martes, 19 de marzo

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Estreno en Royal City

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Sicario: El día del soldado ()

Director: Stefano Sollima

Intérpretes: Benicio del Toro, Josh Brolin, Matthew Modine, Catherine Keener, Isabela Moner, Jeffrey Donovan, Christopher Heyerdahl, Manuel García-Rulfo, Bruno Bichir

Sinopsis: La guerra contra los cárteles de la droga se ha intensificado en la frontera entre EE.UU. y México a medida que han comenzado a traficar con terroristas. Para hacer frente a esta guerra, el agente federal Matt Graver (Josh Brolin) vuelve a hacer equipo con el volátil Alejandro Gillick (Benicio del Toro). Secuela de 'Sicario' (2015). (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Cuenta la leyenda o el acervo popular, lo que prefieran, que nunca segundas partes fueron buenas. En cine así se suele dar por sentado con la excepción de EL PADRINO. Pero no estoy en absoluto de acuerdo con citar solo este ejemplo. Hay bastantes otros, como atestiguan primeras o segundas secuelas de STAR WARS, EL CABALLERO OSCURO, EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, HARRY POTTER, PARQUE JURÁSICO, INDIANA JONES y a los que ahora tengo que añadir SICARIO. El original, fechado hace tan solo tres años, me supuso toda una conmoción. Esta otra, que lógicamente pierde el efecto sorpresa, es una gran y potente continuación.

Y algo que podía haber sido de temer, el cambio de director, no constituye problema alguno. Digo más, no solo no desmerece en absoluto, sino que supone una atinada elección. Me refiero a Stefano Sollima (firmante de SUBURRA y de dos series de parecido corte a esta película ambientadas en su Italia natal, ROMA CRIMINAL y GOMORRA, las recomiendo encarecidamente), que coge el relevo del canadiense afincado en los USA Denis Villeneuve.

De nuevo, vuelve a hacerse patente la importancia del guionista. El aquí señalado, Taylor Sheridan, todavía no acumula un currículum muy extenso –tan solo 4 trabajos-, pero sí suficiente para poder afirmar que es uno de los mayores talentos surgidos en los últimos tiempos (todavía es relativamente joven, 48 años) y existentes en el panorama actual. Y si no, aquí están los títulos para corroborarlo: el primer SICARIO, el excepcional COMANCHERÍA, WIND RIVER (que también ha supuesto su debut tras las cámaras) y el que me ocupa en esta reseña.

Sheridan es preciso y contundente en los trazos de sus personajes. Vuelve a mostrar lo tenue que resultan los métodos de los defensores de la ley y de los narcotraficantes en este caso. De la guerra sucia, vamos. Pero, posiblemente, aunque no resulte políticamente correcto, tal vez no haya otra forma de mantener el perpetuo estado de las cosas e incluso de la civilización, que estableciendo juego sucio de todo tipo para mantener la ley y el orden. Lo bueno es que esto no se explica de manera esquemática, elemental, sino compleja. Y ello sin renunciar a abundantes y magníficamente rodadas secuencias de acción de un sentido casi operístico.

La verdad es que tiene un ritmo vertiginoso, nunca atropellado. Tanto protagonistas como secundarios están perfectamente definidos en su ambigüedad. Josh Brolin y Benicio del Toro vuelven a estar inmensos. Y me sorprende el aplomo y la naturalidad de la adolescente Isabela Moner.

La tensión se masca y está ejemplarmente alargada, mediante una banda sonora de Hildur Guonadóttir a tono con la misma. Sus “impasse” al respecto me transmiten crispación, desazón, angustia.

Narrativamente es de una plausible sequedad, a tono con el paisaje fronterizo, tejano, que retrata. Y cuenta de forma pasmosa el proceso en que los chavales son tentados para acabar convirtiéndose en asesinos despiadados. Y Del Toro (Benicio) vuelve a proporcionar momentos en los que se masca la tragedia más feroz, sin descuidar algún momento para una ternura casi imperceptible, subrepticia.

Es expeditiva, subyugante, sin concesiones de cara a la galería más que las generadas de la propia filigrana cinematográfica, pero sin necesidad de coartadas intelectualoides de ningún tipo. Y lúcida en su descripción de cómo está el mundo y los grandes poderes a uno y otro lado de la ley, demasiado lúcida.

 

José Luis Vázquez