Director: Asier Altuna
Intérpretes: Iraia Elias, Kandido Uranga, Klara Badiola, Ander Lipus, Manu Uranga, Amparo Badiola, Nagore Aranburu
Sinopsis: Una historia familiar. El conflicto entre lo urbano y lo rural, entre pasado y presente, padres e hijos. Dos formas opuestas de entender la existencia, y una abuela que observa el mundo desde el más elocuente de los silencios.
Tras LOREAK (FLORES), primera película hablada en euskera que representará el próximo año a España como candidata al Oscar a la mejor producción de habla no inglesa, llega ahora a la pantalla grande otra respetable muestra ambientada en esos entornos y con la firma de un creador igualmente autóctono (en este caso Asier Altuna), ésta un escalón artístico por debajo de aquélla.
Posee muy buenas intenciones aunque vuelva a escarbar en algo tan recurrente como el enfrentamiento generacional/cultural y en un mundo que se extingue, en este caso referido a la propia comunidad vasca; también muestra una estética de elaboradas imágenes, no sé si con ánimo poético/artístico, pero en cualquier caso apreciable, aunque definitivamente, le acabe faltando la tensión requerida por el conflicto expuesto.
Además, la familia y el relevo generacional, lo tradicional enfrentado al progreso, tiene aquí una plasmación a veces demasiado obvia, sobre todo cuando recurre a un simbolismo un tanto gratuito o innecesario. Lo que pasa es que el director maneja con destreza la cámara y mediante un ritmo pausado extrae petróleo de un guion un tanto lineal y sin aristas.
Se queda en una intentona meritoria, pero de alcance limitado, en la que el punto culminante, la asunción del patriarca de su arcaico comportamiento y de su cerrazón afectiva, me parece de escaso fuste. Me refiero a ese momento en que el arte le hace ver la luz al personaje, el que se supone el detonante para limar asperezas entre padre e hija… y no seré más explícito para no chafar nada.
Muy bien los actores, todos ellos, auténticos, genuinos en su locuacidad alguno o en su laconismo el resto, en especial Kandido Uranga como preservador de las costumbres y el apego a la tierra. Klara Badiola es una autista abuela de leve y significativa expresividad emocional, eslabón de un pasado callado y un presente que se presenta mucho más libre respecto a férreos sometimientos y a inamovibles atavismos.
Como se viene a sugerir en un momento concreto, 80 generaciones de abuelas que emparentarían con el Neolítico tienen que servir para evolucionar en cuanto a actitudes y comportamientos, agradezco que ello sea expuesto sin excesiva petulancia y sin retórica.
Pese a los peros detallados, apreciable.
José Luis Vázquez