sábado, 20 de abril

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Estreno en Royal City

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El hoyo ()

Director: Galder Gaztelu-Urrutia

Intérpretes: Ivan Massagué, Antonia San Juan, Algis Arlauskas, Alexandra Masangkay, Eric Goode, Emilio Buale, Miriam Martín, Zorion Egileor, Óscar Oliver

Sinopsis: El futuro, en una distopía. Dos personas por nivel. Un número desconocido de niveles. Una plataforma con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están arriba? ¿O de los que no tienen agallas cuando están abajo? Si lo descubres demasiado tarde, no saldrás vivo del hoyo.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 2 estrellas

Qué mal me suelo llevar con las alegorías para la gran pantalla, bien sean las de corte un tanto realista como MADRE (del inefable Aranofsky), bien fantásticas del tipo de CUBE. Tal vez con esta última es con la que establezca más contacto, o mejor dicho, alguna que otra coincidencia esta aclamada producción española, recién desembarcada después de obtener el máximo galardón –y otros premios más: director novel, el del público y el de F/X- en la pasada edición del Festival de Sitges, algo insólito –el hecho del galardón- dentro de la historia del cine autóctono.

Pues que quieren que les diga, me gusta todo tipo de cine y cualquier registro, como bien saben los más contumaces seguidores de mis reseñas, pero reconozco que algunas variantes, como esta del género fantasioso-discursivo, tienen que hilar muy fino para captar mi atención. Como no vuelve a ser aquí el caso.

No puedo evitar casi desentenderme  al poco de comenzada esta función petulante y cargante porque intuyo –como desafortunadamente así lo acabo confirmando- la que se me viene encima. Esta no es otra que una distopía demasiado obvia en algunos pasajes (en otros no tanto) y respecto a alguna de sus intencionalidades y, lo que es peor, fundamentalmente bastante plomiza, cuya historia, además, tengo la sensación que hubiera sido más propia de un corto que de un largometraje.

No meteré mucho la cuchara en sus implicaciones o lecturas variadas, pues entre otras razones, es probable que en algunas de ellas no le haya cogido el punto, o simplemente, me hayan importado un rábano.

Su existencialismo, su surrealismo, su supuesta interactividad, algunas de sus escenas sádicas ni tan siquiera me irritan, tan solo me provocan contrariedad y sopor. Si alguno de los discursos que intuyo referidos a lo bestias que somos para con los de nuestra especie, a nuestra miseria moral, la desigualdad social o a la eterna diferencia de clases o más bien de poder, la manera con la que ha sido expendido todo ello me deja de lo más indiferente.

Los actores no contribuyen a que me sienta más aliviado, sino todo lo contrario, a que me resulte todo más insufrible, pues tiran de bastantes rictus, maneras y alocuciones de teatro mal derivado o filtrado.

En fin, la unanimidad de los de mi gremio ha sido clamorosa, así que pongan en cuarentena mi percepción. Igual estamos –y lo digo sin ironía alguna- ante un nuevo valor, como es el caso de Galder Gaztelu-Urrutia y soy incapaz de advertirlo. El tiempo dirá. Me temo que ya soy capaz solamente de detectar a los relativamente nuevos talentos –Ben Affleck, Josh Boone, Jeff Nichols, James Mangold, Tod Phillips y un largo etcétera- en mi queridísimo cine norteamericano. Y no se entienda como un prejuicio, sino como una reafirmación en el que más me empapo y he disfrutado a lo largo de mi existencia.

Pero miren, y esto es aplicable a cualquier cinematografía o a cualquier otro aspecto de la existencia, me hice  a mí mismo una promesa hace lustros, décadas incluso, desde que padecí dos añitos de sofocante y aguerrida militancia cultureta (todavía me quedan reflujos, perfectamente asumidos), durante los que al menos nunca renegué de mis orígenes “comerciales” (matizo: fui capaz de alternar ambas tendencias o que quizá me dio cierto subidón sin más, supongo que para impresionar a las chicas más inquietas del lugar). Afortunadamente, el sarampión tan solo me duró de mis 17 a 19 angelicales 19 primaveras… más o menos.

El juramento consistió en que nuncamás jalearía un cine que me resultara insoportable, coñazo dicho en vulgo, por el mero hecho de marcarme tantos o ejercitar la impostura. Y ello por mucho que lo jalearan y bendijeran los santones cinéfilos de todo tipo y condición o lo premiaran en festivales de prestigio. A esto debo añadir una apostilla… Cuando he sido invitado a dar algunas charlas o conferencias, una de las preguntas casi siempre recurrentes ha sido qué cuales son los aspectos en los que más me fijo cuando estoy viendo una película… Mi respuesta perenne suele dejar descolocado al personal… Que me guste, pero que me guste de verdad, sin coartadas ni condicionantes. Parece de perogrullo (supongo que al espectador común y desacomplejado esto le parecerá ridículo), pero aseguro que no lo es. Y si ello conlleva proclamar que me apasionan GREASE, PRETTY WOMAN, GREMLINS, LADY HALCÓN o GHOST entre cientos, lo hago sin complejo ni mentira alguna.

Así que en aras a dicho precepto, tengo que manifestarles que EL HOYO se puede ir al ídem. Tampoco es mi pretensión ser del todo demoledor, pues ni mucho menos es lo peor visto en este actual ejercicio de 2019. Pero salvo por mandato judicial o imprevisto profesional, no creo que vuelva a repetirla en lo que me queda de existencia… Y ya, ya sé, que no se puede decir nunca digas nunca jamás, por eso no soy del todo taxativo.

A partir de lo que acabo de exponerles, fíense de su propio instinto, pues seguro que a cierto número de espectadores (y en este caso no existe ironía alguna por mi parte) es posible que les satisfaga o que les llame la atención su aparente originalidad y su supuesta y rupturista provocación… que a mí no me parecen tales. Cuestión de gustos, ya saben.

PD: Si suelen ser seguidores de mis críticas, ya ven que estas sirven también para contarles mi vida o reflexionar sobre el sursum corda.

José Luis Vázquez