viernes, 25 de abril

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Estreno en Royal City

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Winchester 73 ()

Director: Anthony Mann

Intérpretes: James Stewart, Shelley Winters, Dan Duryea, Stephen McNally, Charles Drake, Millard Mitchell, John McIntire, Jay C. Flippen, Will Geer, Rock Hudson, Tony Curtis

Sinopsis: Dos jinetes llegan a Dodge City persiguiendo a un hombre. Es el Día de la Independencia, y la gente se arremolina en torno al premio del concurso de tiro, un rifle único: el Winchester 73. Lin McAdam, uno de los forasteros, gana el concurso, pero uno de sus contrincantes se lo roba y huye. El rifle va pasando de mano en mano: de un traficante de armas a un jefe indio y después a un forajido. Mientras tanto, continúa la persecución. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Primera de las ocho colaboraciones entre el legendario –y extraordinario- actor James Stewart y el sensacional cineasta Anthony Mann (la única fotografiada en blanco y negro, todas las demás fueron en color), cinco de ellas westerns, seis si consideramos la contemporánea aventura petrolífera BAHÍA NEGRA como tal (su estructura así lo sugiere, como le ocurriera años después con la sublime EL CID) pese a no estar localizada en ese período. Por cierto, fueron once los que rodara Mann en total. A los anteriores (cronológicamente: WINCHESTER 73, HORIZONTES LEJANOS, COLORADO JIM, TIERRAS LEJANAS, EL HOMBRE DE LARAMIE) súmense los igualmente magistrales –igualmente en orden de salida a escena- LAS FURIAS, LA PUERTA DEL DIABLO (impresionante éste en particular), LA ÚLTIMA FRONTERA, CAZADOR DE FORAJIDOS, HOMBRE DEL OESTE (anticiparía parte del espíritu “sucio” de GRUPO SALVAJE) y CIMARRÓN.

A ambos hay que sumar al imprescindible, poético y revelador guionista/cronista de almas afligidas Borden Chase (RÍO ROJO, VERACRUZ, EL MUNDO EN SUS MANOS) y al importantísimo productor Aaron Rosenberg de la Universal Pictures.

Este proyecto caería en manos de Mann por azar, pues el destinado en principio para filmar esta maravilla era Fritz Lang. Curiosamente al igual que la ENCUBRIDORA (o RANCHO NOTORIOUS), firmada por este último dos años después de la que aquí me ocupa, su leiv motiv principal es la venganza, pero con tratamiento dispar ante lo previsto inicialmente, pues ambos genios poseían un propio y muy particular estilo, siempre dentro de las coordinadas de la más rutilante, mejor y más clásica narrativa hollywoodiense.

Casi todo gira en torno a la itinerante y cambiante posesión de un preciado -"uno entre mil"- símbolo de fuerza y poder en la época en la que transcurre -1873- el winchester (Buffalo Bill fue uno de sus máximos valedores, supuso una pieza de lo más codiciada) del título original y español.

Constituye el pretexto, el “mcguffin” (aunque en esta ocasión lo es relativamente ya que adquiere una relevancia nada despistante, más bien supone un vínculo), sobre el que giran las vidas y peripecias de una serie de variopintos, representativos e ilustrativos personajes encabezados por Stewart, Lin McAdam. Su obtención se produce en un concurso que lo lleva a enfrentarse con su antagónico –hay instantes en los que no tanto, las zonas sombrías y turbias también se acaban cerniendo sobre su figura, se entrecruzan- hermano (Stephen McNally). Como pueden deducir, el conflicto dramático-fraternal está servido tanto en frío como en caliente y excelentemente cocinado/articulado desde los primeros compases.

Su configuración argumental sin dejar de ser lineal, acaba manifestándose equilibradamente circular. Y no puedo ser más meridiano de lo que soy para no chafarles su resolución.

Por otro lado, el tratamiento cortante, contundente de una violencia explícita y latente, o la exposición de conductas, de códigos morales casi permanentemente puestos a prueba es de una brillantez ejemplar, sin gratuitas veleidades, aunque adornadas por unas dosis de neurosis y psicologismo tremendamente atractiva y curiosa. Sería uno de los distintivos de la serie de los proyectos emprendidos por el tándem Mann/Stewart/Chase.

Mann volvería a tirar, como fue norma en su carrera, de una puesta en escena de un rigor, sobriedad, emoción tensa (y crispante por momentos… ese tiroteo en las rocas, la competición del momento, varios más) y precisión milimétrica, dignas de los máximos elogios.

Como certeramente viene a señalar el colega Ramón Freixas la actuación de Stewart se revela fundamental: “Se inviste de los atributos del héroe dolorido, atormentado, atosigado por debates interiores, sin futuro hasta que se liberadel peso de su pasado. El itinerario del rifle corre parejo corre parejo a su evolución”. En este concreto y fundamental aspecto se erige una de sus referencias o principales aportaciones (existían antecedentes, claro, pero no tan rotundamente perfilados).

Repárese también en unos diálogos cruciales, determinantes, elaborados con maestría… y ofreciendo sustancia, originalidad, agilidad, intencionalidad sugerida (¨sé para qué sirve la última bala").

Desde luego supone un exponente del género al que se debe acudir siempre en su sentido más amplio, típico y tópico en la mejor de sus acepciones, pues salen indios (sioux para más exactitud), cantantes de salón, confederados, míticos sheriffs como Wyatt Earp, forajidos, traficantes de armas, tiroteos, duelos (no necesariamente al amanecer)…

Parece mentira (aunque el cine norteamericano hace tiempo que ha dejado de sorprenderme –es un decir- a lo largo de su fertilísima e inigualable historia) que en 1950 se concibiera una producción de esta madurez, complejidad, vigor y modernidad sin que estuviera John Ford por medio y aunque Hawks, Walsh, Wyler, Vidor, Wellman, el propio Lang, Curtiz, Hathaway, Gordon Douglas o King (los grandísimos John Sturges, Delmer Daves, Boetticher y Peckinpah vendrían poco tiempo después) ya habían aportado abundantes muescas sobresalientes, mayúsculas.

La milésima constatación de que el western fue el mantenedor en el siglo XX de la épica homeriana, como felizmente señalara Borges.

Obra maestra fundacional.

Nota: Para la confección de esta reseña he tenido en todo momento en cuenta la ha tiempo previa y afortunada de Ramón Freixas para el recomendabilísimo DICCIONARIO DE PELÍCULAS DEL CINE NORTEAMERICANO, hasta el punto de seguir  y algún dato parejos a su escrito, aunque siempre tratando de aportar datos y enfoques absolutamente personales. En algún tramo, ejecuto un ligerísimo retoque de pintura a lo por él brillantemente vertido.

 

José Luis Vázquez