Director: Fernando Fernán-Gómez
Intérpretes: Carlos Larrañaga, Tota Alba, Lina Canalejas, Jesús Franco, Rafaela Aparicio, Sara Lezana, María Luisa Ponte, Teresa Gisbert
Sinopsis: En un pequeño pueblo de provincias, cercano a la capital, vive una familia compuesta por tres hermanos: la dominante y severa Ignacia y los tímidos y retraídos Paquita y Venancio. La monotonía de la vida del pueblo sólo se rompe los sábados cuando llega un conjunto musical de Madrid para amenizar con sus canciones el fin de semana. Un sábado de tormenta, Paquita y Venancio, que son muy miedosos, oyen ruidos y van buscando protección a la habitación de su hermana. Allí ven a alguien, pero Ignacia lo niega rotundamente. (FILMAFFINITY)
El único pecado achacable a esta obra maestra incontestable del cine español, una de las diez mejores de su historia, es que surgió en un lugar –la España de los 60- y una época –un franquismo todavía imperante- inadecuados. Se adelantó considerablemente a su tiempo. Pero eso se comenzó a descubrir seis años después de su concepción en 1964 (el estreno se había producido tres antes en unas condiciones pésimas, en un único cine de barrio madrileño en programa doble), tras haber sufrido una rigurosa censura en su momento y ser descubierta en el trastero de una productora tras sufrir un cruel olvido. A la fecha en que se produjo tan valioso hallazgo, 1970, remite el prestigioso premio otorgado por el Círculo de Escritores Cinematográficos.
Su título original, EL CRIMEN DE MAZARRÓN, inspirado en un suceso real que recogería el genial Luis García Berlanga y sería expendido en forma de guion por Manuel Ruiz Castillo y Pedro Beltrán, sería fulminantemente descartado por la anteriormente referida censura.
El finalmente resultante no le sienta mal. Viene a nutrir la filmografía sustantiva –mundo, vida y viaje- como director del mayor talento autóctono del que hemos disfrutado en la gran pantalla como tal, Fernando Fernán-Gómez. De hecho, mis cuatro trabajos favoritos suyos responden a títulos como EL MUNDO SIGUE, LA VIDA POR DELANTE, EL VIAJE A NINGUNA PARTE y este EXTRAÑO VIAJE.
Constituye un trabajo insólito, atípico, inclasificable, audaz, original y único. Trasciende cualquier género y es un feliz refrito de varios de ellos: comedia, drama costumbrista, policíaco, terror, intriga…
Hace de la descripción del mundo rural del momento una de sus virtudes. A través de innumerables pequeños detalles, de sus mordaces diálogos, de ese ambiente opresivo que gasta y que algunos han atribuido como deudora de los sainetes valleinclanescos, sumerge al espectador en una atmósfera reconocible y casi propia del noir. Aunque aquí confluye lo mejor de la cultura visual de nuestro siglo, con el ya citado Berlanga y Buñuel a la cabeza. Algunas de sus situaciones bien merecen ser calificadas como tales, berlanguianas y buñuelescas, a caballo entre el esperpento y el absurdo, entre lo grotesco y lo tétrico. Y con estos registros explica, como prácticamente nadie haría, la miserable realidad del momento.
Desde luego ver a ese Carlos Larrañaga travestido y efectuando un pase de modelitos, es uno de los momentos más sublimes paridos por estos contornos ibéricos. O todas las escenas protagonizadas por ese singular trío de hermanos: la dominante Tota Alba, el bobalicón Jesús Franco (sí, el tan prolífico cineasta) y una siempre entrañable aún en registros menos convencionales Rafaela Aparicio. No quisiera olvidarme tampoco de una exultante, jovencita y guapísima Sara Lezana, que un año antes había rodado la popular LOS TARANTOS, nominada a la mejor producción de habla no inglesa, creo recordar que la segunda española en contar para la Academia tras LA VENGANZA.
Lo que resulta igualmente admirable es la modernidad con la que fue rodada por Fernán-Gómez, tirando de un amplio abanico de recursos técnicos y formales: flash-backs, largos y elegantes movimientos de cámara, claroscuros (aquí tuvo mucho que ver el excelente fotógrafo José F. Aguayo jugando con las penumbras y los cortes de luz), repetición de escenas desde diferentes puntos de vista o sonidos (pasos en la noche, tormentas). Por no hablar de la sabia utilización de un humor negro y vitriólico.
Y ello teniendo en cuenta que había contado con un limitadísimo presupuesto. Para que luego se quejen otros de falta de presupuesto.
Más que de culto, habría que hablar de película maldita, malditismo del que afortunadamente se ha liberado en los últimos años gracias a numerosas proyecciones que han contribuido a difundir su grandeza y loable excepcionalidad.
José Luis Vázquez