Director: Michael Curtiz y William Keighley
Intérpretes: Errol Flynn, Olivia de Havilland, Basil Rathbone, Claude Rains, Patric Knowles, Ian Hunter, Una O'Connor, Alan Hale, Melville Cooper, Eugene Pallette, Herbert Mundin
Sinopsis: Robin de Locksley regresa a Inglaterra tras combatir contra los infieles en las Cruzadas.Mientras tanto Juan sin Tierra, el hermano del Rey Ricardo I, ha usurpado el trono y gobierna despóticamente, por lo que el noble sajón decide refugiarse en el bosque de Sherwood y luchar contra él para devolverle la corona a Ricardo. (FILMAFFINITY)
Remontarme a la primera vez que contemplé ROBÍN DE LOS BOSQUES es hacerlo a mi niñez, a los mejores años de mi vida, al descubrimiento permanente e incontaminado de las películas, al puro placer de la aventura en estado líquido y gaseoso.
Porque este, no lo duden, es uno de los mejores exponentes de este género de amplias miras, latitudes y registros. Y el que me ocupa es uno de sus vástagos más deslumbrantes y grandiosos. Los ochenta años transcurridos desde su filmación ni se notan.
Conviene hacer un alto en el camino para señalar que han sido decenas las versiones que se han hecho sobre Robin de Locksley o el arquero de Sherwood, tanto anteriores, como a lógico y aplastante nivel numérico posteriores.
Su primera aparición se produjo en un cortometraje de 1908 ignoto para quien esto escribe y casi para cualquier ser viviente titulado –en el original- ROBIN HOOD AND HIS MARY MEN. Casi quince años después, en 1922, Allan Dwan parió la primera obra maestra sobre este entrañable personaje que robaba a los ricos para darle a los pobres (parece ser que la realidad está inspirada en baladas y leyendas del folklore inglés surgidas en aldeas en el siglo XIV), en pleno período mudo. No es cuestión extenderme en el asunto, pero sí decirles que las otras tres piezas imprescindibles son la versión otoñal de Richard Lester, ROBIN MARIAN, sencillamente magistral, y las de Kevin Reynolds (PRÍNCIPE DE LOS LADRONES… con Kevin Costner) y la injustamente subvalorada de Ridley Scott, con Russell Crowe.
Hablando de actores fetiches, destacar el hecho de que aquí volvería a concurrir una de las parejas legendarias del Séptimo Arte, que sería dirigida por Curtiz en siete ocasiones (la octava y postrer la rodarían bajo las órdenes de otro de los grandes, Raoul Walsh… la sensacional MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS). Esas producciones fueron –por orden cronológico- EL CAPITÁN BLOOD, LA CARGA DE LA BRIGADA LIGERA, ROBÍN DE LOS BOSQUES, CUATRO SON MULTITUD, DODGE CIUDAD SIN LEY, LA VIDA PRIVADA DE ELIZABEHT Y ESSEX y CAMINO DE SANTA FE.
Aunque se detestaran en el set de rodaje, estaban fantásticos siempre que aparecían en pantalla, la (no)química funcionaba a las mil maravillas. Y toda la cohorte de secundarios que les rodean están aquí a idéntica altura: Basil Rathbone como el pérfido Sir Guy de Gisbourne, Claude Rains –el mítico capitán Louis Renault de CASABLANCA- como el usurpador Príncipe Juan, Patric Knowles como Will Scarlet, Eugene Pallette como Fray Tuck, Alan Hale como Little John, Una O´Connor como Bess, Melville Cooper como Sheriff de Nottingham, Montagu Love como Obispo de los Canónigos Negros, Herbert Mundin como Much o un episódico, testimonial Ian Hunter como Rey Ricardo Corazón de León.
Curiosamente, el atlético –no concibo nadie mejor para este papel, aunque otros lo hayan bordado también, Sean Connery por ejemplo- Flynn no había sido la elección inicial sino James Cagney. De la misma manera que Will Scarlet debería haberlo interpretado David Niven, pero por encontrarse de vacaciones en su Inglaterra natal la elección acabaría recayendo finalmente en Knowles.
Pero retomando lo que me inspirara en su inicio, en mi descubrimiento, esta mítica versión de 1938 rodada por el estupendo William Keighley (principalmente se encargó de los exteriores) y el genial Michael Curtiz (rodó prácticamente todos los interiores), que sustituiría al primero por desavenencias de aquel con los productores, me resulta muy difícil expresar todas las emociones que me asaltaron viéndola esa primera vez.
A lo largo del tiempo he conseguido preservar idénticas sensaciones, con la salvedad, claro, de lo ya conocido, pero nunca ha sido obstáculo alguno para disfrutarla, en absoluto. Es más, he vuelto a ella en numerosas ocasiones con ilusión renovada.
Y es que posee un ritmo frenético, endiablado, que impide ni un instante del menor atisbo de aburrimiento. No decae ni una sola fracción de segundo. Muestra emboscadas desde árboles imposibles de olvidar, simpáticos encontronazos con orondos frailes y prácticamente se despide con un duelo memorable entre el mejor espadachín surgido jamás en el mundo actoral, Basil Rathbone (el segundo ha sido el mismísimo e interminablemente largirucho Christopher Lee) y el propio Flynn.
Este resplandece con ese traje verde y esas mallas ajustadas propias de los héroes de la época. Fue además dirigido prodigiosamente por Curtiz. Entre ambos consiguieron un trabajo repleto de dinamismo, viveza, jovialidad chispa y vitalidad.
Contó con una producción de lo más generosa. El rodaje tuvo lugar en el californiano Parque Bidwell, que recreó magníficamente el legendario bosque (algún plano general procede del auténtico), y en los estudios Burbank de la Warner.
Se convirtió en la sexta producción más taquillera del año en los USA. Tuvo 4 nominaciones a los Oscar, obteniendo 3: la excepcional banda sonora de Eriche Wolfgang Korgngold (que otorga tema a cada protagonista), montaje (Ralph Dawson) y dirección artística (Carl Jules Weyl). Tan solo se quedaría sin reconocimiento el de producción sobresaliente.
No sería reconocida, pero la primitiva y refulgente fotografía en color de un de Sol Polito, contribuye a que uno se embriague felizmente de aquellos incipientes colores.
Su imponente sentido del espectáculo resulta hoy en día irrecuperable, pero mientras existan copias de la misma, eso me dará siempre igual. Acudir a ella es un pleno gozo, un disfrute inmarchitable. Transmite energía, alegría, buen rollo, ganas de vivir.
Un genuino, energico y arrasador divertimento. Imperecedero.
José Luis Vázquez