domingo, 16 de junio

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Estreno en Royal City

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Ellos y ellas ()

Director: Joseph L. Mankiewicz

Intérpretes: Marlon Brando, Jean Simmons, Frank Sinatra, Vivian Blaine, Robert Keith, Stubby Kaye, Johnny Silver

Sinopsis: Adaptación de un musical de Broadway basado en un cuento de Damon Runyon, gran maestro de la literatura picaresca americana. Nathan Detroit (Frank Sinatra), organizador de las partidas más selectas de dados de Nueva York, apuesta mil dólares con uno de los jugadores (Marlon Brando) a que no es capaz de enamorar a una joven puritana que pertenece al Ejército de Salvación (Jean Simmons). (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Esta adaptación cinematográfica de un más o menos exitoso -1200 representaciones en Broadway- supondría una rara avis en la filmografía de un director genial, cuyos 21 trabajos firmados como tal bien pudieran gozar de idéntica y afortunada definición.

Me refiero a Joseph L. Mankiewicz, escrutador incisivo y nada complaciente de la condición humana. Y no crean que este musical deslumbrante, que asume su teatralidad con ingenio (además, la mayor parte de sus números tienen lugar en un teatro), romántico, de inequívoco sello “noir”, por mucho que aborde asuntos aparentemente ligeros, constituye una excepción a dicha adscripción.

Porque de lo que nos habla en el fondo es de dos hombres y dos mujeres, de sus peculiaridades, de la golfería de unos, de la vocación matrimonial de una, del exceso de puritanismo de otra, de cómo estos aspectos pueden ser volteados por mor del amor de verdad fundamentalmente.

El personaje más rico temáticamente de todos ellos es el encarnado por una fascinante Jean Simmons, toda virtud inicialmente, hasta que se cruza en su camino un jugador sin muchos escrúpulos. Y no mucho más contaré, pero sí destacaré una secuencia crucial, por lo estético y por la importancia argumental que tiene en el desarrollo de lo expuesto.

Es la que transcurre íntegra en La Habana. Una Habana recreada completamente en estudio (como toda la película por otra parte, da igual que algunos de sus números se deslicen por calles o alcantarillas neoyorquinas), ilustrativa de lo anteriormente mencionado. Añado un relevante detallito más, como es el hecho simbólico de un desabrocharse botones, con la carga de profundidad y el cambio de rumbo que ello conlleva y supone.

Un Mankiewicz que salía del rodaje de la fastuosa y formidable LA CONDESA DESCALZA y que no había dirigido ni volvería a dirigir jamás otro musical, le imprimió al género su sello personal desde un estatismo de cámara que aquí resulta bastante aprovechado y muy atractivo. Ese que no viene caracterizado por grandes números coreográficos (lo cual tiene su mérito: ninguno de los tres actores principales sabía bailar y tan solo Sinatra era un maestro cantando, los otros no llegaban ni a aprendices), pese a la valía de varios de los que pueden contemplar (la espléndida apertura y el cierre se debieron a un especialista, Michael Kidd), sino por escenas de grupo, de cuarteto si quieren y por panorámicas que van de una tirada, a las que no se aplica en exceso el cambio de planificación o la música corte.

Sin descuidar jamás un humor fino, no necesariamente de carcajadas, pero sí de una ironía de lo más saludable. Como atinadamente ha citado algún colega (me remito, por ejemplo, a Julio R. Chico), patente en diálogos referidos a Hitler, al ron asociado a impedir que la leche se convierta en yogurt o a las ventajas de leer un libro según prescripción médica.

Téngase en cuenta que su base literaria partía de dos pequeños relatos del maestro de la picaresca, de la granujería norteamericana Damon Runyon. Los cuales también servirían de excusa para poner a golpe de color y estilizados decorados de puro cartón-piedra una disertación acerca de los polos opuestos y sus atracciones o sobre la moral estricta vista como algo dañinamente represivo, que impide la verdadera satisfacción personal, la felicidad si quieren y los impulsos afectivos que le dan sentido a la vida.

El empeño tuvo todavía mérito sabiendo que durante el rodaje Marlon Brando y Frank Sinatra no se llevaron precisamente nada bien. Al segundo le sacaban de quicio las exigencias y la insistencia en repetir escenas por parte del primero, presa todavía de los excesos del método del Actor´s Studio. Pese a ello, están espléndidos. Y no le va a la zaga la más desconocida del cuarteto, una descollante Vivian Blaine. Pero quien se lleva la palma es la anteriormente mencionada Jean Simmons. Ese desmelene cubano ya citado no tiene precio.

Es otro punto más a tener en cuenta de los muchos positivos que salpican este musical decididamente vigoroso, alegre y pletórico. Demostrativo de que no solo grandes como Minnelli, Donen o Kelly podían fabricar joyas, sino que también ocasionales intrusos “descarados” y con talento a raudales podían igualmente ganarnos para su causa.

José Luis Vázquez