miercoles, 16 de julio

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Estreno en Royal City

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El hombre que mató a Don Quijote ()

Director: Terry Gilliam

Intérpretes: Jonathan Pryce, Adam Driver, Olga Kurylenko, Stellan Skarsgard, Joana Ribeiro, Óscar Jaenada, Jordi Mollà, Rossy de Palma, Jason Watkins, Paloma Bloyd, Sergi López, Mario Tardón, Joe Manjón, Bruno Sevilla, Patrik Karlson, Viveka Rytzner, Lídia Franco, Maria d'Aires, Juan López-Tagle

Sinopsis: Toby, un director de anuncios muy cínico se ve envuelto en los estrafalarios delirios de un viejo zapatero español que se cree el mismo Don Quijote. A lo largo de sus aventuras cómicas, y cada vez más surrealistas, Toby se ve abocado a enfrentarse con las trágicas repercusiones de la película que rodó cuando era un joven idealista, una película que cambió los sueños y esperanzas de un pequeño pueblo español para siempre. ¿Podrá Toby reparar los daños y recuperar su propia humanidad? ¿Podrá Don Quijote sobrevivir a su propia locura y muerte inminente? ¿El amor lo conquistará todo?

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 1 estrellas

Nunca he conseguido acabar EL QUIJOTE –señalo que fui lector voraz en mi juventud, ahora lo soy de otra manera- y eso que lo empecé y continué unas cuantas veces. Parece inevitable establecer comparativas entre esta traslación y libérrima versión cinematográfica y la inmortal obra de Cervantes, pero fiel a mis principios, tampoco en esta ocasión voy a caer en la trampa.

Tan solo me limitaré a informarles de algo sabido por muchos. De los veinticinco años que ha tardado su director en poner en pie este suntuoso proyecto. Vicisitudes y contrariedades de todo tipo fueron postergando tan anhelado empeño. Como se vuelve a comprobar, ello nunca va aparejado a un resultado final satisfactorio, más bien lo contrario.

A Gilliam, ex Monty Python (el único componente estadounidense del célebre grupo de cómicos ingleses), hace tiempo que se le ha ido la pinza artística. Lejanos quedan ya los tiempos en que parió sus tres obras maestras (BRAZIL, EL REY PESCADOR y DOCE MONOS), de hecho, las tres únicas rescatables de una filmografía apabullante en lo visual, aunque deficitaria tantas veces en lo estrictamente narrativo.

EL HOMBRE QUE MATÓ…  se vuelve a revelar otro ejemplo de esto último. De gran belleza plástica en algún tramo –esos gigantes trocados en molinos de viento-, se resiente de muchos de los tics de su autor. Es caótica, desaforada, estridente, confusa, extravagante, atropellada, delirante o arrolladora en sus peores acepciones y en todo momento excesiva. Vuelve a aturdirme con ese estilo arrollador y confuso marca de la casa (recuérdese EL SECRETO DE LOS HERMANOS GRIMM, LAS AVENTURAS DEL BARÓN MÜNCHAUSEN, TIDELAND, EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS o la verdaderamente insufrible MIEDO Y ASCO EN LAS VEGAS, dejo aparte sus válidas aportaciones con sus camaradas Python: LA BESTIA DEL REINO, LOS HÉROES DEL TIEMPO y LOS CABALLEROS DE LA MESA CUADRADA Y SUS LOCOS SEGUIDORES).

Desconecto en varias ocasiones, en alguna me quedo frito y, ocasionalmente, me asombra alguna de sus imágenes. Poco o nada más.

Lo mejor, con diferencia, estriba en la estupenda banda sonora de Roque Baños, que contiene preciosos insertos, rasgados, de guitarra española.

La aparición de estrellitas autóctonas, como Jordi Mollá, Oscar Jaenada o una episódica Rossy de Palma, nada aportan el conjunto. Y el protagonismo, histérico por momentos, del británico –galés- Jonathan Pryce (el Gorrión Supremo de JUEGO DE TRONOS, CARRINGTON, el gobernador de Port Royal en las tres primeras entregas de PIRATAS DEL CARIBE) y del estadounidense Adam Driver (el Kylo Ren de la nueva trilogía galáctica, PATERSON, en un papel que lo iniciara hace un cuarto de siglo Johnny Depp y por el que pasarían Ewan McGregor o Jack O´Connell) resulta del todo prescindible, y no por culpa de ellos, que poseen un más que contrastado talento y carisma para aguantar el tipo, sino por una histriónica dirección de actores.

En este caso la mezcla de motos, caballos y siete lenguas diferentes de los componentes del equipo técnico y actoral no ha constituido un buen mejunje.

Constituye una imperdonable pérdida de tiempo. Un fiasco en toda regla. Una considerable y pretenciosa estupidez.

José Luis Vázquez