Director: Mark Robson
Intérpretes: Lana Turner, Lee Philips, Lloyd Nolan, Arthur Kennedy, Russ Tamblyn, Terry Moore, Hope Lange, Diane Varsi, David Nelson, Barry Coe, Betty Field, Mildred Dunnock, Leon Ames, Lorne Greene, Robert H. Harris, Tami Conner
Sinopsis: Sexo, frustraciones y violencia se ocultan bajo la tranquila apariencia de una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra, cuya clase alta no está dispuesta a reconocer la irregular conducta de sus miembros.
Si leen algunas de las sinopsis que pululan por ahí acerca de esta película, la de Filmaffinity por ejemplo, pueden encontrarse con algo así como “sexo, frustraciones y violencia se ocultan bajo la tranquila apariencia de una pequeña ciudad estadounidense de Nueva Inglaterra, cuya clase alta no está dispuesta a reconocer la singular conducta de sus miembros”.
Pues eso es en resumidas cuentas VIDAS BORRASCOSAS, o PEYTON PLACE en el original (en Hispanoamérica se tituló LA CALDERA DEL DIABLO), en alusión a la citada y supuesta localidad enunciada. Prototípica de la expansión de la sociedad estadounidense del momento, la de la vida rosa del período de preguerra, en los días previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Rebosante en chillones colores –magnífica fotografía en cinemascope de William C. Mellor-, de avances sociales y tecnológicos, de casas de cuentos de hadas y gente aparentemente reluciente, próspera y satisfecha. Pero bajo cuyas alfombras -¡ay esa dichosa condición humana!- se esconden represiones de todo tipo, sueños incumplidos, falsas apariencias, hipocresías, dobles morales y toda una amplia panoplia de conductas… no precisamente transparentes o modélicas.
En este entorno viven, se desenvuelven, una serie de personajes y relatos entrecruzados, que giran preferentemente sobre el protagonismo de una madre con un pasado oculto y una joven hija que sueña con ser escritora.
Sería exquisitamente dirigida por uno de esos abundantes y excelentes profesionales del cine norteamericano a los que se ha tildado, muchas veces peyorativamente, de artesanos. Resultan tan elegantes sus movimientos de cámara, sus suaves travellings, esas grúas, esos planos americanos, esas panorámicas... Ese “artesano”, Mark Robson, dejó películas del fuste y del calado de LA FURIA DE LOS JUSTOS (con un imponente y furibundo Glenn Ford), EL PREMIO (la entretenidísima de los Nobel al estilo Hitchcock con Paul Newman), EL CORONEL VON RYAN (Sinatra en una movida cinta bélica rodada en parajes españoles), EL ÍDOLO DE BARRO y MÁS DURA SERÁ LA CAÍDA (dos clasicazos del género boxístico), NO QUIERO DECIRTE ADIÓS (impoluto y contenido melodrama que transcurre durante el conflicto coreano), RETORNO AL PARAÍSO (Gary Cooper en los Mares del Sur) o EL ALBERGUE DE LA SEXTA FELICIDAD (divina y humana Ingrid Bergman).
Otro factor fundamental en el irreprochable acabado de esta lujosa producción Fox, es un reparto espléndido y glamuroso encabezado por Lana Turner (es la elegante Constance McKenzie) y compuesto mayoritariamente por actores que no eran precisamente estrellas, pero capaces de conceder a cualquier película un empaque como los que más. Nombres como Arthur Kennedy (ese padrastro degenerado, candidato al Oscar), Hope Lange (la preciosa y destacable acompañante en BUS STOP y UN GANGSTER PARA UN MILAGRO), el gran bailarín Russ Tamblyn, la encantadora Diane Varsi (es la inquieta Allison de irrefrenable y cálida vocación literaria), Lorne Greene (Papá Bonanza), Lloyd Nolan (un médico erigido en conciencia colectiva), Betty Field o Mildred Dunnock. Para cualquier buen aficionado al cine clásico norteamericano, rostros familiares muchos de ellos.
Reconozco sentir –y van la tira- una debilidad especial y “excesiva” por esta evocadora película, reafirmada y amplificada cada vez que vuelvo a ella, que es a menudo. Tal vez porque me transporte a una época idealista, falsamente –o no- idílica de mi vida y de la historia, que así continúa feliz y perdurable en mi recuerdo.
Me embriaga además su aroma, ese perfume destilado del momento. Me resulta tan arrebatadora esa pormenorizada descripción de esa abigarrada, bulliciosa comunidad… Son tan gratas sus imágenes, me anclan y sitúan en la época, esos colores vivos y ocres de verano y otoño.
Y pese a la crítica latente en todo instante, me encandila ese retrato de inocencia de su joven protagonista, su pujante felicidad, su esplendorosa vitalidad, sus primeros y pacatos hervores sentimentales, su contrariedad ante la dura realidad. Y siempre consigue transportarme el tema principal de su banda sonora compuesto por Franz Waxman, el que acompaña a los títulos de créditos y a algunos momentos de su agitada trama.
Se basó en una novela de gran tirón debida a Grace Metalious, de diálogos penetrantes y poderosos. A los cuatro años de su rodaje, gozó de una continuación dirigida por el actor/cineasta José Ferrer, cuyo título sería REGRESO A PEYTON PLACE. A su vez origen ocho años más tarde, en 1969, de una popular serie televisiva.
En su día constituyó todo un acontecimiento y un taquillazo. Varios visionados después continúo considerándola adorable, cautivadora, irresistible.
José Luis Vázquez