sábado, 26 de abril

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Estreno en Royal City

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Tú y yo ()

Director: Leo McCarey

Intérpretes: Cary Grant, Deborah Kerr, Richard Denning, Neva Patterson, Cathleen Nesbitt, Robert Q. Lewis, Charles Watts, Fortunio Bonanova

Sinopsis: Un elegante playboy y una bella cantante de un club nocturno se conocen a bordo de un lujoso transatlántico y surge entre ellos un apasionado romance. Aunque ambos están comprometidos (ella es la amante de un magnate y él se va a casar con una rica heredera), establecen un pacto antes de abandonar el barco: encontrarse en el Empire State Building en un plazo de seis meses si siguen sintiendo lo mismo el uno por el otro.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“El invierno debe ser muy frío para los que no tienen recuerdos cálidos”

 

De emociones en estado puro… de esa imprescindible materia están compuestas las películas del fabuloso cineasta estadounidense Leo McCarey. Eso sí, salpicadas siempre, de un intransferible y liberador sentido del humor.

Este “remake” dieciocho años después de un clásico original del propio autor, caso no muy habitual en la historia del cine (recuerdo en este momento al Cecil B. DeMille de LOS DIEZ MANDAMIENTOS), rodado en 1939, no sólo a está a su enorme altura, sino que incluso, en varios aspectos lo supera. Contó con la inestimable aportación del cinemascope y el color, lo que potenció todavía más las virtudes ya proporcionadas por el blanco y negro inicial.

Aun siendo el mismo responsable, no dejó de constituir toda una osadía este proyecto. En su gestación fue fundamental el apoyo del productor Jerry Wald bajo la batuta de la Fox.

Respecto a la primera versión, cuenta con numerosos cambios, como media hora más de metraje o más niños y colorido… y ya no me refiero al exclusivo de la emulsión luminosa.

Cuestión muy importante es el guion firmado por los mismos del anterior –McCarey, Ogden Stewart- junto a la inestimable aportación de Delmer Daves (menudo director jamás puesto en la verdadera cima que le correspondería). Potenció más el registro de elegante y refinada comedia romántica, aunque el libreto tiene dos partes bien diferenciadas: la primera que responde a lo señalado y la segunda, cuyo detonante lo constituye esa visita en la Riviera, mucho más melodramática y espiritual.

Lógicamente, también los intérpretes son otros. Al fatalista Charles Boyer y la recia Irene Dunne, ambos magníficos, relevaron un irresistiblemente seductor Cary Grant y una bellísima Deborah Kerr.

Por encima de todo, lo verdaderamente importante es la exultante dirección de McCarey, una apoteosis de los sentimientos en su estado más febril y legítimamente sentimental. Con razón, este ferviente católico, especialista en comedia y parejas, era el número uno para profesionales tan gloriosos como Ford, Hawks o Lubitsch.

Un par de secuencias, la película entera diría, pero me fijaré en dos, pueden resumir la marca de su estilo invisible e inatrapable. La parada y breve fonda en Villefranche. El episodio de la abuela, vamos. Con unos cruces, un juego de miradas portentoso, en el que quedan expuestos sentimientos de todo tipo. O el clímax final, que no revelaré por si nuevos espectadores se acercan a descubrirla, en torno a un cuadro y un espejo.

A propósito de ese interludio francés, reparen con atención en la portentosa secuencia de la capilla, cómo algo que podría haber caído en la mayor de las cursilerías acaba resultando prodigioso. Memorable ese plano trasero. O esa frase, la que encabeza esta crítica, acerca de la necesidad de crear los propios recuerdos.

Pero, además AN AFFAIR TO REMEMBER/UN ASUNTO PARA RECORDAR, tal es su título original, tiene entre otras de sus cientos de virtudes, la ser capaz de recoger “el espíritu de toda una época, de su tiempo, de otra vida”, como certeramente ha apuntado José Luis Garci. Captura la belleza de una emoción, como sabiamente comenta el personaje de esa inolvidable abuela, Janou, encarnada inmejorable y conmovedoramente por Cathleen Nesbitt.

Añadan hermosas canciones interpretadas por la propia Kerr (es cantante en la ficción) y un coro de simpáticos chavales, salvo la inicial de los preciosos títulos de crédito, entonada por el baladista de voz aterciopelada Vic Damone.

No sé si les ocurrirá, la vean por primera o enésima vez, pero a mí cada vez que la reviso, no hay quién me quite un nudo en la garganta de mucho cuidado.

En su momento gozó del enorme favor del público y el tiempo no ha hecho más que confirmar esa confianza, su excelencia y elevarla aún más a los altares del Olimpo cinematográfico. Estuvo nominada a cuatro Oscar: Fotografía, Banda Sonora, Canción y Vestuario. 

Necesaria, imprescindible.

José Luis Vázquez