Director: Dennis Widmyer y Kevin Kölsch
Intérpretes: Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence, Hugo Lavoie, Lucas Lavoie, Naomi Frenette, Alyssa Brooke Levine, Maria Herrera, Obssa Ahmed, Bailey Thain, Sonia Maria Chirila, Jacob Lemieux, Najya Muipatayi, Ines Feghouli Bozon, Constance St-Denis-Veilleux, Maverick Fortin, Rosalie Drouin, Ambre Dioh-Dikongué, Julia Jenni Karagioules, Lou Ferrando
Sinopsis: El doctor Louis Creed (Clarke) se muda con su mujer Racher (Seimetz) y sus dos hijos pequeños de Boston a un pueblecito de Maine, cerca del nuevo hogar de la familia descubrirá una terreno misterioso escondido entre los árboles. Cuando la tragedia llega, Louis hablará con su nuevo vecino, Jud Crandall (Lithgow), desencadenando una peligrosa reacción en cadena que desatará un mal de horribles consecuencias. (FILMAFFINITY)
El autor de la novela original que ha dado pie a la segunda versión –la primera de Mary Lambert está fechada en 1989, seis años después de su publicación- de CEMENTERIO DE ANIMALES (PET SEMATARY), el popularísimo y justamente reputado Stephen King, ha manifestado sobre la misma que es “adulta, madura y genial”.
El hecho de que haya contado con importantes variaciones sobre la trama que él mismo creara, no solo no le ha restado gracia alguna, sino que ante sus ojos parece ser le ha añadido una perspectiva más cocida, más atractivamente diferente, que amplifica su potencial.
Insisto, me llama la atención que el propio escritor con lo crítico que ha sido en otras ocasiones con adaptaciones de obras suyas que, por otra parte, varias de ellas me parecieron en su momento de lo más atractivas (véase el caso de CHRISTINE, CUJO, la espléndida LA ZONA MUERTA o EL CAZADOR DE SUEÑOS, por ejemplo), muestre en esta ocasión un posicionamiento tan positivo, incluso revelador y fiable. Y remarco este previo porque en un buen porcentaje estoy de acuerdo con tan ilustre autor. Qué magníficos son sus historias no fantásticas, que han dado lugar a obras maestras como CUENTA CONMIGO, CADENA PERPETUA, MISERY o LA MILLA VERDE.
Pero fundamentalmente esta nueva puesta en escena de tan escalofriante material literario acierta en algo tan importante como crear un universo propio, una atmosfera inicialmente de engañoso encanto rural, como sucede tantas veces en este tipo de relatos, para pasar a los no muchos minutos a otra malsana, lúgubre, ominosa, cruel, dolorosa. Y esto es mérito achacable por igual a sus guionistas y a su dupla de directores, Dennis Widmyer y Kevin Kolsch, firmantes en 2014 de una curiosa y versión de FAUSTO ambientada en el propio y alucinatorio mundillo cinematográfico.
Tiran para ello de un ocasional humor oscuro, entre irónico y cortante. Tiran igualmente del pánico mayor y más atávico del ser humano, el referido a la muerte y las extensiones de culpabilidad que puede llevar aparejada en muchas ocasiones, por creernos responsables de que le sobrevenga a los demás, con o sin causa para sentirlo así. O del desconsuelo y aflicción que suponen la pérdida de un ser querido. También aluden al reflejo que tienen en el presente las sombras del pasado o como ciertas decisiones vitales que se toman repercuten de manera decisiva en uno mismo y en los demás.
Para ello no consideran necesario recurrir a matracas filosóficas o a grandes reflexiones, sino que ello es sustanciado mediante un típico relato de terror, en esta ocasión con una premisa francamente sugerente y escalofriante… Si un lugar de antiguo culto indígena es capaz de resucitar a las mascotas, ¿podría hacerlo también con personas, con algún ser querido que hayamos perdido?
Precisamente la respuesta a esta pregunta es buena parte del cogollo dramático de esta segunda aportación sólida y discretamente brillante a tan peluda propuesta, en la que se ha incrustado con notable habilidad y sin alharacas lo cotidiano en lo sobrenatural o viceversa.
No necesita para ello tirar de fuegos de artificio (lo más que se aproxima a ello es una secuencia de un accidente en carretera primorosamente rodada), es más, sorprende su carácter casi franciscano, ascético, a la hora de utilizar los escasos efectos digitales que muestra. Por momentos, casi parece una de esas artesanales y entrañables producciones Hammer o Amicus (estoy pensando en este momento en CONDENADOS DE ULTRATUMBA) de los 60/70 en las que los vampiros son sustituidos por retornados. Hasta el minino parece casi como los de felpa de antaño.
Pese a lo expuesto, no tengo claro que este terror que contiene unos cuantos sustos con oportunos subrayados musicales, vaya a concitar grandes adhesiones, pero particularmente agradezco su sabor añejo entremezclado con un punto de vista malévolo más acorde a estos tiempos tan poco dado a bondades, y siempre teniendo claro lo cuestionable de que ello haya sido posible en cualquier etapa de la Humanidad, aunque la diferencia es que los actuales pueden difundir o propagar todo, incluyendo la maldad con más rapidez aún.
Algún pequeño borrón, como el espectro de un estudiante muerto o la hermana de la protagonista, entiendo que han sido desaprovechados. No empañan el muy buen tono general.
José Luis Vázquez