Director: Paolo Sorrentino
Intérpretes: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Luca Marinelli, Giorgio Pasotti, Massimo Popolizio
Sinopsis: Damas de la aristocracia, arribistas, hombres políticos, criminales de alto vuelo, periodistas, actores, nobles decadentes, prelados, artistas e intelectuales -auténticos o supuestos- tejen la trama de relaciones inconsistentes, todos envueltos en una Babilonia desesperada que se agita en los palacios antiguos, las inmensas villas, las terrazas más hermosas de la ciudad. Todos están allí. Y no tienen el mejor aspecto. Jep Gambardella, 65 años, escritor y periodista, indolente y decepcionado, la mirada perpetuamente empapada de gin tonic, asiste a este desfile de una humanidad hueca y descompuesta, poderosa y deprimente. Una atonía moral que da vértigo. Y en segundo plano, Roma, el verano. Espléndido e indiferente. Como una diva muerta.
Ha llegado con un mes y medio de retraso respecto a su estreno nacional, pero ha llegado al fin a las pantallas ciudadrealeñas, la que para mí es la mejor película europea del año 2013 junto a LA MEJOR OFERTA, ambas italianas, y una de las cinco mejores de toda la cosecha mundial.
Ha llegado para instalarse en mis retinas y no sacudirme sus imágenes en mucho tiempo. Ha regresado Fellini y de qué manera. De la mano y de la cámara de Paolo Sorrentino, uno de los cineastas más brillantes y capacitados en este momento de ese otra vez pujante cine de autor transalpino.
Como ha apuntado agudamente un colega, parece un “Fellini tuneado” que se manifiesta en secuencias, entre otras, tan diáfanas como ese médico administrando jeringazos de botox.
Onirismo, surrealismo confluyen con pasmosa naturalidad para mostrar la falsedad de las relaciones y el vacío existencial que gobiernan a sus criaturas. La primera fiesta que nos muestra resulta esclarecedora y una perfecta condensación de lo apuntado.
No es fácil explicar esta película, porque sí, van a ver huellas indelebles y centrifugadas del arte del desaparecido maestro de Rímini, huellas que van desde LA DOLCE VITA hasta OCHO Y MEDIO pasando por GIUIETTA DE LOS ESPÍRITUS, ROMA y algún otro título más, pero no por ello constituye un ejercicio mimético, sino algo que va mucho más allá, un algo evocador con personalidad propia y apasionante en todo instante, generador de un muy especial hipnotismo visual y argumental.
A la vez, constituye el certificado de defunción de la Italia de Giulio Andreotti y Silvio Berlusconi, sobre todo de este último. De la decadencia largo tiempo proclamada de una ciudad y de toda una sociedad.
Y también es la deformación grotesca de esa misma realidad que contrasta con la belleza innata que destilan sus imágenes. También la melancolía está presente en este recorrido cínico, existencial y desencantado.
Políticos, intelectuales, culturetas, todos puestos al pairo. Y emergiendo sobre todos ellos, su protagonista, el periodista Jep Gambardella,un impresionante Toni Servillo, un escritor hedonista y un tanto de vuelta de todo, que en su escéptico y desolador peregrinaje deja al aire las vergüenzas ajenas. Al respecto y entre otros muchos ejemplos, demoledora la secuencia en la que desenmascara, enfrenta con el agrietado espejo de su existencia, a esa burguesa con fachada de comunista.
No cabe imaginar mejor reflejo de la vida social y cultural del país de la bota y, por extensión, de la propia Europa.
Ese delicado, parsimonioso, hermoso travelling final acompañando los títulos de crédito es un magnífico colofón a una película que, como pocas, toma el puso a la actualidad desde el puro arte.
Por si fuera poco, el cine vuelve a ser utilizado como instrumento inmejorable para retratar el estado de las cosas que diría Wim Wenders, utilizando la metáfora visual, poética y el lenguaje más revelador. Y conste en acta que entiendo perfectamente que a muchos pueda causar extrañeza y perplejidad.
José Luis Vázquez