Director: Joseph L. Mankiewicz
Intérpretes: Laurence Olivier, Michael Caine, Alec Cawthorne, John Matthews, Eve Channing, Teddy Martin
Sinopsis: Andrew Wyke (Laurence Olivier) es un prestigioso escritor de novelas de intriga. Además, su pasión por los juegos de ingenio y las adivinanzas lo ha llevado a convertir su gran mansión en una especie de museo, donde se exponen los juguetes y mecanismos más extravagantes. Una tarde, invita a su casa a Milo Tindle (Michael Caine), amante de su mujer y propietario de una cadena de salones de belleza, para proponerle un ingenioso plan del que ambos podrían salir beneficiados.
Establecer muchas veces quién es el ratón y el gato en el cine del portentoso guionista y cineasta Joseph L. Mankiewicz, uno de lo más cultos e inteligentes de toda la historia del cine, no es tarea nada fácil. Y a las pruebas me remito, es decir, a la laberíntica LA HUELLA, la que acabaría constituyendo incomprensiblemente su despedida del cine, pues de este mundo tardaría todavía veinte años en hacerlo. Supongo que compañías de seguro no se lo pusieron nada fácil, tal y como le sucedió a Wilder y otros genios coetáneos que tuvieron que retirarse en el esplendor y la sabiduría de su oficio.
En esta ocasión se sirvió de una obra teatral de Anthony Shaffer (éxito en Broadway y ganadora del Tony), adaptada por el propio autor y que constituye todo un artefacto de relojería de una precisión demoledora, logrando esquivar perfectamente su origen y creando puro cine. Repleta de ironía, cinismo y lucidez sobre la perversidad de la condición humana, Mankiewicz la lleva a su terreno y nos vuelve a proponer otro de sus habituales trabajos sobre el engaño, el dominio, el poder, el juego, la supervivencia y la aparente superioridad.
Al perfecto acabado contribuyen diversos factores, desde unos diálogos ingeniosos, afiladísimos, tanto como una buena navaja albaceteña, pasando por una puesta en escena memorable trufada de resoluciones de todo tipo, con una endiablada dirección capaz de moverse con la gracilidad del mejor bailarín de ballet, hasta una banda sonora juguetona de Richard Addison y lo que, probablemente, resulte más evidente, un “tour de force”, un pugilato interpretativo entre dos actores sencillamente inmensos, el consagrado Laurence Olivier y un ya más que emergente Michael Caine, como escritor de novelas de intriga y peluquero respectivamente. Resulta un verdadero placer, de lo más hipnotizador, asistir a sus réplicas y contrarréplicas.
Pese a ser una producción estadounidense, exactamente de la Twentieth Century Fox, le viene inmejorablemente ese amplio barniz british, tanto a la hora de seleccionar a los protagonistas, como en lo referido a su ambientación (con detalles tan reveladores como ese muñeco de marinero jovial) o una determinada manera de posicionarse ante las cosas… aunque su penetrante y malicioso discurso resulte de lo más universal.
De una construcción impecable en todos los sentidos. Garantizada la máxima atención, y la sorpresa, hasta el mismísimo final.
José Luis Vázquez