Director: Jacek Borcuch
Intérpretes: Krystyna Janda, Antonio Catania, Lorenzo de Moor, Robin Renucci, Vincent Riotta, Kasia Smutniak
Sinopsis: La ganadora del Premio Nobel, Maria Linde (Krystyna Janda), una mujer judeo-polaca de espíritu libre que vive junto a su familia en la Toscana, mantiene un affaire secreto con un joven egipcio dueño de un hotel de la playa cercana. Cuando un suceso atroz sacude los cimientos de la vida de ambos, Marie se propone resistir ante la histeria que se ha generado a su alrededor. Decidida a cambiar las cosas, y aprovechando que recibe un premio local, Marie pronuncia un discurso que crea una auténtico caos a nivel personal y social para el que no estaba preparada. (FILMAFFINITY)
La deformación personal es la deformación personal, y no puedo evitar leer varios comentarios antes de enfrentarme al mío propio tras la proyección de esta producción polaca a la que hace unos años bien se la podría haber denominado como de “de arte y ensayo”, y a la que ahora tal vez cabría encuadrarla en el apartado de “alternativa”. De todas formas, esta supone una manía como cualquier otra a la hora de eso que tan poco me gusta que es etiquetar. Puestos a hacerlo prefiero por lo que se iba a ver antes al cine: una policíaca, musical, del Oeste…
El caso es que, entre esos comentarios, la mayoría de colegas de profesión, extraigo fragmentos del tipo “una historia de relaciones personales para hablar de Europa y de la xenofobia”, “el cinismo de la sociedad europea”, “para espectadores con empatía social y en proceso de cambio vital”, “Borcuch convierte un drama personal en una reflexión sobre la identidad europea”. No puedo por menos que sentirme perplejo y abrumado. Supongo que exactamente igual que lo que les pudiera pasar a ellos o a ustedes si ojean algunas de mis reseñas.
Quiero dejar claro que cuestiono esto no tanto porque no sea verdad lo que ahí exponen, que no tengo la menor duda, mi reparo viene determinado por la manera tan torpe, obvia, petulante y aburrida con la que han procedido a hacerlo sus responsables, especialmente su director Jacek Borcuch.
Será que me hago mayor, o a lo mejor lo fui siempre, a la hora de preferir un cine ante todo bien contado narrativamente y que no sea plomizo. Porque lo que me generan las imágenes y los movimientos de cámara, bellas unas y distinguidos otros en algunos momentos, es un profundo sopor, aunque he de matizar, que tampoco de los peores que he soportado en los últimos tiempos (ese reconocimiento lo tienen las varias abundantes comedias españolas que se pretenden guay y animosas).
En un discurso de la morosidad y el “calado” expuesto no podían faltar referencias al Holocausto o al escritor norteamericano Ezra Pound… y hasta al grandísimo poeta –y muchas más cosas- poeta persa Omar Khayyam. Y es que el maniqueísmo que gasta puede ser todo lo sutil que quieran, que sería cuestionable, pero no deja de ser maniqueísmo, al fin y al cabo. Y conste que lo daría por bien empleado a condición de que hubiera captado mi atención.
Esta lectura de la situación en la que se encuentra Europa a través de un análisis intimista, de un drama personal como ya ha quedado apuntado anteriormente, con las relaciones, las idas y venidas, los malos rollos, el malestar emocional de la protagonista, están resuelta con puerilidad, de manera plúmbea y deshilachada. El remate es un final supuestamente simbólico que acaba por irritarme. Ya saben, el miedo crea jaulas… o los supuestamente idealistas o quienes nos perturban por su ejemplar sentido de la libertad tienen que ser confinados… o algo parecido. Me acabo perdiendo.
¿Qué salvo? La estupenda interpretación de la gran –obras de Wajda o Kieslowski así lo atestiguan- y veterana Krystyna Janda (aunque aquí algunas de sus interiorizaciones me puedan cargar en algún momento), alguna que otra bella estampa de ese lugar incomparable que es la Toscana y, ay, debió ser un desliz, la impresionante voz de Frank Sinatra en uno de sus tantísimos temas imprescindibles, ese inmenso IT WAS A VERY GOOD YEAR tratante en las cosas que pasan a los 17 años. También la utilización de la maravillosa CIUDAD SOLITARIA de Mina en algunas escenas de transición. Con eso, me quedo como positivo, poca pesca para tan pretencioso ejemplar.
Me quedo ni fu ni fa, más bien tirando a fa. No me pilló el día gafapasta adecuado. Remato a lo grande, siendo un frívolo. Prefiero infinitamente antes esa comedia tópica, convencional y todo lo que ustedes quieran titulada BAJO EL SOL DE LA TOSCANA con la maravillosa Diane Lane, por no alejarme geográficamente.
José Luis Vázquez