Director: Martin Scorsese
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Kyle Chandler, Rob Reiner, Jon Bernthal, Jon Favreau, Ethan Suplee, Margot Robbie, Cristin Milioti, Katarina Cas, Joanna Lumley
Sinopsis: Un corredor de bolsa de Nueva York se niega a cooperar en un caso importante de fraude de valores, en el que están implicados Wall Street, las grandes corporaciones bancarias y la mafia. Basada en la autobiografía de Jordan Belfort.
Asisto boquiabierto ante las primeras imágenes, en concreto la primera secuencia de EL LOBO DE WALL STREET, que no voy a desvelar para no restarles sorpresa alguna. El caso es que ese gesto de asombro y admiración me dura hasta ver finalizados sus títulos de crédito finales. Tres horas de cine noqueador, contundente, absorbente, frenético.
La espasmódica cámara de ese genio del Bronx llamado Martin Scorsese, ese del que no recuerdo que nunca me haya fallado, ni aún en sus trabajos memos memorables, desarrolla un retrato implacable, no ya de un tiburón de las finanzas, como el Gordon Gekko de WALL STREET, sino del depredador más amoral, voraz y sin escrúpulos que imaginarse pueda. Y a la vez de toda una parte de la sociedad y de un degenerado estilo de vida.
Ya el breve pero intenso personaje del comienzo encarnado por un espléndido y revalorizado Matthew Conaughey, del que seguramente quedará en el imaginario popular e su golpe de pecho, sienta las bases y principios de unos individuos para los que la codicia ha rebasado todos los límites posibles, hasta el punto de llegar a unos excesos despreciables, intolerantes, repugnantemente abusivos.
No estaría mal que pese a estar basada en un personaje verdadero, se la tomen como lo que es, una comedia bárbara, salvaje, febril, enloquecida. Algunos de los momentos protagonizados por el lobo Di Caprio y su pirado lugarteniente Jonah Hill, me resultará imposible olvidarlos. Como ese, inenarrable, en que consumen “farlopa” caducada, lemmons en realidad, y de efectos retardados. Sencillamente impresionante.
Es cine de vértigo, al borde de las mismísimas cataratas del Niágara el que nos ofrecen Scorsese y el guionista Terence Winter, el de LOS SOPRANO, bombas de racimo pura y duras, que van en todas direcciones. No dan tregua. Tan adictivo como el corolario de los que hacen gala estos individuos, un amplio espectro que va desde las drogas al sexo, pasando por el alcohol y, por supuesto, a las toneladas de dinero. Una frase de Jordan Belfort resulta demoledora al respecto: “A diario tomo suficientes drogas como para sedar a Manhattan, Long Island y Queens durante un mes”
Casi podría asegurarles que si alguno acude a verla con falta de sueño, están garantizados sus efectos como el más potente de los somníferos.
Lo que no quita para que la sensación de hastío y vacío existencial que se puede apoderar de uno tras su visionado, sea inmensa. Pero no por cómo nos ha sido mostrado esto, que eso creo haber dejado claro es de manera inmejorable, sino por ese fresco de unos Estados Unidos verdaderamente degenerados y sin principios. No sé si la pretensión ha sido la de ejecutar un réquiem, pero desde luego se le aproxima mucho. Sin cargar las tintas claro, sin moralizar, sin dar la castaña. Diciéndonos a los espectadores esto es lo que hay, así se rigen algunos de los que detentan el poder financiero en el mundo… y que cada cual extraiga sus conclusiones. Y utilizando una estructura narrativa que las aproxima a las igualmente antológicas UNO DE LOS NUESTROS y CASINO.
Esta crónica del exceso tiene dos pilares capitales a los que gobierna la pasión, en ambos es innata. No creo que pudieran concebir sus cometidos sin ella. Me refiero a Scorsese y al gran, a ver si ya no queda duda alguna, aunque sea simbólicamente premiándolo con un Oscar, Leonardo Di Caprio.
Son muchos ya, muchos los años que me viene deslumbrando este actor al que tal vez su permanente cara aniñada haya retrasado algo su reconocimiento artístico. Son ya más de veinte desde su fulgurante aparición, y la de Johnny Depp también, en esa preciosidad titulada ¿A QUIÉN AMA GILBERT GRAPE? Ya despuntaba ahí, ya poseía un considerable talento, un idilio con el objetivo, nervio en estado puro, idilio con Talía, pero como los buenos vinos, el tiempo no ha hecho sino ir a su favor. Y con el mecenazgo en el amplio sentido en los últimos tiempos del italo-americano, ha adquirido cotas artísticas difíciles de superar.
Pero ellos dos aparte, todos sus elementos están encajados como un perfecto y paranoico mecanismo de relojería. Los secundarios, la chica (la espectacular Margot Robbie, dará que hablar), la dirección artística, el oropel, la fotografía, la música… Esto y mucho más, puesto al servicio de una de las obras más enloquecidas, febriles y fascinantes vistas en los últimos años. Con la cual va a ser difícil que empaticen, porque es muy complicado cogerle afecto a alguna de las criaturas que por aquí acechan, pero con la cuales puede que no dejen de mirar la pantalla ni un solo instante. Desde luego yo ni me enteré del tiempo transcurrido.
Pero desde luego, sí dura un poco más voy derecho al frenopático.
José Luis Vázquez