sábado, 26 de abril

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Estreno en Royal City

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Los puentes de Madison ()

Director: Clint Eastwood

Intérpretes: Meryl Streep, Clint Eastwood, Annie Corley, Jim Haynie, Victor Slezak

Sinopsis: La apacible pero anodina vida de Francesca Johnson (Meryl Streep), un ama de casa que vive en una granja con su familia, se ve alterada con la llegada de Robert Kincaid (Clint Eastwood), un veterano fotógrafo de la revista National Geographic, que visita el condado de Madison (Iowa) para fotografiar sus viejos puentes. Cuando Francesca invita a Robert a cenar, un amor verdadero y una pasión desconocida nacerá entre ellos.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“No quiero necesitarte porque no puedo tenerte” (Robert Kincaid/Clint Eastwood)

 

Si proclamo contundente que Clint Eastwood es uno de mis tres directores favoritos de toda la historia del cine, tras John Ford y Billy Wilder, y si LOS PUENTES DE MADISON me parece uno de sus trabajos más indiscutibles, creo que poco de lo que les pueda contar a continuación, por muy exagerado que parezca, les sorprenderá.

Tendría que remitirme a mi primera incursión en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, un evento al que me propulsó asistir saber que el propio Eastwood iba a presentar su película en persona. Finalmente para gran desilusión mía y de tantos, no pudo asistir debido a motivos profesionales, pero envió un vídeo de lo más reparador. En cualquier caso, aquella fue una edición memorable en cuanto a asistencia de estrellas y grandes títulos.

Para mí la película de aquella cita, que no se presentaba a concurso, fue sin duda ésta (también BRAVEHEART, eh, y me pareció preciosa UN PASEO POR LAS NUBES). Y entendí perfectamente por qué para el actor, director, productor y músico californiano BREVE ENCUENTRO era su película favorita. Pues me di cuenta que lo que acababa de contemplar era una versión, convenientemente remozada y puesta al día, de la obra maestra de David Lean.

Lo que nos cuenta es una historia de amor como hay pocas iguales. El encuentro de dos almas gemelas solitarias, cada una a su manera, y la descarga amorosa que se produce entre ellos durante cuatro días que quedarán indeleblemente grabados en ambos para el resto de sus días, diría más, les darán sentido a sus vidas. Romanticismo en estado, depurado, sin aditamentos ni molestos adornos, en carne viva.

Apela al eterno debate de la razón, de lo adecuado, y del corazón. Lo sintetiza en una secuencia única, magistral. Un tipo empapado por la lluvia y el agarrador de la puerta de un automóvil a cuyo lado se puede encontrar la felicidad plena… durase lo que durase. Portentosa escena, de las más grandes vistas en una pantalla.

Todo esto envuelto en una música de jazz penetrante y en momentos de emocionante intimidad. Un discreto movimiento de “travelling” circular rodeando a los amantes mientras bailan, con la voz grave, profunda e intensa de Johnny Hartman sonando de fondo vale más que mil doctorados en audiovisual. Con los años me he dado cuenta que Eastwood hizo esta película cuando debía, en el momento oportuno, en plena madurez personal y creativa. Cuando ya se había convertido no solamente en un cineasta virtuoso desde el más absoluto de los clasicismos, sino en un tipo lúcidamente comprensivo con las debilidades y lo mejor que el ser humano lleva dentro, su capacidad de amar.

Meryl Streep, con la que se impone más que nunca escucharla con su voz original y un Eastwood especialmente conmovedor en su sobriedad, en su más que expresiva economía gestual, interpretan a la pareja protagonista.

Episódicamente, figuran un marido que es buena persona y que probablemente acabe intuyendo algo de lo que le sucede a su esposa aunque no haga preguntas, y unos hijos zongolotinos que al final de la historia acaban mostrándose más comprensivos y mejores personas después de ir leyendo el testimonio escrito de su madre, acaban entendiendo que los hechos no se puede juzgar alegremente, que hay que escuchar a los demás, que conviene saber los puntos de vista, conocer, indagar en la vida de los demás sin resultar entrometido, a gente que actúa de diferente manera y a la que no se la puede descalificar caprichosamente.

Adoro hasta la extenuación LOS PUENTES DE MADISON, la llevo adherida a la piel. Adoro su romanticismo embriagador y alejado de cualquier impostura o superficialidad, su elegante pasión abrasadora, su estudio del ser humano y de los mejores sentimientos que podemos desprender, la hondura y a la vez liviandad con las que nos es contada y sintetizada una historia mayúscula del corazón, la protagonizada por dos seres humanos cálidos, acogedores, afectuosos, responsable la una, independiente el otro.

Ya se ha dicho casi todo de esta película, es difícil sorprenderles con algo diferente. Lo único con lo que puedo apostillar este comentario es decirles que yo tampoco olvidaré aquél 15 de septiembre del 95, una fecha para enmarcar, en la que no pude ver hecho realidad uno de mis sueños más anhelados, conocer a uno de mis dioses del Olimpo cinematográfico, pero que me fue permitido contemplar en primicia algo tan sumamente bello, delicado, resplandeciente y emocionante como esto.

Siempre permanecerá en un lugar privilegiado de mi memoria mientras ésta me continúe respondiendo.

José Luis Vázquez