Director: Richard Thorpe
Intérpretes: Johnny Weissmuller, Maureen O'Sullivan, John Sheffield, Virginia Grey, Charles Bickford, Chill Wills, Cy Kendall, Paul Kelly, Mantan Moreland
Sinopsis: Boy, el hijo de Tarzán y Jane, que cree que sus padres han muerto, es raptado por unos hombres que quieren llevarlo a los Estados Unidos para que actúe en un espectáculo con un elefante. Sus padres no dudarán en viajar a la "Gran Manzana" para rescatar a su hijo. Una de las más populares películas del mítico Tarzán, que cambia esta vez la jungla africana por la selva de cemento neoyorquina.
TARZÁN EN NUEVA YORK constituye la última producción de las seis emprendidas por la Metro Goldwyn Mayer en la década de los 30, sobre el mítico personaje creado por el escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs, encarnado insuperablemente por el nadador y campeón olímpico Johnny Weissmuller, antes de que la RKO recogiese el testigo con otros seis títulos más.
Si tuviera que elegir tan solo dos de ellos y de todos los existentes en torno a su figura, estos serían el segundo y último de esa serie inicial, TARZÁN Y SU COMPAÑERA y el que aquí me ocupa.
La aventura del buen y noble salvaje trasplantado ocasionalmente a la Gran Manzana aparte de nostalgias y otros motivos, me gusta por dos muy concretos: su clímax final de diez minutos y su inequívoco toque de comedia, siendo la reina de la función la mona Cheeta/Chita.
Sin duda la entrega más humorística de todas ellas cuenta con una formidable actuación del primate, pues en realidad era él en vez de ella, que se encuentra con numerosas situaciones planteadas para su exclusivo lucimiento. Un momento destaca especialmente, que tal vez pudiera destilar un cierto racismo, pero que contemplado con perspectiva me mueve a la “benevolencia”, como es esa secuencia de la absurda conversación con un conserje negro, encarnado por el cómico Mantan Moreland.
Esta breve –tan solo 70 minutos- entrega también presenta un demasiado obvio, pero no por ello menos interesante, contraste del hombre de la selva con una civilización que queda relativamente malparada. Los avances tecnológicos se encuentran cuestionados en aras a un candoroso canto a la naturaleza. De hecho, algún colega ha llegado a definir tiempo después a su protagonista como un “libertario antisistema”.
Pero no proseguiré por este camino, porque creo que eso es ir más allá de lo pretendido por sus responsables, comenzando por su director Richard Thorpe, que no hacía afortunadamente gala de su apellido y que era todo un maestro del cine de aventuras, como volvería a demostrar en esta ocasión.
Por tanto, risas y vertiginosos lances constituyen la médula espinal de una película de sencillos diálogos, ninguna complicación existencial y dinámicas peripecias, como aquellas en las que vemos a Tarzán perseguido por la policía neoyorquina por puentes y rascacielos, mientras va trepando y saltando como si se encontrara en el más frondoso bosque de su hábitat natural.
Ver también reunida a la familia completa, a Boy (Johnny Sheffield) y a la entrañable y guapísima Jane (Maureen O´Sullivan, madre de Mia Farrow) en este paisaje tan atípico es motivo de sorpresa y confortabilidad.
El malo de la función, un codicioso cazador que rapta al crío, corre a cargo del magnífico característico Charles Bickford, uno de los dos patriarcas enfrentados –el otro era Burl Ives- en ese inmenso y majestuoso western titulado HORIZONTES DE GRANDEZA.
Lo dicho, de las más recordadas y encantadoras de la serie. A buen seguro a muchos traerá recuerdos de niñez y juventud. De cuando nos arremolinábamos en torno a la pequeña pantalla con verdadero deleite y avidez en aquellas entrañables sesiones de tardes de sábado setenteras/ochenteras.
José Luis Vázquez