domingo, 6 de julio

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Estreno en Royal City

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Los duelistas ()

Director: Ridley Scott

Intérpretes: Keith Carradine, Harvey Keitel, Edward Fox, Albert Finney, Cristina Raines, Robert Stephens, Tom Conti, Diana Quick, John McEnery

Sinopsis: A principios del XIX, durante las guerras napoleónicas, un teniente de húsares del ejército francés, el aristócrata Armand D'Hubert (Keith Carradine), recibe la orden de arrestar al teniente Feraud (Harvey Keitel) por haber participado en un duelo. Feraud, encolerizado, desafíará una y otra vez a D'Hubert durante quince años. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Es difícil, muy difícil, volver sobre una película que por mucho poso que me haya dejado solo la he visto una vez… y esta se produjo hace ya cuarenta años, tantos como la carrera de cineasta de Ridley Scott, que con esta obra debutaría a los 40 tacos en el campo del largometraje, tras una brillantísima carrera previa como publicista, algo patente en este su primer vástago en celuloide.

Por supuesto, podría marcarme el pegote de hablarles de las influencias de los diferentes autores y pintores que la bañan (hoy en día con las redes sociales es facilísimo, está chupado), de Vermeer –Johannes- sin ir más lejos (o hasta de Goya, ya que estamos en una época contemporánea, de su duelo a garrotazos), pues su luz tenue, incluso brumosa, no resulta nada disparatado emparentada con la marca del genial pintor neerlandés. Pero no voy a caer en ese fácil recurso cultureta… por propia incapacidad y por esa a veces excesiva trampa de la intelectualización de las obras bellas, simbólicas y extrañas.

Apelaré una vez más a las emociones, pero asociadas estas a lo bello, a lo estético ¿Por qué acaso un ejercicio visual imponente, de este calado, tiene que ser ninguneado por el mero hecho de ser hermoso, fascinante, subyugante? Iré más allá, se le ha acusado a Scott durante una buena parte de su carrera de ser un mero ilustrador, un esteta –en onda vaselina o estilo diferente otro tanto se ha dicho despectivamente de Tim Burton- y no puedo por menos dejar pasar tan simplona, cómoda y gratuita afirmación. El inglés es igualmente un narrador de primera que encima tiene la virtud de encofrar visualmente sus trabajos de manera virtuosa. Y no se olvide que para la ocasión partía de un material literario muy a tener en cuenta, una perturbadora novela del gran Joseph Conrad (basada en un episodio real), ese especialista en sumergirnos en corazones en tinieblas del ser humano. Y, en este caso, mostrarnos muy gráficamente la necedad de la guerra.

Véase la prueba con esta carta de presentación deslumbrante, imponente, soberbia, ambientada en las Guerras Napoleónicas. Su leiv motiv: un duelo prolongado durante quince años entre dos individuos singulares, antagónicos que, sin meterme en mayores berenjenales, bien pudieran ser la representación de una Europa política y social.

Los dos oficiales del 4º y 7º de Húsares. De caracteres y planteamientos vitales opuestos, y de los que al final uno casi acaba preguntándose ¿y por qué todo esto?... lo inútil de su conflicto.

Ambos encarnados por dos actores en estado de gracia, en sazón. Uno siempre formidable, Harvey Keitel, el teniente Ferraud… fanático bonapartista, obsesivo, impulsivo, irracional, irascible. El otro Keith Carradine, que pocas veces estuvo mejor (y recuerdo buenas interpretaciones suyas: NASHVILLE, LOS VIVIDORES, UNO ROJO: DIVISIÓN DE CHOQUE, PRETTY BABY/LA PEQUEÑA, ELÍGEME/CHOOSE ME…), el aristócrata Amand D´Huber, racional, elegante, culto, de buena cuna, en apariencia más civilizado.

Los cinco o seis enfrentamientos –esta es una de las constantes de la filmografía “ridleyscottiana”- que emprenderán a lo largo de esos primeros quince años del siglo XIX son un prodigio de puesta en escena, de encuadres, de luz recogiendo indistintamente amaneceres y atardeceres (impresionante trabajo de Frank Tidy), de atmósfera naturalista potenciada por filtros y humo… y enfebrecida, de puro cine silente por momentos, con puntuales sonidos de acero, de sable como fondo.

Es una creación fascinante, bellísima, extraña, rara en el mejor sentido del término, turbadora, misteriosa, insólita. Realzada por una inquietante banda sonora de Howard Blake.

No me extraña que le concedieran el galardón de mejor opera prima en el Festival de Cannes de 1977. Recuerdo pocos debuts tan sonados, y los ha habido excelentes, como el de Orson Welles con CIUDADANO KANE. Y no lo digo por hacerme el intelectual, pues así lo creo firmemente.

Y es que, miren, salvo LA TENIENTE O´NEILL, HANNIBAL y las dos últimas entregas alienianas –las fallidas, pero con algo PROMETHEUS y COVENANT-, todo lo que este artista, proclamado sin arrobo ni petulancia alguna, me ha encandilado, absolutamente todo lo restante (e incluyan, sí, EL CONSEJERO, EXODUS, ROBIN HOOD, MARTE o TODO EL DINERO DEL MUNDO. Ni les cuento ya BLADE RUNNER, ALIEN, THELMA Y LOUISE, GLADIATOR, la impresionante EL REINO DE LOS CIELOS, AMERICAN GANGSTER (esta también) o LA SOMBRA DEL TESTIGO. Y me dejo otra decena estupenda.

Cuenta en la actualidad con 80 años. Y sigue en activo, pletórico, exultante. Cuatro décadas contemplan sus enormes logros. Ojalá sus duelos de cámara se prolonguen como los de estos dos singulares oficiales napoleónicos en pos del honor, la fidelidad, la lucha de egos o –no es necesario tenerlo todo siempre claro- vayan ustedes a saber qué.

José Luis Vázquez