Director: Camille Delamarre
Intérpretes: Ed Skrein, Loan Chabanol, Ray Stevenson, Lenn Kudrjawizki, Tatiana Pajkovic, Radivoje Bukvic, Mikael Buxton, Cédric Chevalme, Samir Guesmi, Mathieu Lardot, Robbie Nock, Anatole Taubman
Sinopsis: En los bajos fondos de Francia, Frank Martin (Ed Skrein) es conocido como «Transporter», el mejor conductor y mercenario que se puede comprar con dinero. Frank se rige por tres simples reglas: sin nombres, sin preguntas y sin renegociaciones, y transporta cualquier cosa por el precio adecuado. Hasta que conoce a la misteriosa mujer fatal llamada Anna (Loan Chabanol), que lidera un grupo de mortíferos asaltantes y que no se detendrá ante nada con tal de acabar con una despiadada banda rusa de traficantes humanos. Anna sabe que Frank es el mejor en su trabajo y, para asegurarse su colaboración, mantiene rehén a su padre (Ray Stevenson). Ahora, padre e hijo se verán obligados a trabajar con Anna para llevar a esta peligrosa banda ante la justicia.
Hace tiempo que he llegado a la conclusión, aunque a veces no lo ponga en práctica, que es conveniente dosificar su tiempo de lectores y el mío de escribiente, en aras también de guardar sagrado espacio digital para otros títulos o cuestiones, respecto al cine de saldo como éste. Voy a intentar cumplirlo esta vez y ser algo que parece –prometo algo de enmienda- atentar contra mi propia naturaleza: sintético, breve.
TRANSPORTER LEGACY es un ejercicio mimético e inane al servicio aún más mercantilista que sus antecesoras, tres entregas de uno de los escasos franquiciados que no lleva copyright estadounidense, sino en este caso francés. Y con un hacedor principal, Luc Besson, que pese a no haber dirigido ninguna de las cuatro entregas, siempre se ha encargado detrás de supervisar el cotarro y participar siempre en el guión y en la producción. Esta vez delega en otro subalterno o probo funcionario que sigue fiel las pautas de especialistas en coreografías y persecuciones, como es el caso de Camille Delamarre. Anteriormente, se había encargado la firma, respectivamente, a Corey Yuen, Louis Leterrier y Olivier Megaton.
Pues eso, no hay chicha en la que rascar. Sus auto guiños y auto referencias suponen más bien un estorbo. Por supuesto, no engaña, no camufla nada de lo ya visto, si acaso lo amplifica. Las secuencias de acción son aún más exhibicionistas, reconociendo eso sí, que una de ellas, la del aeropuerto, es verdaderamente llamativa. Precisamente por este momento he dudado sobre la calificación a otorgar. Está claro que los chicos de efectos y los encargados de coordinar los “bailes” automovilísticos son los únicos que podría destacar de entre todo el staff.
Un defecto fundamental es el relevo del protagonista, ya que el elegante jeta Jason Statham da paso a su compatriota Ed Skrein, el Daario Naharis de JUEGO DE TRONOS, pues en detrimento del carisma del primero resulta además excesivo –tal como han apuntado varios colegas- en su muestrario de morritos y posturitas. En cambio, Ray Stevenson como padre biológico del protagonista, despliega encanto.
Ni provoca repelús ni, al menos en mi caso, adhesión de tipo alguno.
José Luis Vázquez