Director: Don Siegel
Intérpretes: Charles Bronson, Lee Remick, Donald Pleasence, Tyne Daly, Alan Badel, Patrick Magee, John Mitchum, Sheree North
Sinopsis: Con la colaboración de un agente de la CIA, un ex agente estalinista de la KGB intenta desprogramar a los americanos que han sido víctimas de un lavado de cerebro, pero los rusos tratarán de frustrar la operación.
El bosque es hermoso,
oscuro y frondoso
pero tengo promesas que cumplir
y mucho que andar antes de dormir.
Recuerda, mucho que andar antes de dormir. (Poema de Robert Frost)
Lamento el olvido en el que ha caído el último tramo de la etapa profesional del extraordinario cineasta Don Siegel, verdadero mecenas e inspirador del estilo de Clint Eastwood, con el que trabajaría en numerosas ocasiones, hasta el punto de convertirse en su actor fetiche, aprendiendo éste mucho de aquél en esos encuentros. Me refiero al período comprendido tras HARRY EL SUCIO, en 1970, y su último trabajo once años después, JINXED!, no estrenado en España y desconocido por este cronista, con la única excepción del aclamado tanto por crítica y público FUGA DE ALCATRAZ (de nuevo con el de Carmel bajo sus órdenes, en la que constituiría la última colaboración entre ambos).
En ese período dirigió títulos tan estimables, algunas estupendas, como LA GRAN ESTAFA, EL MOLINO NEGRO, el testamentario EL ÚLTIMO PISTOLERO, GOLPE AUDAZ y este emocionantísimo y repleto de intriga y tensión TELÉFONO, filmado justamente antes que el citado de ALCATRAZ.
Tal vez no resultó inicialmente beneficioso que al frente del reparto figurase el hierático –muy buen secundario o característico por otra parte, eficaz siempre- Charles Bronson, a la sazón protagonista mayoritariamente de producciones para su exclusivo lucimiento como implacable justiciero o vengador de las calles de grandes ciudades estadounidenses. Supongo que también el hecho de suponer un exponente tardío de la Guerra Fría pudo provocar desdén, o directamente rechazo, por parte tanto de compañeros de la crítica como de espectadores.
El caso es que tanto en el momento de su estreno como casi cuarenta años despúes, continúo como considerándolo como un ejemplo modélico, una “master piece” en toda regla del cine de espías y de tensión in crescendo, digno de poder haber sido filmado por el mismísimo Hitchcock, de otra película en este caso subvalorada –aquí por hacer gala de un anticastrismo que tanto molestaba a los opinadores progres y que al cabo de los años le ha venido a dar la razón- y excelente del maestro, tal como es TOPAZ.
Con respecto a ésta, TELÉFONO disfruta de un argumento más rocambolesco y atrevido en cuanto a realismo. Trata sobre esos supuestos durmientes que en un momento dado la KGB pudo haber introducido en los Estados Unidos para atentar en propio suelo o inmolarse llevándose a quién fuera por delante. Una disparatada leyenda urbana tan posiblemente creíble o no como cualquier otra ¿Quién podría haber vaticinado lo de los aviones estrellados contra las Torres Gemelas el 11-S?
Los encargados de diseñar esta trama fueron dos especialistas de los relatos tensos y rebosantes en acción en su sentido más genuino y menos pirotécnico: Stirling Silliphant, responsable del libreto de EN EL CALOR DE LA NOCHE y el que en aquellos años ya había dado el salto a la dirección Peter Hyams (CAPRICORNIO UNO, ATMÓSFERA CERO, LOS JUECES DE LA LEY, TESTIGO ACCIDENTAL), de hecho en principio estuvo previsto que la hubiera dirigido él.
Siegel imprime al ingenioso y perfectamente trenzado libreto un ritmo de enorme agilidad, que no decae ni un instante, manteniendo en todo momento la incertidumbre y las ganas de saber lo que va a pasar en la siguiente secuencia. No confundiendo jamás progresióno con esa acumulación o velocidad sin ton ni son que son distintivos habituales en el cine de este nuevo milenio. Puro cine setentero, vamos. Para mayor demostración o muestra, la contundencia y sequedad con la que la enfermera resuelve un jeringazo mortal.
Respecto al apartado interpretativo, al ya citado Bronson le acompañan secundarios de fuste (Alan Badel, Patrick Magee, la todavía consistente Sheree North), el inefable y excelente Donald Pleasence (regocijante en una situación puntual provisto de peluca rubia) y una señora del magnetismo y la belleza de los que todavía hacía gala una madurita Lee Remick, la otrora inolvidable co protagonista con Jack Lemmon de la excepcional DÍAS DE VINO Y ROSAS, o de las no menos RÍO SALVAJE y ANATOMÍA DE UN ASESINATO.
La banda sonora corrió a cargo de Lalo Schifrin, ajustándose perfectamente al espíritude de lo visto en pantalla, creando una partitura que genera inquietud y desazón.
A título anecdótico, informarles que el rodaje tuvo lugar en la gélida Finlandia, un lugar que podía recrear paisajes del en ese momento proscrito Moscú, asistiendo al mismo el posteriormente cineasta Renny Harlin, especialista en cine también de acción y en su caso de lo más palomitero.
Una ligera reflexión para ir finalizando. No se olvide que Siegel fue el responsable de la imprescindible, una de las diez mejores de la historia, serie B –de ciencia ficción- LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS, a los que de alguna manera aquí vuelve a extrapolar mediante esos ciudadanos a los que se ha lavado el cerebro, carentes de emociones y activados ante una orden superior. Teniendo en cuenta que el productor es James B. Harris, el de ESTADO DE ALARMA o ¿TELÉFONO ROJO? VOLAMOS HACIA MOSCÚ, no resulta nada ocioso advertirles sobre la perversidad que aloja su entramado. En cualquier caso, da lo mismo, en modo alguno va en detrimento del espectáculo proporcionado, más bien lo contrario, acaba enriqueciéndolo.
Como mínimo… entretenidísima. Una de las debilidades –compartida por quien escribe esto- del brillante Daniel Monzón, ya saben, el firmante de las más que notables CELDA 211 y EL NIÑO.
José Luis Vázquez