Director: Leo McCarey
Intérpretes: Victor Moore, Beulah Bondi, Fay Bainter, Thomas Mitchell, Porter Hall, Barbara Read, Dennis O'Keefe
Sinopsis: Un anciano matrimonio reúne a cuatro de sus hijos, ya independizados, para comunicarles que están arruinados y los van a desahuciar en un plazo muy breve. Los hijos deciden entonces repartirse a sus padres: uno se queda con la madre y el otro con el padre, lo que supone un duro golpe para los ancianos, ya que han vivido juntos toda la vida. (FILMAFFINITY)
La figura del cineasta norteamericano Leo McCarey se agiganta año a año, nueva revisión a revisión –o descubrimiento para las nuevas generaciones- de sus películas. Es impresionante el talento que mostrara y desplegara. En casi todos los géneros de la vertiente sentimental, melodramática, comediante (este aspecto, el humor, sería fundamental en su carrera, aún en los tramos más dramáticos como es el caso) o romántica cuenta con un buen puñado de obras maestras situadas en toda la cima. Me refiero a títulos como SOPA DE GANSO, TÚ Y YO (ambas versiones), LAS CAMPANAS DE SANTA MARÍA, HUBO UNA LUNA DE MIEL, SIGUIENDO MI CAMINO, LA VÍA LÁCTEA, NO ES PECADO, EL BUEN SAM, LA PÍCARA PURITANA o a SATANÁS NUNCA DUERME. Y eso tiene aún más mérito teniendo en cuenta que su filmografía apenas superó la veintena de títulos (sin contar sus cortometrajes del cine de mudo, una buena parte para el Gordo y el Flaco, o guiones como el de MI MUJER FAVORITA). Dirigió igualmente a otros cómicos tan punteros como Harold Lloyd, W. C. Fields, Mae West, George Burns y Gracie Allen.
En concreto, DEJAD PASO AL MAÑANA me parece una obra sublime, de una emotividad especial. Y aunque he visto muchas producciones excelentes sobre el tema, tal vez sea ésta la mejor de todas que he visto en torno a la vejez. Y fíjense que estoy pensando en VIVIR de Akira Kurosawa, UNA HISTORIA VERDADERA, ARRUGAS, EN EL ESTANQUE DORADO, UMBERTO D, CUENTOS DE TOKIO, FRESAS SALVAJES, UNA VIDA SENCILLA, A PROPÓSITO DE SCHMIDT, SPACE COWBOYS, SANG WOO Y SU ABUELA, EL DIARIO DE NOA, LA BALADA DE NARAYAMA, EL SEÑOR IBRAHIM Y LAS FLORES DEL CORÁN, ESTÁN TODOS BIEN, REGRESO A BOUNTIFUL, BEGINNERS, LA FIESTA DE DESPEDIDA, TOMATES VERDES FRITOS, NEBRASKA, PASEANDO A MISS DAISY, ELSA Y FRED e incluso GRAN TORINO puesto que también se podría incluir perfectamente en este subgénero. Estas son las primeros que se me han venido a la cabeza, pero existen decenas más.
La que aquí me ocupa, clasicazo incontestable por los siglos de los siglos, parte de una obra de Helen y Noah Leary, a su vez inspirada en la novela THE YEARS ARE SO LONG de Josephine Lawrence y de cuyo guion se ocuparía la treintañera Viña Delmar. Curiosamente, McCarey también era joven cuando afrontó este rodaje (39 primaveras). Y los dos protagonistas tenían también bastante menos edad de la que aparentan en pantalla.
Todos ellos al servicio de una historia que parte de una premisa que no ha perdido actualidad alguna. Una pareja de ancianos (impresionantes Beulah Bondi y Victor Moore) pierde su casa –es deshauciada- por impago hipotecario y ninguno de sus cinco hijos quieren hacerse cargo de ellos.
Este planteamiento y otros más de tintes oscuros y dramáticos seguramente fueron el motivo por el que en su momento supuso un morrocotudo fracaso en taquilla (piensen que la América del momento se encontraba levantando cabeza de la Gran Depresión que la había asolado). Está claro que resultaba incómoda para el espectador el momento y puede seguir siéndolo para el de hoy en día, amante de un cine más evasivo (y “artificial”) por encima de todo. Paradójicamente, es también uno de los motivos por los que hoy en día continúa plenamente vigente.
Téngase en cuenta aparte del envejecimiento el retrato expuesto sobre ese concreto fondo ambiental comentado, su visión de lo efímera que es la felicidad, la brecha generacional y frustraciones varias familiares, incluyendo las matrimoniales. Porque una de las cientos de cosas espléndidas que esgrime MAKE WAY FOR TOMORROW (su título original) es que todos sus personajes tienen algo bueno y malo, tal como nos sucede a los seres humanos. También es destacable la cotidianidad con la que está expuesto todo.
Eso y, fundamentalmente, más de un par de docenas de momentos sencillamente impresionantes (el del hotel, el de la cena, el del baile, el de la conversación telefónica, el de la mecedora, el del andén), en los que decir que son conmovedores es quedarse corto. Uno de sus fans más apasionados, Orson Welles, llegó a afirmar que “era la película más triste que se había hecho jamás”. Sobre todo en su parte final (“ese gran arco es hermoso y desgarrador” ha manifestado Roger Ebert), unos veinte o veinticinco minutos, “haría llorar a una piedra”. Y es ese tramo, una despedida, las que consiguen poner el nudo en la garganta al más pintado, supone todo un latigazo, no puede ser más emocionante, desgarrador y… devastador (¡esa vuelta de cabeza antes del fundido en negro”). Seguramente Ozu y otros colegas nipones o estadounidenses lo tuvieron presente en varios trabajos magistrales posteriores.
El propio McCarey cuando le concedieron la primera estatuilla dorada (la segunda fue por SIGUIENDO MI CAMINO, también obtendría dos más por ésta en calidad de argumentista y guionista) por LA PÍCARA PURITANA, trabajo fechado el mismo año que éste llegaría a afirmar “gracias, pero me dieron el Oscar por la película equivocada”. Siempre creyó que era la mejor que había filmado. Desde luego respira una honda humanidad, una intensidad melodramática de la mejor ley. Su sensibilidad daña en el mejor de los sentidos. Y su manera de filmar frontal continúa resultando ejemplar. Su cine no hace gala de despliegues técnicos ni parecen ser el no va más allá estético, pero posee una rara e imperceptible emoción y de una dirección de actores prodigiosa, eterna.
Y las relaciones previas a dos bandas en diversos parentescos o situaciones, están plasmadas con una profundidad inusual. Como las de la abuela y la nieta, por poner tan solo un ejemplo.
Sobrecogedora, mágica en su aspecto más dolorosamente realista y terrenal.
José Luis Vázquez