viernes, 27 de junio

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Estreno en Royal City

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Oda a mi padre ()

Director: JK Youn

Intérpretes: Hwang Jeong-min, Kim Yunjin, Oh Dal-su, Jung Jin-young, Jang Young-nam, Ra Mi-ran, Kim Seul-ki, Stella Choe

Sinopsis: En diciembre de 1950, cuando comienza la guerra de Corea, un niño tiene que separarse de su padre, pero en la despedida él le promete cuidar de su familia. Pasan los años, pero nunca olvidará la promesa.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 4 estrellas

Generalizando, que ya saben que es gerundio, el cine asiático suele ofrecer unas cuantas afortunadas sorpresas cada temporada. Esta epopeya intimista, familiar y rompe taquillas (14 millones de espectadores la han contemplado en su país de origen) es una de las de 2015.

Dotada de una agradable y en parte sorprendente mixtura de tonos, que van desde el candoroso hasta el melancólico, pasando por el evocador (contrapunteado en tramos concretos por una banda sonora que lo recalca aún más y que remite a la magnífica partitura compuesta por Morricone para CINEMA PARADISO), el emotivo, el festivo y el algo bufo, tal vez este último un tanto reforzado por un doblaje inadecuado, al igual que por la singular expresividad mostrada por aquéllas latitudes.

Como indica su título, trata fundamentalmente de un tributo a la memoria paternal y un homenaje a toda una generación, como tantas otras dispersadas a lo largo de la historia y del mundo, que hizo del sacrificio y el padecimiento sus señas de identidad. Narra la separación de una familia como consecuencia del conflicto bélico surgido en plena Guerra Fría en Corea que acabaría fraccionando el país en dos partes.

“Creo que he madurado tanto que podría empezar otra vida”, espeta hacia el final su protagonista, un ya envejecido Deok-Su, el verdadero sostén de este relato de generosidad, compasión, esfuerzo, perdón y superación. Valores que algunos tal vez consideren rancios, pero que considero que jamás pasan de moda.

Estas emociones están expuestas de manera muy intensa, gráfica, saltarina inclusive, a flor de piel, pues cada cultura tiene sus propias particularidades. Pero esa es, al fin y al cabo, una de las gracias de la vida, pues los sentimientos, se revistan como se revistan, resultan siempre universales.

No han sido escasos colegas (Jordi Costa, Daniel de Partearroyo, etc.) han establecido una comparación, nada disparatada ni gratuita, con la maravillosa FORREST GUMP, pues ambas cuentan la historia de una vida a lo largo de una época de profundos y convulsos cambios sociales. Por supuesto, este es un Forrest Gump autóctono, vuelo inicial de la mariposa incluido y que en la de Zemeckis si recuerdan era una pluma. También en el espíritu de sacrificio de ese hijo que fÍa su existencia a honrar a su padre, se pueden detectar rastros del George Bailey de ¡QUÉ BELLO ES VIVIR!

Su estructura narrativa también está fragmentada en diferentes estampas, episodios, segmentos o como prefieran denominar que acaban mostrando en primer término o de fondo, grandes acontecimientos históricos en los últimos 65 años del continente asiático, centrados preferentemente en lugares en torno al Paralelo 38.

A la manera en exponer todo ello, sobre todo en su parte final, cuyo clímax sería el pasaje del Programa de Reunificación Familiar, se le ha imputado pornografía lacrimógena, algo que sin dejar de ser cierto, no me parece reprochable. Las lágrimas, cuando son provocadas mediante un uso legítimo de recursos y con estilo, me parece siempre de lo más respetable… y catártico.

Todo está muy bien empaquetado por parte de su director, JK Youn (SEX IS ZERO, HAUENDAE), que muestra virtuosismo no precisamente fútil con la cámara, en concreto con la espectacular secuencia que arranca la película, la evacuación de refugiados de Hungnam, algo que inevitablemente nos induce a conectar con el tiempo presente, con lo que estamos viviendo en Europa con la llegada de refugiados sirios, afganos y de otros países de Oriente Próximo.

Sensible, acertado trabajo también de la pareja protagonista, Hwang Jung-Min y Yunjim Kim, los esposos amantísimos, tanto manifestando alegría, dolor, afecto, renuncia o dando saltitos.

Un ritmo vivaz, siempre ascendente y un generoso y bien aprovechado presupuesto acaban de completar las virtudes de este arrasador drama que ha tocado las fibras de un pueblo, de una sociedad, no por remota en cuanto a kilómetros, perfectamente identificable por parte de cualquiera. Algún trazo esquemático o torpeza expositiva no anulan su muy buen saldo final.

 

José Luis Vázquez