Director: José Luis Cuerda
Intérpretes: Blanca Suárez, Roberto Álamo, Arturo Valls, Miguel Rellán, Carlos Areces, Antonio de la Torre, Joaquín Reyes, Raúl Cimas, Berto Romero, Nerea Camacho, Secun De La Rosa, Manolo Solo, Andreu Buenafuente, Gabino Diego, Eva Hache, Miguel Herrán, Iñaki Ardanaz, María Ballesteros, Pepe Ocio, Daniel Pérez Prada, César Sarachu, Javier Bódalo, Estefanía de los Santos, Martín Caparrós, Fernando González, Marcos Zan, María Caballero, Luis Pérezagua, Nacho López
Sinopsis: En el 9177, mil años arriba, mil años abajo -que tampoco hay que pillarse los dedos con estas minucias-, el mundo entero (y según algunos, el universo también) se ha visto reducido a un solo Edificio Representativo y a unas afueras cochambrosas habitadas por todos los parados y hambrientos del cosmos. Entre todos estos desgraciados está José María, un tipo que decide que salvando ciertas dificultades, y mediante la venta en el Edificio Representativo de una riquísima limonada que él mismo manufactura, otro mundo es posible. (FILMAFFINITY)
AMANECE, QUE NO ES POCO me gusta a secas, pero ni mucho menos la he llegado a venerar jamás –y miren que venero montones de películas- o la considero un título de culto como le sucede a tantos colegas de profesión, cinéfilos o simples aficionados (que no aficionados simples). Eso sí, supuso una relativa bocanada de aire fresco en el depauperado panorama del cine español de mediados de los 80.
Igualmente supondría la consagración de su director, José Luis Cuerda. En cualquier caso y con estratosférica diferencia, sus tres mejores trabajos hasta la fecha son EL BOSQUE ANIMADO, LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS y la creo no demasiado valorada TODO ES SILENCIO (sobre el narcotráfico galaico, cinco años antes de que lo volviera a abordar la excelente serie FARIÑA).
Resulta curioso como este manchego por los cuatro costados ha encontrado su mejor inspiración en tierras gallegas. A las mencionadas habría que añadir –rodada en mi querido pueblo de nacimiento e infancia, Leiro, en pleno corazón del Ribeiro, donde reside el cineasta durante una buena parte del año cuidando de sus viñas- LOS GIRASOLES CIEGOS, pero a esta la considero fallida. Y bien que lo siento, pues salen unas cuantas localizaciones que pertenecen a mi paraíso perdido.
De cosas como LA MARRANA, TOCANDO FONDO, PARES Y NONES (la comedia definitivamente no es lo suyo pese a aciertos parciales de la citada EL BOSQUE ANIMADO) o ASÍ EN EL CIELO COMO LA TIERRA prefiero más bien correr un tupidísimo velo.
La última de estas y su tv movie TOTAL entroncan con el espíritu tanto de AMANECE… como de la que aquí me ocupa. Y ya en su momento, con motivo de la reseña de ambas, fui preguntado y cuestionado por algún oyente –pues mis orígenes se produjeron en la radio, en la añorada Antena 3- acerca de mi supuesta alergia al humor absurdo que gastaban ambas. Afortunadamente tengo la inmensa suerte de que me siempre me han gustado todo tipo de registros, he carecido de prejuicio alguno al respecto. Pero voy más allá, ¿humor absurdo es el que llevaban los Hermanos Marx… que por supuesto estoy plenamente convencido de ello? Porque ese sí que siempre me ha apasionado y me ha descoyuntado de risa.
Y ya, ya sé que no son comparables, que son latitudes e idiosincrasias diferentes, etcétera, etcétera. Da igual. Uno me encandilaba y este otro me echa para atrás, me genera verdadera tirria.
A los cinco minutos de proyección ya me barrunto que lo que estoy viendo y lo que todavía me espera es un verdadero coñazo. Chistes rancios, cuando no burdos, casposillos, chascarrillos culturetas o propios de nostálgicos progres de mayo del 68, fallidos en un noventa y nueve por ciento, pelmazos, sectarios, demagogos, manidos… y así podría desgranar diversos epítetos y calificativos durante un buen número de párrafos más.
La cosa va de distopía situada en 9177, año arriba año abajo. El mundo se ha reducido a unas elitistas y jerarquizadas –vamos, lo de siempre- Torres Blancas con anacrónico paisaje de Monument Valley de fondo, y unas afueras en las que se agolpan un grupillo de parados y parias de todo pelaje y condición… aunque en teoría la impresión dada es que todos ellos presentan uniformidad y de movimientos.
Su radiografía de la actual situación de España, del estado de las cosas en general, me resulta tan obvia, tan ramplona, tan chabacana (ese retrato de juventud, por mucha intencionalidad crítica que pretenda, me causa bochorno), que para qué diseccionar más la cuestión… Alberga un agotador discurso sobre ricos y pobres, poderosos y machacados ya expuesto en infinidad de ocasiones de manera infinitamente más brillante que la ofrecida en esta ocasión. Subrayado por un monarca, unos guardias civiles y unos burócratas de trazo grueso y brocha gorda (un poco de más nivel y agudeza, por favor), de caricatura perezosa y de una pobreza imaginativa con la que me entran ganas de salir corriendo.
Curiosamente, habla de mercantilismo y capitalismo salvaje y nada más mercantilista y capitalista me parece a mí, que tratar de vivir artísticamente de las rentas, de reeditar “esplendores” pasados sin aportar una mínima chispa de algo (su pasaje a propósito de EL QUIJOTE mejor olvidarlo).
Además, da la impresión de certificar, involuntariamente, el declive de la izquierda (entre otras razones por utilizar una jerga antigua y obsoleta), el agotamiento de grandes idearios renovados, volviendo a una serie de clichés que hacen aún más patéticos sus postulados.
Es cine de charanga y pandereta que se pretende gracioso sin serlo. Ampuloso y baldío pese a su aparente frescura y buenrollismo con el espectador. Un bodrio de mucho cuidado.
Tras su finalización, que me la ahorro al largarme de la sala diez minutos antes de la misma, intercambio opiniones con un conocido que me manifiesta lo mucho que le ha gustado y se ha divertido. Ante tal entusiasmo inconcebible para quien esto escribe –no tengo la menor duda que a él le parecería lo mismo mi rechazo-, le ruego que me indique alguno de esos momentos jacarandosos con los que tanto ha disfrutado… y el caso es que le cuesta ímprobos esfuerzos destacarme alguno. Cosas que pasan. Y conste que mi requerimiento era de buena fé y no albergaba ironía alguna, salvo la de que intentara descubrirme o hacerme ver alguna situación o gracia que se me hubiera podido escapar o a la que no le hubiera cogido el punto.
Desde luego cada vez tengo más claro que esto del cine, y siempre partiendo de unos mínimos técnicos exigibles, es una cuestión de gustos. Los míos en este caso se dan de bruces con este esperpento en su acepción más negativa.
José Luis Vázquez