Director: Alan Taylor
Intérpretes: Emilia Clarke, Arnold Schwarzenegger, Jason Clarke, Jai Courtney, J.K. Simmons, Dayo Okeniyi, Lee Byung-Hun, Matt Smith, Michael Gladis, Sandrine Holt, Natalie Stephany Aguilar, Teri Wyble, Brett Azar, Starlette Miariaunii, Nolan Gross
Sinopsis: Año 2032. La guerra del futuro se está librando y un grupo de rebeldes humanos tiene el sistema de inteligencia artificial Skynet contra las cuerdas. John Connor (Jason Clarke) es el líder de la resistencia, y Kyle Reese (Jai Courtney) es su fiel soldado, criado en las ruinas de una postapocalíptica California. Para salvaguardar el futuro, Connor envía a Reese a 1984 para salvar a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator programado para matarla con el fin de que no llegue a dar a luz a John. Pero lo que Reese encuentra en el otro lado no es como él esperaba...
Miren que me sacudió y me gustó el primer TERMINATOR, el fetén, el de 1984 de James Cameron, todo un acontecimiento en la que ya era en aquel tiempo una intensa, adictiva vida cinéfila por mi parte; o si me apuran, en la referida en su más amplio sentido del término, pues para mí la gran o pequeña pantalla ha sido siempre un elemento fundamental en mi existencia, un alimento vital… o soma que diría Orwell.
Pero eso fue hace más de treinta años. Esta innecesaria secuela ha hecho caer a la saga hasta simas de lo más abisales. No creo que el bueno de Schwarzenegger mereciera este remiendo, aunque supongo también que su chequera habrá engrosado. Lo más agradable que puede decir sobre la misma es que me resulta pesada, reiterativa, atronadora hasta la extenuación, larga y aburrida.
¿De verdad hacía falta hacer esto? Si respondemos al exclusivo criterio desproporcionadamente mercantilista que anida en algunos ejecutivos hollywoodienses actuales tiene su evidente explicación. Pero en esta ocasión ni amparándose en ello cuenta con justificación alguna.
El guion es pobretón y confuso, muestra permanentes síntomas de un mimetismo respecto a sus precedentes –incluyo a sus posteriores secuelas-, acaba revelándose de lo más ramplón y falto de imaginación. Pero todo desprende un molesto déjà vu sin sustancia, no genera impacto alguno ni nada que pudiera ser rescatable.
Arnold se arrastra en esa doble “filigrana” interpretativa y el resto de corifeos siguen sosamente su paso gastado y cansino. A demasiado mecánico me suena todo, a chatarra mental, a ausencia de ideas por cualquier costurón o fotograma que elijan.
Discúlpenme, no me apetece seguir bramando mucho más sobre el asunto, pues no puedo evitar ponerme en un papel que detesto, el típico de los de mi gremio, el de enfant terrible y criticón. Y les soy sincero, no me gusta, no lo disfruto. Lo que me apetecería siempre sería es hablarles de las películas que amo, de la prodigiosa DEL REVÉS (INSIDE OUT), por ejemplo. Supongo que mi atipicidad puede que contraríe a más de uno, ahíto de hacer sangre o aplaudir el vómito. No es mi caso, no va conmigo ser desagradable aunque a veces no me quede otra y no evite dar cera, pulir cera. No dudo, ¿y quién soy yo además para cuestionarla?, de la profesionalidad de todos los que hayan acometido esta empresa, pero a mí en este caso, y conste que me chifla el género, tal como decía Peret en una de sus canciones más populares, esta vez… ni fu ni fa… tirando extremamente a fu… o a fa, según como lo quieran contemplar.
José Luis Vázquez