Director: David Trueba
Intérpretes: Lucía Jiménez, Fernando Ramallo, Carolina África, Vito Sanz
Sinopsis: Una modesta gira de conciertos vuelve a reunir a dos amigos de juventud. Ella, cantante de éxito, ya retirada de la escena. Él, que sobrevive como vendedor de productos cosméticos, pretende relanzar la carrera musical de quien fue su amor de adolescencia. (FILMAFFINITY)
Leo diversas cosas estupendas y muy elogiosas sobre esta película pequeña, modesta, íntima, que me encantaría poder suscribir al cien por cien pero que, aun reconociendo y advirtiendo algunos de sus buenos propósitos, no puedo evitar que me invadan la fatiga y cierto tedio en varios momentos.
Frases, titulares o reflexiones de colegas con los que en tantas otras ocasiones he coincidido en sus opiniones, no puedo compartirlas esta vez. Del tipo “radiografía nostálgica de una generación”, “cada poro de este prodigio, no lo duden, está ahí para ver y vivir el tiempo”, “cine en estado puro… un canto a las librerías, la melancolía y el abismo que supone cumplir40 años y comprobar que la vida no es lo que habías esperado”. Ojalá pudiera haber suscrito estos comentarios tan encendidos.
En fin, todo lo que alberga en su fondo muy bonito sobre el papel, sobre la escritura, pero bastante inane trasladado a la pantalla.
Uno de sus mayores inconvenientes es que todo es pequeñito a bastantes niveles. Lo son unos diálogos bienintencionados o en el mejor de los casos relamidos (demasiado floridos o auto conscientes de su trascendencia pese a su tono supuestamente naturalista) y que en varios instantes me suenan incluso a demasiado oídos, aunque traten de ser camuflados como nuevos. Es también minúsculo su discurso generacional que es precisamente eso… discursivamente desencantado en plan guay del Paraguay.
Y conste que me gusta bastante el cine de su director, David Trueba, firmante de otras piezas en estos registros, pero mucho más afortunadas, como LA BUENA VIDA, BIENVENIDO A CASA o la –ésta sí- notabilísima VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS.
De todas formas, por si acaso prometo volver a verla en cuanto tenga ocasión, tampoco me pareció rechazable. Y, además, han sido ya unas cuantas veces en los últimos tiempos en las que me he desdicho de una calificación tras un segundo visionado (los años y el cansancio distorsionan a veces la opinión).
A la espera de ello, lo mejor con diferencia que he encontrado en este primer visionado es la segoviana Lucía Jiménez (precisamente la descubriría Trueba con LA BUENA VIDA… qué bien estaba en la espléndida SILENCIO ROTO de Montxo Armendáriz), natural, desenvuelta, en buena forma.
Es posible que tenga como destino cierto y limitado público minoritario.
José Luis Vázquez