Director: Alejandro Ezcurdia
Intérpretes: Raúl Mérida, Sara Sálamo, Guillermo Estrella, Adam Jezierski, Geraldine Chaplin, Joaquim de Almeida, Manuel Morón
Sinopsis: Guillermo (Raúl Mérida) es un joven universitario apasionado del surf que descubre de manera casual un antiguo carrete fotográfico. En las fotografías aparecen enigmáticas imágenes y una cara conocida, lo que lleva a Guillermo a emprender una peligrosa investigación con la ayuda de Daniela, una estudiante de Bellas Artes, y de su hermano, un experto informático. Ninguno de los tres es consciente de que esa investigación puede cambiar sus vidas para siempre.
Este chapuzón, esta inmersión en el “thriller” juvenil a la española es un claro ejemplo de un quiero y no puedo. Su cuarto de hora inicial no está mal, se deja de ver, se advierte hasta cierta solvencia de realización y producción, pero en el momento en que el guión se mete a mayores el barco comienza a encallar. Y eso que su libretista, Luiso Berdejo, ha mostrado experiencia en el género, pues suyos son los de la saga REC (en realidad el único válido, es el primero) y el de la todavía desconocida INSENSIBLES, pero aquí se ha dejado llevar por premisas de nula credibilidad.
Acaba cayendo en defectos ancestrales del cine español: el habitual y prescindible desnudo de la chica de turno, el niño más bien insoportable aunque aquí no tanto y escenas innecesariamente reiterativas, como ese machacón plano del protagonista en el agua tratando de emerger a la superficie. Sí, ya sabemos que es surfista y el símil puede ser obvio, pero aunque breve, cansa. Conste que todas estas cuestiones resultan pecata minuta ante su mayor defecto, la total falta de verosimilitud. Hitchcock cometía también defectos garrafales al respecto, pero era tan magistral su exposición que hacía que fuéramos incapaces de reparar en esos errores argumentales. El problema es que cuando no se maneja bien el remache de lo contado, es inevitable comenzar a hacerse preguntas del tipo ¿y por qué aparecen las fotos dónde aparecen? o similares.
Los actores, bueno, hacen lo que pueden, pero se nota cierta bisoñez, aunque la chica, Sara Sálamo (AIDA) muestra fotogenia y el chico que encarna a Ruso, Adam Jezievski, denota cierto desparpajo. Raúl Mérida (LOS PROTEGIDOS) se desplaza por el plano sin generar precisamente entusiasmo.
No mucho mejor están los más veteranos, Joaquim de Almeida o Geraldine Chaplin, tan vacuos y encorsetados como ese “look” masculino que gasta la hija del gran Charlot, cuyo rostro según pasa el tiempo evidencia más su parentesco.
Idas, venidas hacia ninguna parte y una última parte que debería constituir el gran clímax y que resulta un lastre de mucho cuidado. Apadrinado por Santiago Segura, supone el debut en la dirección de Alejandro Ezcurdia que muestra cierta desenvoltura para la planificación, pero que carece de ritmo y arrastra la rémora de un texto que tenía que haber sido revisado a conciencia. Ni como reclamo por el aire acondicionado del que pueden disfrutar en la sala, la puedo vender.
Vaya añito que llevamos de cine español, espero que remontemos vuelo en la segunda mitad, pues si no hubiera sido por el notable trabajo de Gracia Querejeta, 15 AÑOS Y UN DÍA, el panorama resulta hasta la fecha de lo más desolador. Y está el patio como para permitirse tanto fuego de salva.
José Luis Vázquez