jueves, 28 de marzo

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Estreno en Royal City

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Yucatán ()

Director: Daniel Monzón

Intérpretes: Luis Tosar, Rodrigo de la Serna, Joan Pera, Stephanie Cayo, Toni Acosta, Adrián Núñez, Txell Aixendri, Angelo Olivier, Alicia Fernández, Leticia Etala, Xavi Lite, Cristóbal Pinto, Óscar Corrales, Joche Rubio, Alex Amaral, Aranzazu Coello

Sinopsis: Lucas (Luis Tosar) y Clayderman (Rodrigo de la Serna) son dos estafadores, profesionales del engaño a turistas ingenuos en cruceros de lujo. Hace años trabajaban juntos, pero la rivalidad por Verónica (Stephanie Cayo), la bellísima bailarina del barco, les hizo perder la cabeza y dio al traste con su sociedad. Ahora trabajan por separado, Lucas en el Mediterráneo y Clayderman en el Atlántico. Ese fue el acuerdo. Pero un inesperado botín impulsa a Lucas a irrumpir en el barco de su exsocio, lo que convierte la exótica travesía de Barcelona a Cancún, pasando por Casablanca, Tenerife, Brasil y la selva de Yucatán, en un encarnizado duelo de tramposos sin ninguna regla, pero muchos golpes bajos.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 4 estrellas

El en tiempos crítico cinematográfico y desde hace ya dos décadas director, el mallorquín Daniel Monzón, rara vez defrauda. Su cine suele mostrar gran calidad, impecable y reluciente envoltorio formal. Nunca aburre, ni por supuesto en sus títulos mayores (CELDA 211, EL NIÑO), ni tampoco en los supuestamente menores (EL CORAZÓN DEL GUERRERO, LA CAJA KOVAK, EL ROBO MÁS GRANDE JAMÁS CONTADO). Precisamente con éste último citado comparte género, el más difícil de todos, el encargado de extraer risas o sonrisas (y no a cualquier precio en este caso) y vocación de hacerlo pasar bien, de ser fiestero y lúdico en el sentido más apreciable del término.

Pero bien pudiera ser que con esta su última obra pudiera despistar a muchos por su amalgama de influencias, desde las más obvias que apelan desde las tradicionales tramas de estafadores (seguramente ha tenido en cuenta en algún pasaje o en su esencia la memorable LAS TRES NOCHES DE EVA de Preston Sturges… pues también su primera parte transcurre en un trasatlántico por el que rondan una pareja –padre e hija- de afanadores de lo ajeno y a la caza de incautos) hasta el musical (me ha parecido detectar un número homenaje a LOS CABALLEROS LAS PREFIEREN RUBIAS con una rutilante y marilynesca Stephanie Cayo), pasando por el romance, el policiaco, las aventuras y ese tipo de comedia absurda de la que gozamos de larga tradición en la piel de toro (pienso en ejemplos de lo más dispares que alcanzan hasta ELOÍSA ESTÁ DEBAJO DE UN ALMENDRO, sin que por ello ésta tenga nada que ver con la que me ocupa).

No considero que resulte caprichoso proclamar que no deja sino de constituir una fábula sobre el vil metal (de hecho, un par de veces se exclama bien clarito “El dinero es una puta mierda”, y aunque no es muy fina la expresión, pero resulta de lo más concluyente) de ecos “marktwainianos”. No es gratuito que transcurra en 2008, en los previos del estallido de Lehman Brothers y la terrible crisis económica de la que todavía padecemos sus consecuencias.

De ahí que en el párrafo inicial matizara que su objetivo no sea buscar la comicidad a costa de lo que sea. Ni mucho menos. Su criatura es un cóctel, una combinación de registros y tendencias, algo siempre peligroso, pero que en esta ocasión considero que logra manejar adecuadamente, que consigue aferrar todos esos diversos tonos de manera muy acertada. La que no creo que sea su intención es la de emular a los prodigiosos y arrasadores hermanos Marx en la descacharrante UNA NOCHE EN LA ÓPERA. Seguramente no habría sido tampoco recomendable… por aquello de la comparativa con algo casi imposible de superar.

Monzón tiene además una forma de hacer, de rodar, muy a la americana, profesional, vivaz, cuidando en todo momento la narrativa y poseedor de eso tan indefinible y nada fácil de lograr que es el control del ritmo. Además, en esta ocasión hace alarde de una puesta en escena aparte de ágil y suntuosa, un tanto inusual por estos pagos por sus espectaculares movimientos de cámara y que se permite incluso un homenaje a la que tal vez sea –hundimiento aparte- la escena más popular de TITANIC, la de los amantes en la proa del barco sintiéndose los reyes del mundo.

Todas esas cualidades puestas al servicio de un típico planteamiento argumental de timadores que desarrollan su trabajo en un crucero de lujo y en el que tanto las cosas como las personas no son lo que parecen. Los dos tunantes en cuestión son unos desenvueltos y relajados Rodrigo de la Serna y Luis Tosar, este segundo moviéndose por unos terrenos que no suelen ser habituales en él. Pero consiguen dar el pego y transmitir energía. Acompañados por unos descollantes Joan Peña (un veterano no demasiado conocido fuera de su Cataluña natal, que se ha desenvuelto principalmente en escenarios y a reivindicar, ya se encarga Monzón de hacerlo regalándole un papel caramelo) y la anteriormente mencionada Stephanie Cayo, dos gratas e inesperadas sorpresas.

Deslumbran tanto por cubierta, en camarote, en el gran salón del barco o paseando por el Teide. Y lo que es también importante, consigo conectar su chisporroteo y frescura. Otra cuestión es la de algún que otro compañero de travesía no se encuentre a idéntica altura por exceso de histrionismo, caso de Agustín Jiménez.

En cuanto a los números musicales poseen encanto, consiguen trasladarme a otras épocas del cine, aunque la acción transcurra casi en tiempo contemporáneo (2008).

Y así entre trapacerías, equívocos y melodías gratas –maravillosos boleros de toda la vida por ejemplo- al oído va transcurriendo una trama, a la que seguramente se le habría podido sacar mayor partido, pues el más que curtido guionista Jorge Guerricaechevarría, habitual colaborador de Álex de la Iglesia, suele mostrarse muchas veces irregular y arrítmico, con vaivenes y descompensaciones o equilibrios que pueden resultar latosos o acabar lastrando seriamente el resultado final… véanse para apuntalar esta breve reflexión los casos cercanos de LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI o EL BAR. Pero no es menos cierto que sabe desenvolverse con habilidad dentro de ambientes bullangueros y repartos corales.

En resumidas cuentas, un más que apreciable y arriesgado divertimento de elegante envoltorio y con efluvios, aroma a cine no rancio como han apuntado algunos colegas, sino al que se hacía antes, en tiempos clásicos, cuando en tantas ocasiones conseguían sorprenderme.

Un consejo si me lo permiten para que tal vez la puedan apreciar o disfrutar más: no acudan con la idea de que se van a partir de risa. Señalar también que una pequeña poda de 15 o 20 minutos no le hubiera sentado nada mal.

Muy amena, vistosa y entretenida.

José Luis Vázquez