jueves, 31 de octubre

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Estreno en Royal City

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Grupo salvaje ()

Director: Sam Peckinpah

Intérpretes: William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Edmond O'Brien, Warren Oates, Jaime Sánchez, Ben Johnson, Emilio Fernández, Strother Martin, L.Q. Jones, Bo Hopkins, Alfonso Arau

Sinopsis: Un grupo de veteranos atracadores de bancos que viven al margen de la ley y que actúan en la frontera entre los Estados Unidos y México, se ven acorralados a la vez por unos cazadores de recompensas y por el ejército mexicano. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

No debería haberlo hecho, pero no lo he podido evitar. He vuelto a echarle un vistazo a la extraordinaria crítica del justamente reputado colega estadounidense Roger Ebert sobre este western excepcional y verdaderamente trascendente para el desarrollo del género, aunque el volantazo que ya había comenzado a dar a dar sus pasos a comienzo de los 60 (tal vez a finales de los 50, con títulos como HOMBRE DEL OESTE de Anthony Mann), precisamente con otra obra del mismo autor que el de éste, DUELO EN LA ALTA SIERRA.

Y digo que no lo debería haber hecho porque ello va a condicionar seguro lo que escriba a continuación. Cuidado, no todo el mérito es ajeno, yo aporto mi más o menos consistente granito. Pero sí quería hacer el matiz por si encuentran varias similitudes con su reseña que pueden leer en Filmaffinity y que no tiene desperdicio alguno (ahora mismo además con el traductor a español nada resulta inaccesible para quien no sepa inglés).

Mi recuerdo de la primera vez que la disfruté se remonta a la década de los 80, en una de aquellas frecuentes reposiciones que había por la época en el ciudadrealeño cine Castillo. Creo recordar que vi una versión convenientemente rebajada respecto a sus 144 minutos originales. Comento esto porque se impone que accedan a la original, la actualmente restaurada. Se hace obligada para entender muchas reacciones de sus personajes y las motivaciones de algunos de sus actos.

De todas formas ya la secuencia inicial, respetada por igual en ambas, es sintomática y simbólica de lo que verán a continuación. Mientras el grupo se dirige a cometer un atraco se fija en unos niños que están jugando y contemplando como unos escorpiones son torturados por hormigas.

Señala el escritor, y estoy también en esto completamente de acuerdo con su reflexión, que el cine de Sam Peckinpah, el firmante de esta joya, nunca se caracterizó por la sutileza sino por la contundencia, pero esta escena en concreto me parece relevante de lo que finalmente se acabará desencadenando.

Relevantes lo son todos sus momentos y cada una de sus escenas. No hay nada metido al azar o con calzador. Y todo ello está expuesto con una furia, una energía, un vigor inusitado. Hasta el punto de que conforma la primordial cáscara de un título fundamental del cine –como decíamos antes- del Oeste. Mítico, referencial, fundamental, existencialista (tal vez sin verdadera vocación de ello… o sí, vayan a saber), crepuscular, lírico, amargo…

Y a mí en particular me encanta porque habla, con sentimiento y explosiva diligencia profesional, de pistoleros viejos, cansados, desgastados. De su dignísimo ocaso. De su actitud ferozmente individualista y de camaradería a la vez. De un concepto de la amistad masculina en la que convergen bebida, tiros, prostitutas y cabalgadas a caballo que no extravían de lo principal, sentimientos y valores.

De profesionales que operan según un código y una ética que están dando paso a una generación que asesina caprichosa, indiscriminada, impersonalmente. Y por códigos me refiero a lo mismo que apunta Ebert: respaldar a sus amigos dónde y cuándo fuera necesario; emplearse a fondo contra quienes viven y especulan allá donde está el dinero y tratar de no disparar innecesariamente a civiles salvo que estos se interpongan en el objetivo de las refriegas. Y, paradojas de la vida, mueren muchos de estos.

Tipos para los que ya no queda tiempo (de nada sirve ese “tenemos que pensar más allá de nuestras armas”), el suyo se ha ido, condenado por la inexorabilidad del progreso (estamos en 1913, vísperas de la Primera Guerra Mundial, ya aparecen automóviles), por sus propias leyes y exigencias al enfrentarse a la vida. En la versión completa entenderán también el sentido de la culpabilidad de Pike respecto a Ryan. Porque también aquí se tocan las traiciones lacerantes que se arrastran.

Los remansos de esta película también me encantan, aquellos en que los guerreros disfrutan fugazmente de las atenciones de mujeres de vida “alegre” o se aplacan entonando o escuchando lánguidas canciones, incluyendo unas MAÑANITAS que suenan aquí mejor que nunca, más melancólicas, más a presagio funerario.

El formidable fotógrafo Lucien Ballard (ATRACO PERFECTO, EL GUATEQUE, VALOR DE LEY) le pone tonos rojizo-polvorientos, dorados, de retirada.

Y Holden, Ryan (¡qué actorazos!), Borgnine, Johnson, Pickens, Martin, O´Brien, el Indio Fernández, Sánchez, L. Q. Jones, Arau, Hopkins, le ponen alma, brío, emotividad, sentido.

Y, claro, luego está ese antológico, legendario VAMOS del final y lo que viene a continuación. Puro oro cinematográfico… vibrante, catártico, liberador, épico, vibrante.

Me gusta mucho el cine de Tarantino, es un tipo talentoso y brillante, pero viendo esta maravilla entenderán porque no puedo compararle con grandes como Peckinpha, aunque él haya obtenido con su PULP FICTION su particular –a tono con los nuevos tiempos, cada vez más lejanos- GRUPO SALVAJE. También firmaría obras maestras de idéntico calibre, tales como la citada DUELO EN LA ALTA SIERRA, MAYOR DUNDEE, LA BALADA DE CABLE HOGUE, PAT GARRETT Y BILLY THE KID, LA HUIDA, QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA, JUNIOR BONNER, PERROS DE PAJA, ARISTÓCRATAS DEL CRIMEN, LA CRUZ DE HIERRO y CONVOY (sí, también estas dos últimas).

Con fondo de música de mariachi prepárense a abordar una obra que, como mínimo, no dejará indiferente a nadie. Yo la necesito ver de vez en cuando como el mejor de los calmantes pese/o gracias a su carácter feliz, bronco y bellamente iracundo. No todo va a ser fineza sofisticada.

 

 

José Luis Vázquez