada sobre las clases menos favorecidas, me chirría en exceso.
Aparte, ese buenismo actual, latente en sectores diversos de las sociedades occidentales, heredero directo del relativismo o cierto pseudo progresismo, comienza a generarme cansancio. Esta película podría ser otra muestra más. Por supuesto, mis respetos y saludable discrepancia con quienes no compartan mi reflexión, faltaría más, ellos pensarán lo mismo respecto a mis cuitas.
De buena parte de mis colegas ha recibido múltiples alabanzas en buena medida no compartidas, desde que supone “una lección de justicia social” hasta que resulta de lo más “provocadora” y otras tantas virtudes que yo tan solo comparto puntual y parcialmente. Entre ellas, las interpretaciones, la interpretación más bien, o una innegable habilidad mediante planos-secuencia, en algún momento un tanto agotadores e innecesarios, para mantener la tensión dramática.
En el primer apartado, destacar el enorme y contenido trabajo de Dolores Fenzi, que traslada perfectamente las intenciones de su guionista y director, al situarlo en una encrucijada desconcertante para quienes la rodean.
La secuencia sobre la que pivota el asunto central reconozco que está bien resuelta, de una manera seca, sin exhibicionismos de ningún tipo, suficientemente informativa como para entender el conflicto en todo su dramatismo.
Esta propuesta de innegable intencionalidad parabólica no me deja especial huella… aunque le reconozca méritos, más bien me transmite frialdad, algo de lesa importancia dado el furibundo material que contiene entre sus pliegues.
José Luis Vázquez