Director: Michael Cacoyannis
Intérpretes: Anthony Quinn, Alan Bates, Irene Papas, Lila Kedrova, Sotiris Moustakas, Anna Kyriakou, Eleni Anousaki, Yorgo Voyagis, Takis Emmanuel, Giorgos Foundas, George P. Cosmatos
Sinopsis: Un joven escritor inglés viaja a Creta para tomar posesión de una pequeña propiedad que ha heredado. En el viaje conoce a Zorba, un hombre de carácter vitalista y de costumbres primitivas, que ejerce sobre él una gran influencia.
Eurípides y Esopo entremezclados, dándose la mano, participando en comunión de la danza y el ritual de la vida, del Carpe diem! más literal, eso me resulta, y muchas cosas más claro, esta obra maestra norteamericana de la Fox de 1964 dirigida, producida, escrita y montada por el cineasta heleno Michael Cacoyannis, tal es transcrito el nombre en grafía anglosajona de Mihalis Kakogiannis.
Supone el encuentro entre dos culturas, entre dos opuestos, entre dos formas de concebir la existencia que se acabarán fundiendo, o más bien, succionando una a la otra a través de su arrolladora energía, de su “desarmante” filosofía vital, de sus exultante ganas de rugir al mundo… sensaciones que son las que siempre me acaban embargando cada vez que la contemplo, unas enormes e irresistibles ganas de aferrarme a este mundo pese a contrariedades mil.
Y conste que la historia, como era de suponer ambientada en el lugar que está, no nos ahorra tragedia. Dos momentos resultan culminantes al respecto: un atroz asesinato y la rapiña ante una muerte inminente. Constatación, demostración y conclusión feroz de viejas tradiciones de zonas rurales, de ignorancia asociada a pobreza, de actitudes atávicas y ancladas en un pasado represor, de ancestrales arpías, de pueblo pueblerino, de oscuridad mental.
Pero junto a esta cara b de la moneda, existe otra cuyo fulgor acaba cegando afortunadamente a la otra. Expresada en ese sirtaki que dos hombres “desnudos” de todo bagaje y lastre que no sean sus propios buenos sentimientos y su mejor disposición, bailan en una playa cretense tras un luminoso fracaso.
El gran Zorba, un impresionante y vitalista Anthony Quinn (no me extraña que el gobierno le otorgara la ciudadanía pues elevó a excelencia el arquetipo autóctono), ejerce como fabulador y filósofo de incontestable lucidez. Su proclama acerca de que “la vida es problema, sólo la muerte no lo es, vivir es liarse la manta a la cabeza y buscarse problemas”, no puede resultar más esclarecedora.
Por eso, esa frase epilogar de “¿Eh jefe, vio alguna vez un desastre más clamoroso?” se acaba revelando como santo, seña y estandarte de una película de la que se puede extraer algo muy sencillo pero de una contundencia sin réplica: "vívase" siempre como si fuera la última vez.
ZORBA EL GRIEGO (ZORBA THE GREEK) que transcurre en una de las islas más emblemáticas del mar Egeo, huele a Mediterráneo, a luz en las tinieblas, a sabiduría vital, a aprendizaje, a inmejorable manual para remontar la adversidad… a esas resplandecientes ganas de vivir a las que me refería al comienzo de mi reseña.
Les aseguro que sus personajes son de los que no se olvidan, desde ese llena pantallas y llena corazones de Zorba hasta el inicialmente rígido y encorsetado Basil (impecable Alan Bates), del cual iremos a asistiendo a su paulatina e imparable transformación. Vividor e intelectual armonizando en un entorno –nunca mejor dicho- mitológico.
O esas dos damas que reflejan valores si no contrarios, sino divergentes, pero complementarios en lo esencial, en las ganas de ejercer su libertad sin inmiscuirse en la vida de los demás. Bella, enigmática, joven, melancólica, solitaria, cautivadora una; alegre, nostálgica, irrenunciablemente soñadora, veterana la otra. Encarnada la primera por esa eximia actriz de inequívocas raíces llamada Irene Papas. La segunda por una rutilante Lila Kedrova, justísimo Oscar de la Academia.
Siete fueron sus nominaciones a las estatuillas doradas, entre las mismas a mejor película y director, cosechando finalmente tres, la ya citada, a la mejor fotografía en blanco y negro Walter Lassally y a la dirección artística. Si le hubieran dado todos o más, nada que reprochar.
En su traslación a la gran pantalla, resultó fundamental el material literario servido por Nikos Kazantzakis a través de su novela VIDA Y AVENTURAS DE ALEXIS ZORBAS. Y desde luego, apostaría lo que fuera, a que son mayoría a los que persigue y perseguirá desde el instante en el que se contempla ese inolvidable tema musical que compusiera Mikis Theodorakis.
De las de toda la vida. Un valor siempre seguro si necesitan ponerse las pilas en todos los aspectos.
José Luis Vázquez