lunes, 28 de abril

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Estreno en Royal City

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Doctor Zhivago ()

Director: David Lean

Intérpretes: Omar Sharif, Julie Christie, Geraldine Chaplin, Alec Guinness, Rod Steiger, Tom Courtenay, Ralph Richardson, Siobhan McKenna, Rita Tushingham, Geoffrey Keen, Bernard Kay, Jack MacGowran, Adrienne Corri, Wolf Frees, Gwen Nelson, Noel Willman, Gérard Tichy, Klaus Kinski, Jeffrey Rockland, José María Caffarel, Tarek Sharif, Mark Eden, Erik Chitty, Lucy Westmore, Virgilio Teixeira

Sinopsis: Rusia, revolución bolchevique (1917). La guerra civil que sigue a la revolución mantiene al país profundamente dividido. En medio del conflicto, asistimos al drama íntimo de un hombre que lucha por sobrevivir. Este hombre es Zhivago, poeta y cirujano, marido y amante, cuya vida trastornada por la guerra afecta a las vidas de otros, incluida Tonya, su esposa, y Lara, la mujer de la que se enamora apasionadamente.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Varios años después de finalizada la Revolución Bolchevique en Rusia. Una adolescente, una balalaika y un hombre ya maduro a la búsqueda de la hija de su hermanastro. Así comienza una de las cumbres de la historia del cine. Un larguísimo “flash-back” buceará en las almas y en los acontecimientos de un pasado repleto de drama, pasión, coraje, belleza y sinrazón. Como la vida misma.

Se cumplen 50 años, unas inmejorables bodas de oro en cualquier pareja de lo más avenida, de una superproducción con la que la todopoderosa Metro Goldwyn Mayer conseguiría levantar muy alta la cabeza tras el batacazo morrocotudo de la, por otra parte, igualmente espléndida REBELIÓN A BORDO. Y esto atañe mucho a España, pues fue aquí donde tuvo lugar la práctica totalidad de su rodaje, con un considerable flujo de actores –en pequeños cometidos- y técnicos autóctonos. Para más señas, en los entrañables estudios CEA de Canillejas, en Soria una buena parte, en el recurrente El Espinar segoviano (la escena referida al tren blindado) o en Sierra Nevada.

Su director, el según van pasando las décadas cada vez más grandioso David Lean, venía de obtener un éxito clamoroso a todos los niveles con LAWRENCE DE ARABIA. El contrato con él firmado fue revolucionario para la época. El mayor sueldo otorgado hasta la fecha a un cineasta y una participación y un porcentaje en los beneficios.

Hicieron muy bien en jugársela, pues no imagino a otro mejor en su momento para llevar a cabo esta mastodóntica empresa que, como ha sido norma en su cine, sobre todo en el de su segunda etapa, la que abarca contrato con los grandes estudios hollywoodienses, no incapacitaba jamás su inmensa capacidad para crear intimismo del mejor. Es más, diría que le servía de excusa, algo no precisamente muy típico en proyectos de esta monumentalidad.

Precisamente esa es una de las mil cualidades de las que hace gala DOCTOR ZHIVAGO. La capacidad de insertar la intrahistoria, las peripecias individuales dentro de un gran acontecimiento histórico, en este caso la transición de la vieja Rusia a una nueva comunista o bolchevique, lo que prefieran.

El retrato llevado a cabo de sus personajes principales, Yuri Zhivago y Lara, resulta primoroso. El primero es un hombre solitario ya desde niño. Una secuencia resulta clave en el devenir del mismo y en la concepción de la propia trama, la del funeral de su madre. Un momento portentoso, con ese plano increíble del ataúd y esas paletadas de tierras que van golpeando en su mente. Y que ya desde ahí determinan el carácter panteísta de la propia obra cinematográfica.

Ella es una criatura adorable, bellísima, espiritual, casi etérea, capaz de preservar su dignidad en ambientes sumamente hostiles para poder mantenerla. E igualmente capaz de vivir con la máxima pasión su romance. Dos planos, entre otros muchos, son de lo más aclaratorios: el pañuelo que rechaza de ese tipo depravado –Steiger- que trata de gobernar su existencia y la mirada de admiración y amor hacia Yuri.

Llegado a este punto, cuán importantes y determinantes vuelven a ser las miradas. Las entabladas entre ellos sobre todo, pero también algunas melancólicas de otros personajes, o retadoras, dignas del mejor western. Y es que lirismo y épica acaban fundidos en la nieve, como en el mejor cine  del maestro Ford, por el que Lean sentía verdadera reverencia. Es palpable en muchas imágenes, sin por ello resultar mimético en ningún instante.

Puesto que esta es una película plagada de montones de aciertos en la puesta en escena, junto a las miradas son significativos, esclarecedores y deslumbrantes otros muchos instantes forjados a través de ventanas y espejos. Como ejemplo ilustrativo, aquél de una sola toma con la que es rodado un suicidio… y no digo de quién, por si todavía hay espectadores o nuevas generaciones que la desconozcan.

Pero autoría mayor  aparte, supone un triunfo del trabajo en equipo. De la dirección artística sobre todo. Cómo es ese palacio de hielo o cualquier rincón seleccionado y convenientemente depurado para transmitir que Madrid parezca la mismísima Moscú.

Y también constituye una victoria del apartado fotográfico  a cuatro manos de Freddie Young y Nicolas Roeg. Y del prodigioso guión (basado en la novela del escritor y poeta Boris Pasternak, perseguido despiadadamente por esta publicación), sintetizador de más de 600 páginas y de una avalancha de individuos, llevado a cabo por un colaborador habitual de Lean, el talentoso Robert Bolt. Capaz de graduar en todo momentos los momentos de acción, sentimentales, dramáticos.

Del popular tema musical que lleva el título de ella compuesto por Maurice Jarre (con el que el director repetiría felizmente en LA HIJA DE RYAN, otra obra maestra injustamente incomprendida en su momento), el de Lara, poco tengo que comentar a estas alturas. Es de los imprescindibles cuando se encara una antología de los mismos.

Luego está Julie Christie, asunto aparte. Esos ojos marinos, ese insultante talento de una de las actrices más bellas que haya atravesado jamás una pantalla. Con la impagable compañía de Omar Sharif, él mismo una de las imágenes más poderosas, más icónicas de la integridad, de la nobleza de sentimientos, también de la confusión vital, o de la anteriormente citada soledad que pueda acompañar al ser humano.

No pierdan tampoco de vista las sensacionales composiciones de Alec Guinnes, Rod Steiger o Tom Courtenay. Y de otros muchos intérpretes más en cometidos de diversa o fugaz aparición, desde Geraldine Chaplin hasta una fugaz pero desgarradora aparición (es la mujer que cae al tren) de Lili Murati.

Fascinante, magnética, eterna, inmarchitable, sublime… DOCTOR ZHIVAGO, sólo con rememorar su nombre ya está todo dicho.

José Luis Vázquez