viernes, 9 de mayo

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Estreno en Royal City

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Mandarinas ()

Director: Zaza Urushadze

Intérpretes: Lembit Ulfsak, Giorgi Nakashidze, Misha Meskhi, Elmo Nüganen, Raivo Trass

Sinopsis: En 1990, estalla la guerra en una provincia georgiana que busca la independencia. Ivo, un estonio, decide quedarse, a diferencia del resto de sus compatriotas, para ayudar a su amigo Margus con la cosecha de mandarinas. Al comenzar el conflicto, dos soldados resultan heridos delante de su casa, e Ivo se ve obligado a cuidar de ellos.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 4 estrellas

En un momento determinado, el protagonista de esta, en su simplicidad, sorprendente producción estonio-georgiana, exclama en su versión doblada “el cine es una estafa”. Tal vez constituya toda una declaración de principios por parte de su máximo responsable, de por dónde va el cine que a él le interesa, alejado de cualquier adorno o exageración, no digamos ya sofisticación digital, apelante en todo momento a la más estricta y elogiable verosimilitud.

Lo que cuenta, lo que resulta ser MANDARINAS, es una proclama antibelicista desde la más absoluta de las austeridades narrativa y formal. Un discurso tantas veces contemplado en la gran pantalla, desde lo más trágico –SENDEROS DE GLORIA- a lo más suavizado –FELIZ NAVIDAD- pasando por lo más picaresco y fallero, caso del Berlanga de LA VAQUILLA.

Aquí adquiere significación propia por la honda modestia de su propuesta. Y si, inicialmente, puede provocar cierto repelús por su ritmo parsimonioso, poco a poco, mientras va indagando  y penetrando en el estudio de sus cuatro personajes principales, casi sin que me dé cuenta, éstos van calando según va aflorando su humanidad y un humor de manifiesta sobriedad, casi imperceptible, muy propio parece ser de las latitudes retratadas.

El guionista y director georgiano Zaza Urushadze, cuyos anteriores trabajos no me consta que hayan sido estrenados en España, se sitúa en un pequeño territorio y en el marco reducido de una casa rural, enclave por el que deambulan  a unos individuos marcados por el odio y la guerra, que van progresivamente tomando consciencia de que el  ser humano está por encima de cualquier otra consideración.

Para situarles más, informar que está anclada en pleno conflicto abjasio, el entablado entre la ex república soviética de Georgia y los independentistas de una de sus regiones. Un soldado de la primera y un mercenario checheno son los detonantes del conflicto dramático. Un carpintero que construye cajas para que un amigo pueda guardar su cosecha de los cítricos que otorgan título y también éste, constituyen a racionalidad, la civilización, el contrapunto a la barbarie, el reflejo de los mejores sentimientos que anidan en nuestra especie, de sus aspectos más nobles, racionales y sensatos.

Resulta admirable cómo siendo concebida con dos euros –es un decir, pero no se crean que dista mucho de ello- o antiguas coronas, la que fuera moneda oficial de Estonia antes de dar el salto a la única de la zona euro bajo la que nos cobijamos mucho (de esa república báltica, también  bajo el yuto soviético durante muchas décadas, procede esta singular y atípica muestra), se es capaz de narrar en estos tiempos tan ostentosos y exhibicionistas cinematográficamente las cosas recurriendo  a pinceladas cotidianas –puede que exasperantes para algunos- y a sentimientos lacónicamente intensos.

Trata, igualmente,  sobre otros asuntos universales, como es el de mostrar dignidad ante cualquier conflicto extremo o diario en nuestras vidas. Agradezco que para ello Urushadze tire de una planificación que tire de encuadres meticulosos y detallados que sacan a la luz lo mejor –también  lo peor- de la especie.

Lembit Ulfsak es el actor que da vida a ese individuo compasivo e íntegro que trata de tender puentes entre enemigos y opuestos. Está perfecto, tan creíble y realista como lo es la película de cabo a rabo.

No comparto que sea esa obra suprema que muchos han visto, pero tiene un valor considerable y constituye un más que valioso ejemplo de cinematografías marginales como las puestas en liza que, dadas sus limitaciones industriales y de otro tipo, apenas frecuentan la cartelera española. Fue una de las cinco nominadas como mejor producción de habla no inglesa en 2015.

Merece mucho la pena que reparen en ella, salvo que tan solo inviertan en “blockbusters” de exclusiva traca y estruendo, alejados de historias contadas a fuego lento y casi entre susurros, como es el caso. 

José Luis Vázquez