viernes, 19 de abril

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Estreno en Royal City

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El vicio del poder ()

Director: Adam McKay

Intérpretes: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Bill Pullman, Stefania Owen, Jillian Armenante, Brandon Sklenar, Brandon Firla, Abigail Marlowe, Liz Burnette, Matt Nolan, Brian Poth, Joey Brooks, Joe Sabatino, Alison Pill, Tyler Perry, Shea Whigham, Cailee Spaeny, Fay Masterson, Don McManus, Adam Bartley, Lisa Gay Hamilton, Jeff Bosley, Scott Christopher, Mark Bramhall, Stephane Nicoli, Kirk Bovill

Sinopsis: Explora la historia real sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale), un callado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush, con consecuencias en su país y el resto del mundo que aún se dejan sentir hoy en día.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Una vez estrenada el día anterior la extraordinaria UN ASUNTO DE FAMILIA, no albergo la menor duda de que el estreno del fin de semana es EL VICIO DEL PODER (VICE), una de las serias candidatas a cosechar estatuillas en la próxima edición de los Oscar y flamante ganadora de un premio en los recientes Globos de Oro, el de mejor actor de comedia o musical para Christian Bale. También fue nominada en cinco apartados más, no se olvide el dato tampoco.

Constituye un cuadro incisivo, en algunos instantes demoledor, acerado desde una reconfortante ligereza, de un ascenso político y la relación de captación y estratosférico despunte entre George Bush Jr. y su poderosísimo vicepresidente Dick Cheney, un burócrata de Washington, al que parece ser no le costó mucho llevar las riendas en la sombra (apelando a una figura eufemística: el poder ejecutivo individual) de la mayor potencia del planeta.

Adam McKay, un especialista en mostrar situaciones históricas recientes de su país (él es filadelfiano para más señas), pues llevaba también su firma la un tanto plomiza LA GRAN APUESTA acerca de la severa crisis causada por las hipotecas subprime, vuelve a tirar de un estilo laborioso, entrecortado de insertos, imágenes reales y figuras metafóricos (el estilo Michael Moore sobrevuela en varios momentos), prolijo, exhaustivo en datos (para los que nos consideramos entusiastas de la alta política norteamericana resulta una verdadera gozada)  irónico, pero esta vez con mucha mayor, plena fortuna y más atinados pespuntes.

Confía de nuevo en Christian Bale para el personaje principal y este le responde con una caracterización e interpretación poderosa, la de un Cheney de lo más clavadito físicamente y estimulante. Sencillamente lo borda… y no es sola una cuestión física o camaleónica, establece en todo momento una puntual foto finish del individuo.

El californiano Sam Rockwell, flamante ganador el año pasado del Oscar al mejor actor de reparto por ese memorable y racista poli de TRES ANUNCIOS EN LAS AFUERAS, no le va a la zaga como un jacarandoso Bush. No se relegue igualmente la aportación de Steve Carell como Donald Rumsfeld, el Secretario de Defensa del gobierno de aquél. Y, por supuesto, Amy Adams se muestra tan –en todos los sentidos posibles- estupenda como siempre, esta vez como la esposa de Cheney, Lynne.

Todos ellos forman un tapiz humano no precisamente ejemplar, pero McKay no necesita tirar de demasiada brocha gorda para dejarlos en evidencia. Acudiendo –parece ser- a la más estricta realidad, ellos solitos se desautorizan por sí solos, basculando eso sí, entre cierta oscuridad (en algún momento asoma un espíritu destroyer y vitriólico que, como certeramente ha apuntado Carlos Marañón, lo puede emparentar con el cine de Michael Moore) y una cierta alegría tonal, manifestada esta última mediante un oportuno barniz humorístico, expuesto principalmente a través de esa ironía anteriormente mencionada, marca de la casa.

El guion del propio McKay resulta modélico, de admirable complejidad y de lo más divulgativo, siempre teniendo en cuenta que no deja de ser un punto de vista, amparado en abundantes datos fidedignos. Me gusta especialmente la importancia concedida a la esposa, patente en esa bronca pre créditos que suelta a su borrachín novio y en el discurso que le toca dar en Wyoming ante la precaria situación física de su marido.

Es un brillante trabajo cuya selección para la pomada de las estatuillas doradas es perfectamente comprensible, pues en el mismo convergen una serie de elementos bien orquestados que suelen gozar del plácet de los otorgadores de votos: tema importante, historia muy norteamericana que alcanza a la mismísima presidencia de los USA, un guion inteligente, dirección inteligente, grandes actores…

No es un biopic cualquiera, es algo más. Es una visión sagaz y puede que tendenciosa en algún instante de un período reciente y muy agitado del país más poderoso del mundo. Pero, sobre todo, es un poderoso e intenso retrato de “grandes” individuos que rigen caprichosamente los destinos de la humanidad. Y, por supuesto, resulta obvio, tira de farsa (¿en qué si no se ha convertido la política… o acaso siempre ha sido así?), de una guasa, de un particular sentido del humor para retratar al desalmado y a su entorno.

Si me lo permiten, se la recomiendo encarecidamente, con bastante agrado. Y es que últimamente me ha vuelto a invadir el espíritu de guía sugeridor de estrenos. Suele ocurrirme cuando oteo en el horizonte el desembarco de películas oscarizables. Y es que esto de sentir o creerme que tengo alma de académico hollywoodense me resulta inevitable desde tiempo inmemorial. No vista aún ROMA, por supuesto mi favorita para al menos un par de grandes premios –el de película entre ellos… y el de actor- es BOHEMIAN RHAPSODY, supongo que para horror de tantos colegas de profesión. Qué le vamos a hacer… como diría Jessica Rabbit me han dibujado así, no puedo traicionarme. Y lo manifestado les aseguro que fluye desde la más firme convicción o convencimiento.

Apasionante. Memorable final vía “speech” a la cámara. Pero un ruego, esperen tras los títulos, en concreto a que acabe de sonar el célebre tema musical AMERICA, pues les aseguro que no tiene desperdicio alguno su verdadero colofón, a tono con el registro socarrón y “desenfadado” ofrecido en todo momento.

Sin duda será uno de los grandes títulos de 2019.

José Luis Vázquez