Director: Sergio Barrejón
Intérpretes: Luis Callejo, Juana Acosta, Carlo D'Ursi, Josean Bengoetxea, Bárbara Santa-Cruz, Dalila Carmo, Maika Barroso, Adam Jezierski, Sergio Quintana, Teo Planell, Diana Lázaro
Sinopsis: César es 'el jefe', ese al que todos odian, algunos adulan y al que nadie dice la verdad; el gran empresario de éxito al borde del precipicio. De la noche a la mañana sus acciones se desploman, sus socios le traicionan y su mujer le echa de casa. Atrincherado en su despacho, trata sin descanso de recuperar su empresa y su vida. Pero no lo hará solo, César encontrará una aliada muy especial, Ariana, la limpiadora del turno de noche.
Hacer que un tipo antipático y hasta cierto punto repulsivo, un empresario del que no se ahorran tinturas desagradables tal como suele ser norma en el cine patrio al describir a este colectivo (hasta sin pretenderlo suelen traslucir casi la ideología o el pensamiento de quienes lo gestan… ¡ay el dichoso subconsciente freudiano!), no acabe cayendo mal, al que incluso se le acabe cogiendo afecto, es mérito de los guionistas –Natxo López y Marta Sofía Martins- y de su debutante director, Sergio Barrejón.
Éste nos propone una comedia rara, extraña, de humor con sordina, dramática en su fondo y negruzca por momentos en sus formas. Crítica, pero sin que acabe alcanzando demasiada profundidad.
Soporta su peso en una notable interpretación del segoviano Luis Callejo (CIEN AÑOS DE PERDÓN, KIKI EL AMOR SE HACE, EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS), rayana en algún momento en el exceso, aunque este acabe siendo finalmente sorteado. En unas cuantas escenas le contraplanea o acompaña la colombiana Juana Acosta, a la que no solo quiere la cámara, sino que ella muestra oficio más que suficiente para volver a aportar a su personaje cosas, cualidades: fisicidad, encanto, algún detallito como esa aspiración de una estrella de mar…
Ni mucho menos está lograda, sobre todo porque su dibujo sobre corruptelas y desvaríos laborales no solo resulta muy manido, epidérmico o hasta caricaturesco en algunos momentos, pero no está nada mal. Además, esa claustrofobia que gasta evita las trampas de la teatralidad y resulta solvente.
Insisto, no es para tirar cohetes, pero merece al menos un vistazo.
José Luis Vázquez