Director: Lewis Milestone
Intérpretes: Barbara Stanwyck, Van Heflin, Lizabeth Scott, Kirk Douglas, Judith Anderson, Roman Bohnen, Darryl Hickman, Janis Wilson, Ann Doran, Frank Orth, James Flavin, Mickey Kuhn, Charles D. Brown
Sinopsis: Tres amigos de la infancia, Martha, Walter y Sam, comparten un terrible secreto. Con el paso del tiempo, la ambiciosa Martha (Stanwyck) y el pusilánime Walter (Douglas) se han casado: ella es una brillante y fría empresaria, y él es el fiscal del distrito; una combinación perfecta para dominar a su antojo la ciudad de Iverstown. Pero el inesperado regreso de Sam (Heflin) a la ciudad, después de muchos años de ausencia, perturba profundamente la vida de la pareja. (FILMAFFINITY)
"De ti lo tomo todo... hasta el dolor" (Kirk Douglas)
Prohibida en España en su momento (mediados los 40 del siglo XX), su descubrimiento en Televisión Española en 1990, pues no recuerdo haberla visto en su emisión de 1971 (justo cuando ya comenzaba a ir devorando celuloide, aunque fuera por la pequeña pantalla), me supuso un gratísimo y feliz descubrimiento… cuyo efecto se ha prolongado hasta la actualidad, treinta años después.
El motivo de ello es fácil de deducir dada su explosiva trama para la situación –plena posguerra dictatorial- que se vivía en España en 1946, ya que el hecho de que su principal responsable estuviera en la diana inquisitorial de algunos elementos de su país (USA) no creo que fuera motivo tenido en cuenta… pero quién sabe.
El comienzo, tremendo, incluso escabroso (a lo que contribuye la actuación y presencia de la inolvidable ama de llaves de REBECA, Judith Anderson) durante una noche oscura y tormentosa y con unos niños intentando huir de la casa de la tía de ella (la susodicha), ya pone en perfecta situación. Los elementos físicos se rebelan como importantes, pero son muchos los ingredientes (lo cual no siempre es sinónimo de éxito), principalmente temáticos, que convierten a esta película en un cóctel explosivo: avaricia, venganza, lujuria, infidelidad, deseo, asesinato, fracaso, corrupción, rechazo, autodestrucción, alcohol, azar, amores no correspondidos, inexorabilidad, sexo implícito (¡ese fuego en el bosque y esos rescoldos!), tiranía, fatalismo y pasión.
De hecho, bien pudiera ser considerada EL EXTRAÑO AMOR DE MARTHA IVERS, el título ya resulta de partida de lo más sugerente, como un fascinante melodrama pasional… y criminal, también turbio y ambiguo, incluso si me apuran atípicamente gótico. Y, algo importante, con fundamentales incrustaciones propias del cine negro más recalcitrante, su atmósfera así lo delata. E introduciendo intensos y agudos apuntes sociales.
Lo que no voy a hacer esta vez es contarles mucho de su trama. Tan solo pinceladas. Por ejemplo que transcurre en una imaginaria localidad llamada Iverstown, que bien pudiera ser el anverso, reverso o ratificación de la también supuesta Pottersville de ¡QUÉ BELLO ES VIVIR!, que aunque no dejaba de ser una comedia, poseía igualmente costurones característicos del noir. Y fechada, al igual que ésta, en 1946, cuando tras la lógica euforia por la victoria en la II Guerra Mundial, la sociedad estadounidense comenzaba a experimentar los estragos y secuelas que padecerían a continuación.
Por tanto, esto también repercutiría en la industria cinematográfica, en las producciones hollywoodienses, que sin dejar de ser en un buen porcentaje de carácter optimista, ampliaron su presencia en los subterráneos de la condición humana. Como sucede aquí.
Llegado a este punto es donde conviene destacar un aspecto imprescindible. Un fenomenal reparto a la altura de su prestigio, incluyendo a los más noveles.
La inmensa Barbara Stanwyck es la representación de una personalidad capitalista más palpable que nunca. Precisamente resulta esclarecedor que fuera ella, que siempre se reveló como una republicana (me refiero al partido, lo otro se da por descontado) de pro, contumaz.
Su primera entrada en escena como tal (Janis Wilson la encarna de niña), emergiendo desde un auto con un traje negro (atención igualmente a esa estola compuesta por pequeños visones o a ese vestido con capucha, obra todo ello de la imprescindible Edith Head), resulta rutilante, garantizo que no pasa desapercibido. Ya le había pasado algo así (y en otras muchas ocasiones), un año antes, cuando se desliza por unas escaleras y la cámara repara en sus tobillos en esa obra maestra del género que es PERDICIÓN.
A sus 38 años se encontraba en la cumbre de su carrera. Creo que ya lo he manifestado en más de una ocasión: es mi actriz favorita de todos los tiempos con las dos Hepburn, Audrey y Katharine. La rueda entre CHRISTMAS IN CONNECTICUT y CALIFORINA, dos títulos a revisar, y justo un año después –como he dejado expuesto anteriormente- de la mítica PERDICIÓN, o DOBLE INDEMNIZACIÓN, tal es su título original, ambos ilustrativos de la esencia del asunto principal.
Junto a Kirk Douglas y Van Heflin conforma un por momentos triángulo isósceles en el que la falta de sinceridad de sus lados es manifiesta. Y en el que se acaban manifestando unos tonos grisáceos eminentemente oscuros en los comportamientos de todos ellos. Tal vez tan solo se salve la cuarta en cuestión, Toni, una como siempre cautivadora Elizabeth Scott, una de las femme fatale –reconvertida esta vez- por excelencia de la historia del cine (les propongo a vuela pluma una filmografía esencial de su carrera: CALLEJÓN SIN SALIDA, AL VOLVER A LA VIDA, PITFALL, AMARGO DESQUITE, PRISIONERA DE SU PASADO, SOLO UNA BANDERA, MALO PARA TODOS, DEMASIADO TARDE PARA LÁGRIMAS, EASY LIVING, CIUDAD EN SOMBRAS, EL SOBORNO y FILÓN DE PLATA).
A su vez, constituyó el debut de un Kirk Douglas de ya 30 añitos. Fue recomendado por Lauren Bacall, toda una descubridora de talentos amén de modelo y actriz (mítica), para hacer una prueba en esta producción del independiente Hal B. Wallis para Paramount. La llevó a cabo junto a otros dos novatos que acabarían siendo leyenda, Montgomery Clift y Richard Widmark, pero fue él quien salió triunfante en el rol del fiscal del distrito Steven, el esposo de la protagonista. En, conviene matizarlo, una infrecuente composición, como un tipo blando, debilucho… lo que habla a las claras de la versatilidad y adaptación del centenario actor.
El tercero en cuestión, Van Heflin, siempre fue un valor seguro de Metro, en la que llevaría a cabo una buena parte de su carrera (de hecho la productora de las estrellas lo cedió para la ocasión) hasta MADAME BOVARY, pasando por –ésta ya para Paramount- el esposo generoso, comprensivo y abnegado de un western indiscutible, RAÍCES PROFUNDAS.
A las bridas de la cámara pusieron al veterano y progresista Lewis Milestone, ganador de 2 Oscar en los comienzos de los premios, por sus formidables trabajos para HERMANOS DE ARMAS y la antibelicista SIN NOVEDAD EN EL FRENTE. Wallis había reparado en él por su anterior trabajo, la estupenda producción bélica UN PASEO BAJO EL SOL, ofreciéndole seis proyectos, de los que escogería el texto de John Patrick BLEEDING HEART, que sería reconocido con una nominación a la estatuilla dorada y que sería trasladado por el otrora cineasta –y como Milestone, objeto de la furibunda persecución maccarthysta- Roert Rossen.
Y aunque la película es de un metraje considerable -116 minutos- ejecutó una narrativa escueta, concisa, de una solidez genialoide.
A rescatar seguramente por muchos y a consolidar una vez más por quienes somos incondicionales y devotos de esta genuina, febril e incluso insólita obra maestra.
José Luis Vázquez