Director: Mitchell Leisen
Intérpretes: Charles Boyer, Olivia de Havilland, Paulette Goddard, Victor Francen, Walter Abel, Curt Bois, Rosemary DeCamp, Eric Feldary, Nestor Paiva, Eva Puig, Micheline Cheirel, Brian Donlevy, Veronica Lake, Mitchell Leisen
Sinopsis: Georges Iscovescu (Charles Boyer), un seductor europeo que quiere residir en los Estados Unidos, decide casarse con una romántica e ingenua maestra norteamericana (Olivia de havilland) para conseguir el permiso de residencia.
Partiendo de la base de que los gustos son intransferibles y particulares, creo que cualquier amante del cine que se precie no debería desconocer esta preciosa, esta bonita en la mejor extensión de la palabra, esta sublime y melodramática película perteneciente al Hollywood más clásico y resplandeciente, el referido al de comienzos de la década de los 40.
Además, conviene dejar constancia que su director, el tanto tiempo “olvidado” Mitchell Leisen es uno de los grandes indiscutibles de la historia del Séptimo Arte. Se cuentan por decenas sus obras maestras. Les citaré siete, incluyendo la que aquí me ocupa, que a este comentarista le apasionan: LA MUERTE DE VACACIONES, VIDA ÍNTIMA DE JULIA NORRIS, MEDIANOCHE, LA BRIBONA, RECUERDO DE UNA NOCHE y MENTIRA LATENTE.
HOLD BACK THE DAWN, o sea SI NO AMANECIERA, rodada por su autor entre VUELO DE ÁGUILAS (hay una referencia a ésta en su comienzo) y CAPRICHO DE MUJER, ha sido perfectamente definida por algún colega como “una historia fronteriza de matrimonios de conveniencia”. Pero, es más, mucho más, nada menos que una historia de amor más grande que la vida misma.
Por esa definición, se podría deducir que contiene inquietudes sociales y ambientales, lo cual así es, pero se acaban imponiendo los aspectos más melodramáticos y románticos.
El argumento original parte de un relato de Ketti Frings, una cronista de revista de cotilleos cinematográficos de la época, que había pasado por una situación similar a la expuesta. Decidió presentarle el borrador a Arthur Hornblow Jr. y este a su vez se lo pasó al formidable tándem de guionistas formado por Billy Wilder y Charles Brackett, quienes ya habían colaborado con el director en dos anteriores y memorables trabajos, MEDIANOCHE y ARISE, MY LOVE.
Convenientemente pulido por estos, añadiendo Wilder algunas experiencias personales, pues en tiempos no muy remotos había ejercido de bailarín de alquiler de señoras para poder sobrevivir, el resultado fue una formidable historia repleta de sensibilidad y encanto, de emoción y fina ironía, sin descuidar un particular y aliviador sentido del humor. Pero en la, definitivamente, lo que prevalecen son los sentimientos más fuertes que imaginarse puedan.
Siguiendo mi línea habitual, no les voy a destripar muchas cosas del argumento, tan solo les indicaré que la cosa va de gigoló rumano ansioso por traspasar la frontera mexicano-estadounidense y obtener el visado por lo que decide embaucar a una profesora americana de enorme dulzura y delicadeza.
Los dos personajes están inmejorablemente perfilados por Charles Boyer, se hace obligado que sea escuchado con su grave voz original, y una exquisita Olivia De Havilland, que gracias a una estratagema de los productores lograron que fuera cedida por Warner, poseedora en ese momento de su contrato. Su aspecto frágil y cándido era el perfecto para dar vida a esa mujer adorable, rebosante en fuerza interior y generosidad.
Sería nominada por este papel al Oscar a la mejor intérprete femenina, estatuilla que le fue arrebatada por su hermana y gran rival Joan Fontaine, otorgado por su intervención en SOSPECHA de Alfred Hitchcock. Tal vez alguna de las diferencias irreconciliables que marcaron su posterior relación, haya que bucearlas en esta circunstancia.
El tercer vértice del triángulo está formado por una resplandeciente Paulette Goddard, una de las esposas de Charles Chaplin y actriz de una gran belleza, sensualidad y energía. De las pruebas que he tenido ocasión de visionar, creo que hubiera sido la candidata ideal para sustituir a Vivien Leigh en LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ.
Volviendo a lo que es la miga y el contenido de esta producción, hay que proclamar en voz alta que la dirección de Leisen es de una exquisitez y emotividad dignas del mayor y más sentido de los aplausos, como sentida es la manera en que nos expone la trama. Su estilo elegante, refinado, repleto de tacto y de una gran a la vez que sencilla complejidad dramática, resulta todo ello una baza fundamental para el inmejorable acabado final.
Por poner un ejemplo, fíjense como resuelve la secuencia en una pequeña iglesia de la bendición a la pareja de enamorados entre luz de velas. O el momento en que con una vara determinan los hijos que van a tener. O ese poema recitado por el profesor holandés que figura a los pies de la Estatua de la Libertad.
Y aunque no hurga en exceso en la problemática de los inmigrantes o en la descripción de la vida rural en comunidades aztecas, quedan perfectamente patentes otras inquietudes colaterales a la trama principal.
A título anecdótico reseñarles que los dos guionistas, sobre todo Wilder, se enfadaron de lo lindo porque Boyer se negó a rodar una escena bastante ilustrativa en la que hablaba con una cucaracha. Tuvieron que reescribir el guión, como consecuencia de ello, como desquite le rebajaron diálogo a Boyer y le concedieron las mejores frases a De Havilland. A partir de aquí, se aceleró el salto tras las cámaras del primero para que no tratar de que no volvieran a ingerir en sus creaciones.
La segunda hace alusión a Leisen, al que pueden ver al comienzo de la película haciendo de él mismo en los propios estudios de la Paramount, con fugaces apariciones de Veronica Lake y Brian Donlevy interpretándose a sí mismos.
No pueden pasar por este mundo sin conocer esta maravilla. Inalterable al paso del tiempo.
José Luis Vázquez