viernes, 29 de marzo

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Estreno en Royal City

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Gattaca ()

Director: Andrew Niccol

Intérpretes: Ethan Hawke, Uma Thurman, Jude Law, Loren Dean, Alan Arkin, Gore Vidal, Xander Berkeley, Elias Koteas, Ernest Borgnine, Tony Shalhoub, Blair Underwood, Maya Rudolph, Lindsey Ginter, Jayne Brook

Sinopsis: Ambientada en una sociedad futura, en la que la mayor parte de los niños son concebidos in vitro y con técnicas de selección genética. Vincent (Ethan Hawke), uno de los últimos niños concebidos de modo natural, nace con una deficiencia cardíaca y no le auguran más de treinta años de vida. Se le considera un inválido y, como tal, está condenado a realizar los trabajos más desagradables. Su hermano Anton, en cambio, ha recibido una espléndida herencia genética que le garantiza múltiples oportunidades. Desde niño, Vincent sueña con viajar al espacio, pero sabe muy bien que nunca será seleccionado. Durante años ejerce toda clase de trabajos hasta que un día conoce a un hombre que le proporciona la clave para formar parte de la élite: suplantar a Jerome (Jude Law), un deportista que se quedó paralítico por culpa de un accidente. De este modo, Vincent ingresa en la Corporación Gattaca, una industria aeroespacial, que lo selecciona para realizar una misión en Titán. Todo irá bien, gracias a la ayuda de Jerome, hasta que el director del proyecto es asesinado y la consiguiente investigación pone en peligro los planes de Vincent. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Un título de culto. Uno de los mejores –y los hay formidables, desde BRAZIL hasta DARK CITY, pasando por DOCE MONOS o MATRIX, aunque yo a este último no lo ame en exceso sin por ello restarle méritos- de la ciencia-ficción de finales del siglo XX, período de verdadero esplendor y madurez del género.

Desde luego, es de los más profundos, finos, reflexivos y amargos. Dentro todo ello de un relato de intriga distópica –como de distopía transhumanista ha sido calificado por algunos-, de lo más placentero en todo momento pese a su ritmo ceremonioso.

Producido sorprendentemente –o no tanto, es un profesional con muchas y variadas inquietudes/facetas: actor, director, guionista…- por Danny De Vito, se resiente para bien de un toque visual muy particular, que no tira de ostentación, sino más bien de lo contrario, de ascetismo.

Supondría el debut tras las cámaras del escritor Andrew Niccol, algo que marcaría buena parte de la temática de su filmografía posterior, de que destacan –sin llegar nunca a la altura aquí conseguida- IN TIME, EL SEÑOR DE LA GUERRA, SIMONE y GOOD KILL.

Niccol se inspiró para su título en las cuatro iniciales de las proteínas que forman el ADN, o sea, A.G.T.C., esto es, adenina, guanina, timina y citosina. Por tanto, hace directa alusión a éste. Y, de hecho, la escalera espiral de la casa en la que vive el protagonista tiene su forma. Al respecto, el único Oscar al que estuvo nominado fue al de la dirección artística.

Aborda muchos y variados asuntos, especialmente hace referencia a las tecnologías reproductivas que facilitan la eugenesia, o lo que es lo mismo, la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de especie humana.

Por tanto, a lo largo de sus 105 minutos, afloran cuestiones como la manipulación genética, el control al que podemos llegar a estar sometidos, la supuesta perfección de la especie, el sometimiento, la división de la sociedad en clases, el destino impuesto y un generoso y apasionante etcétera del que no están descartados pinceladas nada desdeñables sobre la amistad, la lealtad o el afán de superación…

Juega además con algunos giros a largo de su desarrollo, uno de ellos al poco de comenzada la proyección.

Pero lo que la convierte en verdaderamente inquietante es que todo pudiera ser perfectamente posible a corto plazo. Resulta creíble, nada disparatado.

Sin duda, es inevitable emparentarla con obras referenciales y pioneras como 1984 de Orwell o UN MUNDO FELIZ de Aldoux Huxley.

A propósito de ello, me encanta su atmósfera sobria y desangelada, barnizada por una excelente fotografía de Slawomir Idziak –habitual de Kieslowski- en el que la economía de medios, cierta metalización de contornos y una mezcla de tonalidades le confieren un aura singular.

Se rodó en buena parte en el Marin County Civic Center de San Rafael (California)

También contribuye a crear clima una elegante y sugerente banda sonora del minimalista Michael Nyman.

El hecho de que se le haya conferido un estilo de “thriller” clásico –a la vez, de anticipación y suplantación- supone otro acierto añadido, un atractivo más. Hasta hay personajes que parecen extraídos de relatos negros de los 40, como ese veterano detective enfundado en la piel de Alan Arkin.

Hablando de actores, cabe destacar que su reparto es de muchos quilates, desde el estupendo trío protagonista –Ethan Hawke, Uma Thurman y Jude Law- que llevan a cabo un trabajo interiorizado de indudable mérito, hasta apariciones secundarias tan estimulantes como las de Ernest Borgnine (un obrero), el escritor Gore Vidal o Elias Koteas como Antonio Freeman.

Curiosamente, pese a los elogios de la crítica y de muchos fans de estas temáticas constituyó un sonoro fracaso de taquilla. El paso del tiempo estoy convencido de que le ha sentado y le sigue sentando muy bien.

José Luis Vázquez