viernes, 9 de mayo

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Estreno en Royal City

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Manos peligrosas ()

Director: Samuel Fuller

Intérpretes: Richard Widmark, Jean Peters, Thelma Ritter, Richard Kiley, Murvyn Vye, Milburn Stone, Willis Bouchey, Harry Tenbrook, Parley Baer, Virginia Carroll, Wilson Wood

Sinopsis: Skip McCoy (Richard Widmark), un ratero de poca monta, atraca a una mujer llamada Candy (Jean Peters) y se apodera de un valioso microfilm que contiene secretos de estado. Pero Candy estaba bajo la vigilancia de agentes del gobierno, por lo que Skip se convertirá en sospechoso de espionaje... (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

En su momento tuvo sus buenos defensores, incluso llegó a obtener un premio –de consolación, pero premio al fin y al cabo- en el mismísimo Festival de Venecia (el León de Bronce), pero el paso del tiempo ha acabado de poner en su elevado sitio a este apasionante, crepitante y vigoroso “thriller” cincuentero.

Calificativos estos que suelen ir asociados a su formidable director, el norteamericano Sam Fuller, personalísimo, inclasificable, poderoso, arrollador, impactante, siempre sorprendente (aun manejando elementos convencionales, les solía dar la vuelta o un buen zapatazo), tremendamente físico y hacedor de un cine en estado puro, amén de un permanente puñetazo al espectador.

Partiendo de un argumento delirante (perfectamente asumible por quien esto escribe), anticomunista, propio de la época de Guerra Fría que se vivía en la sociedad estadounidense, Fuller construye un “noir” enérgico, relampagueante, por momentos salvaje y brutal (de la brutalidad de aquel tiempo, claro, pero posiblemente realzada por su inequívoca vocación y afán realista, a lo que contribuyó el que se asesorara de profesionales como algún detective del Departamento de Policía de NY).

En su corteza e interior maneja con enorme brío y precisión elementos como carteristas, microfilms, metro (al respecto, la secuencia inicial resulta ya de lo más contundente) y pasadizos, comunistas, confidentes (o chivatas, lo que prefieran), agentes del gobierno, espías, peculiares habitáculos hogareños.

Rodada entre las muy destacables –tal vez no redondas, pero en este cineasta nada existe despreciable- PARK ROW (LA VOZ DE LA PRIMERA PLANA) y EL DIABLO DE LAS AGUAS TURBIAS, tanto en estas como en el resto de su filmografía se caracterizaría por su inusitada y magistral utilización de la violencia y la acción en general –bélico, western, drama periodístico- y del negro en particular, como así atestiguan otros trabajos suyos como UNA LUZ EN EL HAMPA o LA CASA DE BAMBÚ, por ponerles los dos primeros memorables ejemplos que se me vienen a la cabeza.

Aquí volvería a dar a otro recital dentro de esta constantes citadas, pero rociándolas con un relato de intriga y tensión que le sienta muy bien al resultado final.

Otro aspecto destacable es la recreación que hace de la ciudad de los rascacielos que, curiosamente, parece ser que tuvo que llevarla a cabo en Los Angeles, en estudio, por lo que a pesar de su modestia presupuestaria tuvo que emplearse a fondo con los técnicos –tuvo que recurrir a numerosos trucos de luz- en dar el pego. En cualquier caso, todo rezuma autenticidad por los cuatro costados.

Por otra parte, se hace perfecto eco del estado de Guerra Fría que se vivía en el momento, constituyendo un alegato contra los vientos que llegaban de la Unión Soviética.

Se sirvió de un espléndido reparto, en concreto, de un tridente que no solo no tiene desperdicio, sino que resulta difícil de superar. Richard Widmark, llegado al cine “tardíamente” como Kirk Douglas, superada la treintena (ambos pugnaron en la lucha por su debut por el mismo papel en EL EXTRAÑO AMOR DE MARTHA IVERS, llevándose finalmente el gato al agua el protagonista de ESPARTACO). Está tremendo como ese delincuente de los bajos fondos que responde al nombre de Skip McCoy. Su personaje es un tanto cínico, el concepto que tiene del patriotismo no deja de tener su aquel. Y conste en acta que Samuel Fuller era un americanista convencido, pero un tanto peculiar y atípico… y sin que ello le anule jamás su capacidad crítica.

A su lado dos mujeres, joven una, veterana la otra, en diferentes roles. La primera es Jean Peters en un papel para el que optaron Marilyn Monroe (llegó a hacer una prueba… en el mismo año que protagonizaría finalmente LOS CABALLEROS LAS PREFIEREN RUBIAS) o Ava Gardner, demasiado glamurosas en opinión del cineasta, de ahí que las acabara desechando. Y aunque esta actriz no parecía inicialmente de su gusto, le acabó convenciendo plenamente –y al que esto escribe ni les cuento, ha sido una de mis debilidades de siempre, LA MUJER PIRATA por antonomasia- por su energía, su sensualidad y sus dotes interpretativas.

 Con la segunda sobran las presentaciones, la imponente, la divina Thelma Ritter, probablemente la mejor “secundaria” de la historia del cine. Por su intervención obtendría la cuarta nominación seguida para el Oscar a la mejor actriz de reparto, tras las de EVA AL DESNUDO, CASADO Y CON DOS SUEGRAS y CON UNA CANCIÓN EN MI CORAZÓN. En total seis y jamás –algo inexplicable- obtendría la preciada estatuilla dorada. Algunas de las frases que suelta se han quedado en la memoria de los cinéfilos. Del tipo de “soy una mujer cansada” o “no tengo nada contra los comunistas, únicamente me desagradan”.

Les regala y se nos regalan por parte de su autor varios momentos protagonizados indistintamente por cualquiera de ellos –o alguno conjunto de a dos- que resulta verdaderamente espectaculares. Del primero ese particular refrigerio de cervezas que lleva a cabo en su no menos particular morada en el Hudson (no desentrañaré más para no privarles de su descubrimiento). De la segunda, imposible olvidar ese momento en el que Richard Kiley la golpea o esos seductores primeros planos. Y de la tercera, la confidente, queda para la historia esa toma de diez minutos, un plano secuencia con 32 movimientos de cámara, en la que busca con los policías a Widmark. Hay otro momento más, pero no puedo no ya solo desmenuzarlo, sino tan siquiera sugerirlo. Tan solo diré que es tremendo.

Finalmente me encanta tanto el ambiente portuario, nocturno, el de pequeños hampones y perdedores que está admirablemente descrito por la cámara nerviosa y aplomada a la vez de Fuller.

Efectivamente, como han corroborado innumerables colegas, la fisicidad de la que hace gala, que desprende MANOS PELIGROSAS (algo así como RECOGIDA EN LA CALLE SUR en el original) es sencillamente imponente, perdurable en el tiempo y en el recuerdo, en el mío al menos.

Excepcional. De los mejorcitos títulos de toda la historia en su género.

José Luis Vázquez